Los conceptos del cielo y de la otra vida a menudo son difíciles de acoger en las mentes de nosotros, los seres humanos. Nuestras limitadas visiones del cielo a veces son escasas, en la cultura popular, imágenes caricaturescas de personas tocando el arpa en las nubes. Las enseñanzas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (algunas veces inadvertidamente llamada la Iglesia Mormona) se han reducido de manera similar a las imágenes caricaturescas de “creadores de dios” recibiendo sus propios planetas. La doctrina de Jesucristo es simple, pero no se trata de planetas, se trata de familias. Literalmente todos somos hijos espirituales de Dios, nuestro Padre en el Cielo. Como Sus hijos, hemos heredado el potencial divino. Del mismo modo que nuestros niños tienen el potencial de llegar a ser como nosotros cuando crezcan, nosotros también tenemos el potencial de convertirnos en cómo es Dios. Para mí, las imágenes de tocar el arpa en una nube o la recepción de un planeta parece ser… banal. El cielo es tener a mi familia cerca, mi esposo, mis hijos, mis padres, mis hermanos e incluso amigos cercanos. La Iglesia de Jesucristo enseña que la vida eterna (o la capacidad de vivir en un estado de exaltación, como las familias, en presencia de Dios) se trata de esto.
El Presidente Thomas S. Monson, Presidente de La Iglesia de Jesucristo, explicó, “Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana”. Por lo tanto, la cuestión acerca de a dónde vamos después de morir se responde mejor al explicar de dónde venimos y por qué estamos aquí en la tierra. Uno no puede comprender el final sin entender el principio. Es comparable a una obra de tres actos, el final sólo tiene sentido cuando se sabe lo que pasó en los dos primeros actos. Esta obra en tres actos se llama Plan de nuestro Padre Celestial para Sus hijos, el plan de salvación o el plan de felicidad. Y cuando entendemos el plan de Dios para nosotros, podemos ver cómo algunas personas pueden llamar erróneamente “creadores de dios” a los miembros de La Iglesia de Jesucristo.
¿De dónde provenimos?
Las Escrituras nos enseñan que cada uno de nosotros es un hijo espiritual de Dios. (Ver Hechos 17:28). Vivíamos con Él en el cielo antes de venir a la tierra. Élder L. Tom Perry , miembro del Quórum de los Doce Apóstoles (con la Primera Presidencia, el órgano gubernamental de La Iglesia de Jesucristo), impartió:
Mucha gente se pregunta, “¿De dónde provenimos? ¿Por qué estamos aquí? ¿A dónde vamos?” Nuestro Padre Eterno no nos envió a la tierra en un viaje sin propósito y sin sentido. Él nos proveyó un plan a seguir. Él es el autor de ese plan. Está diseñado para el progreso del hombre, la salvación final y la exaltación.
La guía misional Predicad Mi Evangelio enseña:
Dios es el Padre de nuestro espíritu; somos literalmente Sus hijos y Él nos ama. Antes de nacer en esta tierra vivíamos como hijos espirituales de nuestro Padre Celestial; sin embargo, no éramos como nuestro Padre Celestial ni podíamos llegar a ser como Él y disfrutar de todas las bendiciones de las que Él disfruta sin la experiencia de vivir en la vida terrenal con un cuerpo físico. Todo el propósito de Dios, su obra y su gloria- es permitir a cada uno de nosotros que disfrute de todas sus bendiciones. ([2004], 48).
Élder Perry dijo:
Supimos del plan de salvación por primera vez antes de nacer, en lo que las Escrituras llaman nuestro primer estado (véase Abraham 3:26). Sabemos muy poco sobre lo que ocurrió en ese primer estado, pero sí sabemos que vivimos allí como espíritus, hijos de nuestro Padre Celestial, y que progresamos al punto de prepararnos para tener la oportunidad de albergar a nuestro espíritu en un cuerpo terrenal. Nosotros también sabemos que nuestro Padre celebró un gran concilio para explicarnos el propósito de esta vida. Tuvimos la oportunidad de aceptar o rechazar el plan de salvación, el cual no se nos obligó a aceptarlo. La esencia del plan de salvación consiste en que el hombre tendría la oportunidad de trabajar en la tierra por su propia salvación, con la ayuda de Dios. Se escogió a un líder que nos enseñaría cómo seguir el plan y nos redimiría del pecado y de la muerte.
Jesucristo, nuestro Hermano Mayor, se convirtió en el líder defensor del plan preparado por el Padre, y nosotros aceptamos el plan y las condiciones. Al tomar esa decisión nos ganamos el derecho a venir a la tierra…
Como hijos e hijas espirituales literales de nuestro Padre Celestial, cada uno de nosotros tiene un potencial divino, el cual sólo puede ser cultivado y refinado en las pruebas de la vida en la tierra.
¿Por qué estamos en la Tierra?
Este periodo de tiempo y perfeccionamiento se llama mortalidad, o vida en la Tierra. Acerca de esto, el élder Perry dijo:
La vida terrenal tiene dos propósitos. El primero es que podemos tener experiencias que no obtendríamos de ninguna otra manera. El segundo es obtener tabernáculos de carne y hueso. Ambos propósitos son vitales para la existencia del hombre. Somos probados para ver si haremos todas las cosas que el Señor nos mandó hacer. Estos mandamientos son los principios y las ordenanzas del Evangelio, que constituyen el Evangelio de Jesucristo. Todo principio y ordenanza está relacionado con el propósito de nuestra prueba, que no es otro que prepararnos para regresar a nuestro Padre Celestial y llegar a ser más como Él.
Pero durante este período de prueba y perfeccionamiento, vamos a cometer errores, porque, después de todo, cada uno de nosotros somos humanos. Las Escrituras nos enseñan que ninguna cosa impura puede entrar en el reino de los cielos (Alma 11:37). Entonces, ¿qué hacemos? Esta es una de las razones por las que Jesucristo vino a la tierra. El élder Perry dijo:
…Jesucristo… la parte central del plan eterno del Padre, el Salvador fue presentado como el rescate de la humanidad. Dios envió a Su Hijo Amado para vencer la caída de Adán y Eva. Él vino a la tierra como nuestro Salvador y Redentor; Él venció los obstáculos de la muerte física por nosotros al entregar Su propia vida. Cuando Él murió en la cruz, Su espíritu y Su cuerpo se separaron; al tercer día Su espíritu y Su cuerpo fueron reunidos eternamente, para no separarse nunca más.
La vida en la tierra tiene una duración limitada. A todos nos llega el momento cuando, al morir, el espíritu y el cuerpo se separan; pero, gracias a la resurrección de Jesucristo, todos resucitaremos, ya sea que hayamos hecho el bien o el mal en esta vida. La inmortalidad es el don dado a cada hijo terrenal de nuestro Padre Celestial. La muerte debe verse como la puerta a una vida nueva y mejor. Mediante la gloriosa resurrección, el cuerpo y el espíritu se reunirán; tendremos un cuerpo perfecto e inmortal de carne y hueso que nunca más estará sujeto al dolor ni a la muerte. Mas la gloria que recibamos en la vida venidera dependerá de nuestro desempeño en esta vida. Sólo por medio del don de la Expiación y de nuestra obediencia al Evangelio podremos regresar y vivir con Dios nuevamente.
Para los Santos de los Últimos Días, el conocimiento de nuestra herencia divina influye en nuestras decisiones, nuestros valores y, en última instancia, nuestro destino. Nos ayuda a enfocar nuestras prioridades para que nos encaminemos en la dirección que queremos ir, y evitar las distracciones que nos llevarían por otros caminos.
La familia es parte importante en el Plan de Dios para Sus hijos.
El Padre Celestial no nos envió aquí a la tierra solos, Él nos envió a las familias. Esta es la razón por la que los miembros de La Iglesia de Jesucristo defienden fervientemente a la familia tradicional, es parte del plan de Dios. La familia: Una proclamación para el mundo enseña:
Los padres tienen el deber sagrado de criar a sus hijos con amor y rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espirituales, y de enseñarles a amarse y a servirse el uno al otro, a observar los mandamientos de Dios y a ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan. Los esposos y las esposas, las madres y los padres, serán responsables ante Dios del cumplimiento de estas obligaciones.
La familia es ordenada por Dios. El matrimonio entre el hombre y la mujer es esencial para Su plan eterno. Los hijos merecen nacer dentro de los lazos del matrimonio y ser criados por un padre y una madre que honran sus votos matrimoniales con completa fidelidad.
El élder Dallin H. Oaks , apóstol de Jesucristo, enseñó:
El conocimiento del plan de Dios para Sus hijos da a los Santos de los Últimos Días una perspectiva única sobre el matrimonio y la familia. Correctamente se nos conoce como una iglesia centrada en la familia. Nuestra teología empieza con Padres Celestiales, y nuestra aspiración más elevada es lograr la plenitud de la exaltación eterna. Sabemos que esto es posible sólo en una relación familiar. Sabemos que el matrimonio de un hombre y una mujer es necesario para el cumplimiento del plan de Dios. Sólo este matrimonio proporcionará el entorno aprobado para el nacimiento terrenal y para preparar a los miembros de la familia para la vida eterna. Consideramos el matrimonio y el dar a luz y cuidar a los hijos como parte del plan de Dios y como un deber sagrado de las personas a quienes se otorga la oportunidad de hacerlo. Creemos que los máximos tesoros en la tierra y en el cielo son nuestros hijos y nuestra posteridad.
Dios mismo estableció el patrón de las familias con Adán y Eva, nuestros primeros padres. Los padres proporcionan la fuerza estabilizadora en la vida de un niño, y las madres los alimentan y les enseñan. El élder M. Russell Ballard , apóstol de Jesucristo, dijo:
La familia es el núcleo del plan de nuestro Padre Celestial ya que todos formamos parte de Su familia y porque la vida terrenal nos da la oportunidad de formar también la nuestra y de asumir la función de padres. Es en nuestra familia donde aprendemos el amor incondicional, el cual podemos obtener, y acercarnos más al amor de Dios. Es en la familia donde se enseñan los valores y se edifica el carácter. Nunca seremos relevados de los llamamientos de “padre” y “madre”, y no hay mayordomía más importante que la responsabilidad que tenemos para con los hijos espirituales de Dios que vienen a nuestra familia.
El hogar es donde aprendemos nuestros valores y prioridades, que nos proporcionan una base sobre las cuales vamos a construir nuestras propias vidas y familias. Las familias tradicionales, con un padre y una madre, ofrecen a los niños las mejores oportunidades para desarrollarse. El élder Perry dijo:
No cabe duda de que a estas alturas, tras siglos de experiencia, hemos aprendido que la familia básica proporciona el fundamento más estable y seguro para la sociedad, y que es básica en la preparación de los jóvenes para sus responsabilidades futuras. Ya deberíamos haber aprendido que los estilos de estructuras familiares alternativas no han funcionado, ni jamás lo harán.
La vida eterna es la capacidad de vivir en un estado exaltado con nuestras familias. Las familias no se crean al estilo del mundo, sino que las familias crean el camino de Dios. Si nuestra meta es llegar a ser como Dios, y tener a nuestras propias familias por toda la eternidad, entonces debemos entender cómo es que Dios define a la familia. Esto lo aprendemos a través de los profetas antiguos y modernos, así como de seguir los patrones que Dios ha establecido. La familia: Una proclamación para el mundo define claramente esto: El matrimonio entre un hombre y una mujer es ordenado por Dios.
Mandamientos, templos y ordenanzas sagradas.
(Lo que tengo te lo puedo dar, pero lo que soy lo debes obtener por ti mismo)
La capacidad de vivir juntos como familias por la eternidad, comienza haciendo convenios sagrados en el templo sagrado. Un convenio es una promesa de dos vías entre una persona o un grupo de personas y Dios, y los términos y condiciones son establecidos por Dios. Los templos son literalmente casas del Señor, lugares sagrados y de culto donde los miembros de La Iglesia de Jesucristo hacen convenios sagrados con Dios y reciben las ordenanzas (que son actos sagrados y formales realizados por la autoridad del sacerdocio , que es el poder que Dios da a los hombres para actuar en todas las cosas para la salvación de Sus hijos). En el santo templo, el esposo y la esposa son casados, o “sellados” por el tiempo y la eternidad, lo que significa que sus convenios matrimoniales, si se honraron, estarán atados más allá de la tumba. Es por esta razón que los miembros de La Iglesia de Jesucristo siguen los mandamientos de Dios en todas las cosas, para que de ese modo puedan recibir las bendiciones de la vida eterna. El élder Oaks explicó :
… el juicio final no es simplemente una evaluación de la suma total de las obras buenas y malas, o sea, lo que hemos hecho. Es un reconocimiento del efecto final que tienen nuestros hechos y pensamientos, o sea, lo que hemos llegado a ser. No es suficiente que cualquiera tan sólo actúe mecánicamente. Los mandamientos, las ordenanzas y los convenios del Evangelio no son una lista de depósitos que tenemos que hacer en alguna cuenta celestial. El Evangelio de Jesucristo es un plan que nos muestra cómo llegar a ser lo que nuestro Padre Celestial desea que lleguemos a ser.
Una parábola ilustra esta comprensión. Un padre rico sabía que si se llegara a otorgar su riqueza a un niño que aún no había desarrollado la sabiduría y el carácter necesarios, la herencia sería probablemente malgastada. El padre le dijo a su hijo:
“Todo lo que tengo, deseo entregártelo, no sólo mi riqueza, sino también mi posición y prestigio entre los hombres. Lo que yo tengo fácilmente te le puedo dar, pero debes aprender por ti mismo a ser como yo soy. Tendrás derecho a tu herencia al aprender lo que he aprendido y al vivir como he vivido. Yo te daré las leyes y los principios por los cuales he adquirido mi sabiduría y carácter. Sigue mi ejemplo, dominando lo que he aprendido, y te convertirás en lo que soy y todo lo que tengo será tuyo”.
Esta parábola es un paralelo al patrón de los cielos. El evangelio de Jesucristo promete la herencia incomparable de la vida eterna, la plenitud del Padre, y revela las leyes y los principios por los que se puede obtener.
Los miembros de La Iglesia de Jesucristo creen que tenemos el potencial para llegar a ser como nuestro Padre Celestial y obtener todo lo que tiene y esta vida es la prueba para ver si estamos dispuestos a hacerlo, obedeciendo sus mandamientos y siguiendo al Salvador, Jesucristo, en todas las cosas.
Vislumbres de la Vida Eterna.
Se nos ha dado destellos de la exaltación y la vida eterna en esta vida. Sólo tenemos que saber dónde buscar. Mi esposo es un esquiador, y también lo son nuestros hijos. Este invierno hemos tenido algunos de los mejores días de esquí, debido a que cada uno de nosotros fue capaz de ir a la cima de la colina de esquí. Ahora, el de 6 años de edad y yo no esquiamos las colinas ‘black diamond’, pero nos divertimos juntos como una familia. Cuando nos reunimos con nuestras familias, mis padres, hermanos y sus familias, y la familia de mi esposo- también vemos vislumbres del cielo. También podemos observar algo de las eternidades cuando estamos con amigos cercanos también. Recientemente nuestra familia se reunió con otras dos familias que son amigos cercanos para unas “vacaciones en casa”. Nos hospedamos en condominios de nuestra ciudad natal para nuestras vacaciones de primavera. Nos reímos y jugamos juntos. Pero los momentos sólo se completaban cuando todos los miembros de las tres familias (19 personas en total) estábamos juntos, cenábamos juntos, veíamos una película y nos arrodillábamos en oración. El artículo (en inglés) escrito por La Iglesia de Jesucristo dice :
Los Santos de los Últimos días tienden a imaginar exaltación a través del lente de lo sagrado en la experiencia mortal. Ellos ven las semillas de la divinidad con la alegría de orientar y criar a los niños y el intenso amor que sienten por los niños, con el impulso de alcanzar en el servicio caritativo con los demás, en los momentos que están sorprendidos por la belleza y el orden del universo, en el sentimiento de conexión con la tierra de hacer y guardar convenios divinos. Los miembros de la Iglesia se imaginan menos exaltación a través de imágenes de lo que conseguirán y más a través de las relaciones que tienen ahora y cómo esas relaciones podrían ser purificadas y elevadas. Como enseñan las Escrituras: “Esa misma sociabilidad que existe entre nosotros aquí, existirá entre nosotros allá; pero la acompañará una gloria eterna, la gloria que no disfrutamos ahora”.
Los momentos que disfrutamos con nuestros seres queridos son los atisbos de lo que la vida eterna podría ser. Es en el disfrute de las relaciones que son refinados y purificados a medida que amamos y servimos unos a otros, y mientras trabajamos juntos para servir a los demás. Esos son los vislumbres de la vida eterna.
Acerca lmontague
Soy una esposa y madre de 4 hermosos hijos en un pequeño pueblo en las montañas de Idaho. Nosotros esquiamos en familia en el invierno y en el verano acampamos, pescamos, y vamos a la playa. Soy un miembro vitalicio de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y estoy agradecido por el Salvador y las bendiciones del Evangelio en mi vida.