Los mormones (un apodo para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) creen que todos tienen derecho a la guía del Espíritu Santo, que es la fuente de toda verdad. Sin esa ayuda, nunca seríamos capaces de reconocer las verdades eternas cuando las escuchemos. Además, el Espíritu Santo, puede advertirnos del peligro y nos consuela en los momentos difíciles.

¿No sería maravilloso si pudiéramos mantener el Espíritu Santo con nosotros cada momento en cada día para ofrecernos una compañía constante? Imagínese qué tan seguro se sentiría sabiendo que tiene su propio guía personal de por vida, ayudándole a evitar errores, peligros y soledad?

Jesús planeó que la vida sea exactamente de esa manera. Mientras se preparaba para finalizar  Su ministerio terrenal, Él aseguró a Sus apóstoles que no los dejaría huérfanos, sino que enviaría al Espíritu Santo para ser su compañero constante. Esto era posible debido a que ellos habían sido bautizados y pertenecían a la verdadera Iglesia del Salvador.

Mormones y el Santo Espíritu

Para que una persona sea miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tiene que ser bautizada. Los mormones bautizan a los niños a los ocho años, cuando son lo suficientemente mayores para elegir entre el bien del mal y ser responsables de sus decisiones personales. Aquellos que se vuelven mormones luego de los ocho años, son bautizados en el momento de la conversión, incluso si han sido bautizados con anterioridad en otra religión. Tras el bautismo, son confirmados miembros de la iglesia. En ese tiempo, también están invitados a recibir el Don del Espíritu Santo. Ahora, en lugar de recibir visitas periódicas del Espíritu Santo, ellos son capaces de tener la compañía constante del Espíritu Santo.

Este es un regalo maravilloso de Dios. La vida es dura. Hay muchas decisiones que tomar y mucha gente trata de convencerte de tomar decisiones a su manera. Dondequiera que miremos, la gente está tratando de manipularnos y reemplazar la verdad con el chisme, la propaganda, y creencias de moda.

Antes de bautizarme en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días solía hacer listas… un montón de listas. Una de mis listas incluía cada doctrina que aprendía cuando visitaba una iglesia o leía un libro religioso. Puse cada creencia en una de tres columnas: Creo en esto. No lo creo. No tengo ni idea.

¿Cómo sé cuál es verdad?

El problema era, por supuesto, que estaba adivinando y sabía que solo era eso. Hubo destellos ocasionales de testimonio de que algo era, sin lugar a dudas, verdadero, pero a excepción de esos puntos específicos, estaba adivinando en qué columna poner cada punto. Le dije a una amiga que deseaba hacer un experimento que me ayude a saber la verdad con claridad. Fue entonces que ella me enseñó a orar y me prometió que el Espíritu Santo me diría lo que era cierto, mi propio experimento científico personal.

El Sistema funcionó muy bien para mí. Aprendí a ser paciente, estudiar mucho antes de buscar una respuesta y a actuar de acuerdo a las respuestas que recibí, así que rápidamente llegué a darme cuenta de que cuando honro las respuestas dadas, me va bien en la vida.

El Espíritu Santo, una vez que lo recibí, se convirtió también en una fuente de protección para mí y otras personas.  Una vez me sacó de una carretera momentos antes de que un camión se desviara fuera de control en el lugar que habría ocupado. Otra vez me envió a la casa de una anciana que se encontraba sola y en un estado de coma cuando llegué. Muchas veces me envió a ver a mis hijos o a hacer una llamada telefónica en un momento crítico.

La vida es escalofriante, pero me ayuda enormemente el hecho de saber que mi guía no sugerirá un camino equivocado para mí. Cuando sigo el consejo del Espíritu Santo, siempre estoy en el camino escogido por Dios.

 

Este artículo fue escrito por

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Terrie Lynn Bittner

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