¿Alguna vez se ha sentido desanimado? ¿Solo? ¿Temeroso? ¿Presa del pánico? Si es así, ¡usted es completamente normal! A veces en la vida, suceden cosas duras, y como seres humanos tenemos sentimientos que acompañan a esos tiempos difíciles, por lo general sentimientos dolorosos. Pero como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (algunas veces equivocadamente llamada la “Iglesia Mormona”), testifico que estos tiempos difíciles puede producir los momentos más grandes, más llenos de luz, y más cercanos a los Cielos. Es en estos momentos cuando nuestras almas están atribuladas (véase Alma 36:12) para que podamos ser capaces de tener el mayor crecimiento espiritual, similar al agricultor que limpia (o ara) su tierra antes de cultivar una cosecha maravillosa.
En un libro titulado, Experiencing Christ: Your Personal Journey to the Savior (Experimentar a Cristo: Su viaje personal al Salvador), escrito por Randall J. Brown, y publicado en 2009 por Cedar Fort, Inc. (págs. 1-2) Brown comparte una experiencia personal cuando su corazón estuvo atribulado y se acercó al Señor Jesucristo a causa de ello.
En enero de 1990, experimenté una prueba de fuego. Tuve que soportar un ciclo de dos semanas de continuos ataques de pánico, durante los cuales el desesperadamente necesario escape de sueño nunca llegó. En medio de este ciclo tortuoso, sentí como si el tiempo se había detenido por completo, sin embargo, el dolor emocional y mental continuaron sin descanso. Los ataques de pánico fueron seguidos por períodos de profunda depresión. Como una forma de soportar el infierno emocional en el que estaba atrapado, recurrí a correr por el vecindario para sobrevivir a cada oleada sucesiva de pánico. A veces los síntomas se calmaban por unos momentos. Durante estas breves suspensiones, daba gracias a Dios por la liberación, sólo para encontrar que después de unos segundos de alivio yo caería en una depresión oscura. El ciclo se iniciaba de nuevo con una nueva ola de pánico. Me envolvería completamente con la misma intensidad que antes. Este ciclo infernal se repetía continuamente, día tras día. En mi desesperación por la liberación, la compulsión a terminar con mi propia vida se convirtió en una cruda realidad.
En un momento, mientras yacía en el suelo con los nervios de la cara crispados de manera incontrolable, clamé al Señor desde lo más profundo de mi alma por liberación. Cuando el alivio que buscaba no vino inmediatamente, me sentí perdida y abandonada por completo. Yo creía que me había descendido a las profundidades del infierno, sin posibilidad de liberación. Grité en mi corazón: “Oh Dios, ¿por qué me has desamparado?”
Cuando miro hacia atrás a este momento terrible en mi vida, me doy cuenta de que se me dio un don. He recibido una gran comprensión de lo que el Salvador experimentó por mí en Getsemaní mientras Él sufrió y compartió las pruebas y aflicciones de mi vida. Aunque soy obviamente incapaz de comprender la profundidad y la amplitud infinitas del sacrificio del Salvador, puedo entender, en un pequeño grado, lo que Él sufrió por mí. Esta experiencia fue el comienzo de un viaje para mí. A pesar de que era sólo el comienzo de una serie de pruebas de fuego y aflicciones, ahora sé que en este horno de aflicción, el Señor estaba purgando mi alma de las heridas espirituales, creencias falsas, y las barreras que me impedían profundamente experimentar la misericordia y gracia de mi Salvador.
A través de mi escuela personal de aflicciones, me he vuelto dolorosamente consciente de mi desesperada necesidad de un Salvador. Me he encontrado cara a cara con la cruda realidad de mi propia nada sin la ayuda divina de un Salvador. Ahora he llegado a ver que aunque he sido una miembro activo de la Iglesia restaurada del Salvador toda mi vida, el Salvador me estaba llevando a un conocimiento más profundo de Él que sólo es posible a través del proceso de depuración y refinamiento. Hasta que experimenté tales pruebas de fuego, yo no había experimentado plenamente un potente cambio de corazón. Mi corazón incircunciso contenía malas hierbas en sus niveles más profundos, lugares a los que sólo Cristo podía llegar. Yo estaba lleno de miedo, culpa y resentimiento que servían como barreras contra la fe, la esperanza y la caridad, y eso me impedía experimentar plenamente la misericordia del Salvador.
Muchos años más tarde, después de que la peor parte de esta enfermedad estaba detrás de mí, me asignaron a visitar y enseñar a dos hermanas cuyos maridos habían soportado batallas similares. Aunque es imposible para mí comprender, los sufrimientos de estos hermanos eran mucho mayores que el mío, y en ambos casos, dichas enfermedades les quitó la vida. A medida que he llegado a conocer a estas hermanas, se ha hecho evidente que ambas poseen relaciones de profunda confianza e intimidad con su Salvador. Sus sufrimientos inconmensurables las han llevado a experimentar a Cristo como su fuente de consuelo y esperanza.
Sus esposos eran hombres cristianos también. Uno sirvió como maestro de Doctrina del Evangelio, y el otro era un ex obispo y presidente de estaca. Creo que estos dos maravillosos hombres bebieron hasta la última gota de la copa amarga que estaban destinados a beber en esta vida y que a través de las cruces que sufrieron, llegaron a conocer a su Salvador. En cada uno de sus casos, el Señor les pidió esperar en Él para tener liberación hasta que la mortalidad haya pasado. Fue después de la mortalidad que ellos llegarían a tener un conocimiento perfecto del amor infinito de Cristo por ellos. Allí ellos podrían saber con perfecta comprensión la amarga copa que Él bebió para ellos.
Sé y testifico que Jesús es el Cristo y que por medio de Su Expiación, donde Sintió todos nuestros dolores, enfermedades y tentaciones (véase Alma 7:11-12), Él nos puede ayudar a pasar cualquier cosa y todo por lo que alguna vez pasaremos. A pesar de nuestro dolor no pueda ser completamente quitado, Él puede lograr que podamos “sobrellevar [nuestras] flaquezas” (Alma 31:30), y al hacerlo, conoceremos a nuestro Salvador Jesucristo en un nivel más íntimo. Los invito a invitar el don de la Expiación del Salvador a su vida, en mayor abundancia, que todas las experiencias que se les den puedan ser para su beneficio en acercarse más a Dios. Para tener más ideas de cómo usted puede hacer esto, reúnase con los misioneros mormones––”¡Ellos pueden ayudarlos!” (Russell M. Nelson, “¡Pregúntenles a los misioneros; ellos pueden ayudarlos!“, Liahona, noviembre de 2012).
Este artículo fue escrito por Ashley Bell, miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Recursos adicionales:
Solicite un Libro de Mormón gratis
Aprenda lo que creen los mormones sobre Jesucristo
Creencias mormonas básicas y verdaderos mormones
Este artículo fue escrito por
ashley – que ha escrito 20 artículos en Jesucristo.
Ashley Bell es una mujer de 22 años de edad, madre, graduada en BYU y miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. A Ashley le encanta correr, cocinar, jardín, leer, y sobre todo pasar tiempo con la familia y los amigos.
Estos son los testimonios que nos invitan a- seguir perseverando en la- Fe pase lo que pase en nuestra- vida, ya- que somos instrumentos en las manos del Senor y el esta- y estara- siempre con nosotros. Gracias por esta hermosa- historia( testimonio) con DIOS nada- es imposible.