Parte II

Bueno, esto nos conduce a compartir nuestras experiencias con fortalecedora adversidad, pero primero unas reflexiones sobre el paso por la prensa del corazón.

Podado, Presionado & Purificado

christus-jesus-christ-mormonPor medio del evangelio de Jesucristo, tenemos un nuevo entendimiento de la adversidad. Aprendemos mediante la oposición y la presión, contra la dificultad y el sufrimiento, independientemente de la fuente y naturaleza de la prueba. Jesucristo nos puede socorrer.

Nosotros, también necesitamos ser podados, presionados y purificados, como el árbol del olivo y el aceite de oliva que simboliza el proceso, el Purificador, y el producto de un corazón puro. Así que aquí tenemos algunas ideas que he aprendido del proceso y otra historia de mi propia vida-Los Doce Días de Navidad…

Oro Líquido

Homero lo llamó “Oro líquido.” Los atletas solían untarlo por todo su cuerpo. Se usaba para ungir, para la cocina, como una fuente de luz y ungüento terapéutico por siglos. Se hacía en infusión con flores y con grasas para producir medicina y cosméticos. Este oro líquido es conocido comúnmente como aceite de oliva.

Crecí con él, mezclado con tomates y parmesana, en una auténtica “crema” italiana (Los no italianos lo llaman “salsa”), combinada con vinagre en ensaladas, brillando en el fondo de un tazón esperando que se remoje un crocante pan italiano. Era el aceite indispensable de mis ancestros mediterráneos, el ingrediente saludable en la cocina nativa, y la misma base dorada para las ordenanzas de reyes y gobernantes.

Estuve intrigada con sus propiedades de salubridad en mis años Gentiles, pero lo estoy más aún, al haberme unido a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Mormones) y al haber sido ungida, iniciada, bendecida, y sanada mientras este aceite era ungido sobre mi cabeza- consagrado por administradores justos del Sacerdocio de Dios. He sentido su influencia purificadora dentro y fuera del templo y he llegado a apreciar más profundamente su significancia.

El lagar del olivo

La molienda de olivo es un proceso increíble y una metáfora inmediata. Antes de que se pasen las aceitunas por la molienda, se pesan cuidadosamente y se vierten a través de un tamiz de malla para separarlas de sus hojas. Las aceitunas deben cosecharse en el momento preciso y deben ser llevadas al lagar o almazara inmediatamente para que no se deterioren.

Después de que son lavadas y enjuagadas, se envían a la molienda o triturador. He visto fotos de ruedas dentadas de granito de 3,600 libras de peso usadas para triturar aceitunas, son colosales. Las aceitunas se colocan en un contenedor largo de acero mientras las gigantescas ruedas de piedra retumban sobre ellas implacablemente, en continuo movimiento circular, triturándolas hasta convertirlas en una pasta. Ellas son trituradas hasta convertirse en pasta primero, para ayudar a liberar los glóbulos de aceite. Y luego son batidas favoreciendo la salida de aceite para su extracción. Todo eso como usted puede imaginar, es un trabajo ingenioso y de intensiva labor.

Getsemaní: Jardín del lagar de olivo

Los productores del más fino aceite de oliva—al igual que el más grande Recolector de Almas–conocen el olivo, el momento preciso de la cosecha, el momento para prensar, la manera de llevarlas las aceitunas al lagar (se pueden dañar aún con su propio peso), el mejor método de obtener el aceite más puro – creando un producto extra-virgen.

Cuando sentimos la prensa en nuestro corazón, entonces, sabemos que el Señor de la Viña es el que está extrayendo la divinidad que tenemos dentro, y que Él también pasó por la prensa – la prensa combinada por la que cada uno de nosotros pasará, en una forma que apenas podemos vislumbrar.

Truman Madsen, un erudito mormón, exquisitamente proporciona esta descripción de la conexión que existe entre el lagar del olivo y el sacrificio expiatorio del Salvador:

[El Salvador fue, espiritualmente hablando], pisoteado, aplastado, triturado hasta que los mismos tejidos del corazón [lloraron] pidiendo consuelo y hasta que la “misericordia [tuvo] compasión de la misericordia y reclamara lo suyo” (D. y C. 88:40), “que él pueda saber, de acuerdo a la carne, cómo socorrer a su pueblo. ” (Alma 7:12).

No es coincidencia, subraya el Hermano Madsen, que “El jardín en el monte se llame Getsemaní. “Por cuanto “Geth” en Hebreo significa “presionar.” “Shemen” significa “aceite.” Este era el jardín de la prensa de aceite de oliva…”(El lagar del olivo: Un símbolo de Cristo, FARMS, págs. 5, 7)

Es chocante y bordea lo inexpresable el hecho que el Salvador fuera inocentemente presionado más allá de lo que alguna vez nosotros pudiéramos resistir, y que Él ahora es el abogado en los lagares de nuestro corazón, otra vez, el que refina el aceite- exprimiendo la impureza, la amargura, lo improductivo-permitiendo que el néctar de la deidad se produzca en nosotros.

Por lo tanto, nunca estamos solos en nuestras propias aflicciones de corazón. Desearía que la recolección de esta verdad estuviera presente para cada uno de nosotros en el calor aplastante de la prensa individual…
Los Doce Días de Navidad

Para algunos de nosotros, es el permitir que nuestros seres queridos partan lo que oprime la capacidad de nuestros corazones de confiar en Dios y sentir Sus amorosos propósitos. De hecho, algunos nunca se recuperan de la pérdida natural de un ser querido.

Al no ser capaces de ver la mano de Dios, algunos haremos uso de nuestras propias posibilidades para sujetar a la persona que amamos y mantenerla con nosotros. Como el Élder Richard L. Evans preguntó, “¿Cuándo, ‘estaríamos’ dispuestos a perder a aquellos a quienes amamos?” (Citado en El nacimiento que llamamos muerte pág. 41)

¿Me permiten compartir otra historia personal? Mi madre falleció hace varios años un 27 de diciembre. Una hora antes de la reunión social por navidad que había organizado la Sociedad de Socorro (Organización femenina mormona) de nuestro barrio, recibí una llamada de Lori, mi hermana en Atlanta, dándome la noticia de se le había diagnosticado a mamá un cáncer pancreático avanzado, con metástasis al hígado. Mi padre me pidió que no viajara de casa en Filadelfia hasta el 27 de diciembre, ya que mi hermana menor, Denise, se encontraba allí para ayudar y él pensaba que él me necesitaría más después que ella se fuera.

A pesar de lo que pensaba papá, mientras registraba mi pasaje, supe que necesitaba subirme a un avión inmediatamente y lo hice. Como resultado de esa reacción apurada, tuve el privilegio de pasar lo que se convirtió en la última semana de vida de mi madre a su lado… Otra pieza de la firma de Dios que continuó manifestándose por aquellos siguientes “doce días de Navidad.”

¿Cuánto Dolor es Suficiente?

Cuando llegué al Centro de Cáncer Fox Chase, me dolió ver a mi madre. Se encontraba padeciendo un gran dolor hasta que la junta de médicos prescribió la morfina en gran dosis para hacerla sentir mejor. Esto era mucho más de lo que recordaba de hacían veinte años cuando estuvo internada unos 25 días en el Hospital con una obstrucción biliar que amenazaba su vida por complicaciones quirúrgicas.

Yo le administraba oxycodona cada hora a mamá con tendencia a aumentar la dosis, de acuerdo con las instrucciones médicas y de los volantes colocados en uno que otro pasadizo del hospital, para aliviar el dolor de mamá. Sin embargo los prolongados espacios de los entretiempos para las dosis incrementadas significaban un valle de desesperación para mamá.

Recuerdo la primera noche que solicité quedarme a pasar la noche y no se me concedió el permiso. Después supe que ella se había retorcido de dolor entre las dosis de 10-11:30 p.m. Finalmente, después de un acuerdo con el jefe del equipo de control del dolor, conseguimos que se le indicara lo necesario para poder controlar el dolor lo más posible. La morfina se le aplicaba de manera intravenosa en dosis basal y para los ataques extras de dolor, a mamá se le permitía presionar el botón para solicitar una dosis limitada extra o una píldora.

Por decir lo menos, el dolor es algo difícil de ver y comprender, a menos que tengamos una gran amplitud mental. Si no, aquí es donde muchos de nosotros nos apartamos de la presencia de Dios y pensamos que Él se ha apartado de nosotros, donde nos apartamos de nuestros testimonios y tememos que ellos nos decepcionen.

Recuerdo algunas ocasiones en las que los quejidos de mamá eran casi más de los que podía soportar. Oraba para que ella no tuviera un solo segundo de dolor más de lo necesario para su exaltación y purificación (Los mormones piensan que existen grados de gloria y el máximo es conocido como exaltación). Y luego le preguntaba al Señor directamente en una suerte de arrebato: “¿Cuánto dolor es suficiente? ¿Cómo es que sabes que esta cantidad o la otra es precisamente la cantidad correcta? ¿Cómo cuantificas o calificas el dolor? Confío en Ti, pero te suplico me ayudes a aumentar mi entendimiento.”

Mi respuesta vino en olas de recolección. El primer recuerdo fue de la misma historia que compartí con mis niñas después que cantamos la canción de Steve Green en la Noche de Hogar antes mencionada. Era la historia del “Fuego del Purificador” que dice:

Hace algún tiempo, unas señoras se reunieron para leer las escrituras. Mientras leían el tercer capítulo de Malaquías, llegaron a una resaltante expresión en el tercer versículo, “y El se sentará como un purificador de plata” (3).

La opinión de una de las damas era que se pretendía transmitir la visión de la influencia santificadora de la gracia de Cristo. Luego ella propuso visitar a un platero e informar a sus amigas lo que él dijera respecto al tema.
Hizo cual lo acordado, y sin decirle el objetivo de su visita, le suplicó le enseñara el proceso de refinamiento de la plata, lo que el platero hizo ilustrativamente.

“Pero Señor” dijo ella, “¿Se sienta usted mientras el trabajo de refinamiento está en proceso?”

“Oh, sí señora,” respondió el platero; “debo sentarme con mis ojos fijos en la estufa, porque si el tiempo necesario para el refinamiento se excede en el más mínimo grado, la plata se dañará.”

Y, como si no fuera suficiente respuesta, escuchen esta parte:

Cuando la dama salía de la tienda, el platero la llamó, y le dijo que tenía algo más que mencionarle-que el platero solamente sabe que el proceso de purificación está completo, al ver su propia imagen reflejada en la plata.

Conforme esta historia re-entraba en mi alma, sabía que cada segundo del dolor de mamá-y por extensión, cada uno de nuestros dolores, contaba. Había recibido la respuesta a una de las dos preguntas que hice, un verdadero testimonio de que el dolor es cuantificado. Y aunque aún no sé cómo, eso, parecía ya no importar. El Espíritu Santo (a quién los mormones reconocen como el tercer miembro de la Trinidad) da testimonio de que Dios el Padre y el Salvador saben al segundo, lo que es proporcionado, suficiente y apropiado para el refinamiento que requerimos.

Nótese como la segunda pregunta: “¿Cómo calificas el dolor?” por medio de este mismo relato, el Espíritu grababa en mi alma el conocimiento de que el dolor también era calificado por el Refinador. Él vería nuestra imagen cuando el trabajo estuviera completado. Él no solamente sabría cuántos segundos debía mantenernos en el calor; Él también sabía con precisión la calidad específica y esperada del producto final.

Dios, nuestro Padre Celestial, y Su Hijo, Jesucristo, estaban al control de la cantidad y la calidad del dolor en esta prueba. No existía margen de error. Qué maravillosa respuesta a la pregunta de un niño en un momento de adversidad. La mano de Dios, ciertamente no había desaparecido ni tampoco se había apartado.

La segunda ola de recuerdo llegó a mí en forma de un poema que había leído de un autor desconocido:

El dolor permaneció demasiado tiempo le dije a él hoy,
“No he de tenerte conmigo nunca más.”
Di un golpe con mi pie en el suelo y dije: “márchate,” hice una pausa allí, sorprendido de la mirada que traía.
“Yo, que he sido tu amigo,” me dijo,
“Yo, que he sido tu maestro en todo lo que sabes
De comprender el amor, de compasión,
Y paciencia, Yo te he enseñando. ¿Quieres que me vaya?
Habló con la verdad,
Este inoportuno y extraño huésped;
Lo observé marcharse y supe que era un sabio.
El dejó un corazón maduro y tierno en mi pecho
Me dejó una visión amplia y clara en mis ojos. Sequé mis lágrimas y elevé una canción-
Aún para aquel que por tanto tiempo me torturó.
Tragedia o Destino, Spencer W. Kimball pág.4

Encontré fortaleza en esta declaración para el dolor de alguien que lo conocía de primera mano.

Vino la tercera ola. Fue la siguiente nota que me llegó incompleta, pero que ahora la comparto en forma total:

Ningún dolor que suframos, ninguna prueba que experimentemos es en vano. Ellas ministran nuestra educación, sirven para el desarrollo de cualidades como la paciencia, fe, fortaleza y humildad. Todo lo que sufrimos y soportamos, especialmente cuando lo hacemos pacientemente, edifica nuestro carácter, purifica nuestros corazones, expande nuestras almas y nos hace más tiernos y caritativos, más dignos de ser llamados los hijos de Dios (Orson F. Whitney Ibid).

De hecho, cada vez que preguntaba, cada vez que necesitaba un reforzamiento, recibía una respuesta. Así como mamá recibía una dosis extra de morfina cuando la necesitaba, al presionar un botón, yo también, recibía píldoras espirituales e inyecciones intravenosas de fe a discreción….

Otra pastilla del Espíritu vino, de hecho, cuando recordé las palabras conmovedoras del Élder Hales en la Conferencia de Octubre. Refiriéndose al propósito santificador del dolor, Élder Hales testificó de primera mano, “El dolor intenso y constante es un purificador.” (“El Convenio del bautismo: Estar en el reino y ser del reino,” Liahona, noviembre de 2000, págs. 6-9). Me aferro a esas palabras, marcadas en mi revista de la Conferencia. Sé que son verdaderas.

Recuerdo otra pastilla. Sentada en silencio al lado de mamá que yacía tendida, desvalida, adolorida por la falta de entendimiento de mi padre por el sufrimiento y la muerte, abrí las escrituras. Ponderando mis deseos por su bien y el bien de mi familia, mis ojos cayeron específicamente en D. y C. 31:1 y 2. Como normalmente lo hago, puse mi nombre en los versículos y leí:

Karen, hija mía, bendecida eres porque…

2. He aquí, te han sobrevenido muchas aflicciones a causa de tu familia; sin embargo, te bendeciré a ti y a tu familia, sí, a tus pequeñitos; y viene el día en que creerán y conocerán la verdad, y serán uno contigo en mi iglesia.

El continúa sirviendo en nuestras mesas platos divinos y pone Su firma en el menú.

Ver Parte III para el resto de la historia.

un-corazn-presionado-mujer-mormona-habla-de-la-adversidad-parte-ii-jesucristo