Los mormones, miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (apodada la “Iglesia Mormona” por amigos de otras religiones), han sido asesorados por sus líderes a “preparad todo lo que fuere necesario” (Doctrina y Convenios 109:8) para que , “si pasáramos por adversidades, pudiésemos velar por nosotros mismos y por nuestros semejantes y apoyar a los obispos conforme ellos velen por otros” (Almacenamiento de en el Hogar). Los mormones siguen este consejo adhiriéndose a las palabras que se encuentran en el Libro de Mormón: “…buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (3 Nefi 13:33), y también teniendo un almacenamiento de suministros básicos de alimentos, almacenamiento de agua y un poco de dinero en ahorros. Cuando nos preparamos, como Dios quiere que nos preparemos, debemos tener confianza y no temer, a pesar de las pruebas que puedan surgir. Dios siempre proveerá protección cuando le escuchamos.
En un libro titulado: “Be Not Afraid—Only Believe”, escrito por Ted L. Gibbons y publicado en 2009 byCedar Fort, Inc., aprendemos cómo la preparación adecuada puede dar protección:
Todo Su granizo y Su poderosa tormenta
La historia de los tres cerditos nos puede enseñar una lección sobre cómo prepararnos para la protección divina. La seguridad que se encuentra detrás de las paredes de paja, palos y ladrillos puede ayudarnos a considerar qué tipo de muros realmente nos mantendrán a salvo cuando el lobo venga a nuestra puerta. Porque él vendrá, con su resoplido, con sus “impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí,…cuando todo su granizo y furiosa tormenta [nos] azoten” (Helamán 5:12).
No construimos muchas casas de paja o de palo. Los cerdos tampoco. Pero a veces levantamos paredes alrededor de nosotros mismos que están hechas de materiales que no resisten los vientos mejor que el heno y las ramas. Nuestras cuentas bancarias y nuestras mansiones no pueden protegernos contra los vientos que soplarán. Tampoco lo harán nuestras colecciones increíbles de las cosas del mundo o nuestro amor ciego por los honores de los hombres (ver D. y C. 121:35). Estos se desvanecerán como hojas en un huracán. Tenemos que refugiarnos detrás de mejores paredes que éstas si queremos estar a salvo.
La antigua Babilonia tenía paredes diferentes de las paredes de cualquier otra ciudad en la historia registrada. Las estimaciones más conservadoras de su longitud y tamaño sugieren enormes obstáculos diseñados para repeler a todos los enemigos.
El rey Nabucodonosor, que conquistó Jerusalén justo después que Lehi (el primer profeta en el Libro de Mormón) partiera hacia América, vivió aproximadamente de 630 a.C. al 562 a.C. Él gobernó Babilonia por más de cuarenta años. Fue durante su reinado que la ciudad de Babilonia alcanzó su mayor poder. La ciudad fue construida a la orilla del río Éufrates, a unos treinta kilómetros al sur de la actual Bagdad, Iraq. La gran ciudad tenía muros altos. Algunos relatos indican que estos muros eran de casi 15 kilómetros de largo, 80 pies de espesor, y 320 pies de alto, e incluía 250 torres de vigilancia y 100 puertas de bronce. Los muros estaban rodeados por un foso profundo también diseñado con las paredes para mantener a la ciudad a salvo de la invasión.
Las paredes alrededor de las ciudades antiguas tenían sólo un propósito claro: la protección. La fórmula era simple. Mientras más altas, gruesas y fuertes eran las paredes, más seguras estaban las personas dentro. Babilonia, gobernando la mayor parte del mundo conocido, tenía muros diseñados para resistir las armas de los ejércitos más grandes que pudieran ser ensambladas. Y por una cantidad de años, los muros hicieron precisamente eso. Los enemigos se lanzaban contra las almenas de piedra y morían o se retiraban derrotados. Entonces llegó Ciro.
Después de un asedio inútil de dos años, Ciro encontró un paso más allá de las paredes. El río Éufrates seguido de un canal que corría por debajo de la gran muralla de Babilonia. Sus ejércitos desviaron el río y la hicieron fluir a un pantano enorme cerca de la ciudad, dejando una carretera fangosa, ancha y desprotegida para que sus soldados la siguieran hasta entrar en la ciudad. Los babilonios en el interior de la ciudad no estaban preocupados. Tenían sus grandes muros. Con un ejército a sus puertas, pasaron la noche del ataque comiendo y bebiendo. En el momento en que descubrieron el peligro en el que estaban, la ciudad ya estaba llena de tropas enemigas que conquistaron Babilonia y pusieron fin a una dinastía…
No pondré mi confianza en el brazo de la carne
Casi todos nosotros trabajamos sin cesar por nuestra propia seguridad. Tales esfuerzos pueden ser necesarios, pero si no somos sabios, nos pueden hacer más daño que bien, transmitiendo una sensación de falsa seguridad. Nefi (hijo de Lehi, y también un profeta) escribió: “No pondré mi confianza en el brazo de la carne; porque sé que maldito es aquel que confía en el brazo de la carne. Sí, maldito es aquel que pone su confianza en el hombre, o hace de la carne su brazo” (2 Nefi 4:34).
Nuestros propios muros cuidadosamente construidos, en casas mejores, más grandes y más productivas cuentas bancarias, carteras diversificadas de acciones, automóviles más rápidos y costosos, o niveles redundantes de personal y seguridad financiera, nunca serán suficientes para protegernos contra las tormentas satánicas que soplan a través de este mundo (Helamán 5:12; 3 Nefi 14:26, 27), y los juicios divinos de la siguiente. Jesús señaló esto en una parábola:
Las tierras de un hombre rico habían producido mucho; y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis alfolíes y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete. Pero le dijo Dios: Necio, esta noche van a pedir tu alma; y lo que has guardado, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios (Lucas 12:16-21).
Por supuesto que debemos construir algunos graneros. Debemos hacer lo que podamos para nuestro propio bienestar, pero hay que recordar que todo lo que podemos hacer nunca será suficiente si no se obtiene la protección del Señor ofrece. Hay que recordar que para estar verdaderamente seguros sólo hay un lugar donde podemos ir, a la pared verdaderamente impenetrable. (Páginas 101-104)
Recordemos siempre la verdad de las palabras de un apóstol moderno, Russell M. Nelson, quien dijo: “la obediencia a los mandamientos de Dios proporcionará protección física y espiritual; y recuerden, los santos ángeles de Dios siempre están listos para ayudarnos” (“Afrontar el futuro con fe“, Liahona, Abril de 2011). Sé que estas verdades son de Dios y que son reales. Los invito a “venir a Cristo” (Moroni 10:30-32), a orar acerca de estas verdades y actuar sobre las impresiones que recibimos de los susurros del Espíritu Santo. Después de todo, ¿no todos disfrutamos de la sensación que viene de estar protegidos?
Este artículo fue escrito por Ashley Bell, miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
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