A continuación se muestra un extracto del libro de Randall J. Brown, Experiencing Christ: Your Personal Journey to the Savior  (Experimentar a Cristo: Tu jornada personal hacia el Salvador) (pp. 49-50). Experiencing Christ fue publicado en el 2009 por Cedar Fort, Inc. Brown comparte nuestra desesperada necesidad de un Salvador y Redentor para ayudarnos a vencer al hombre natural. Brown pertenece a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (algunas veces inadvertidamente llamada la “Iglesia Mormona”), y es un devoto seguidor y discípulo de Jesucristo.

Experimentando nuestras armas de guerra

Praying woman handsEl rey Benjamín [un profeta en el Libro de Mormón] nos enseñó: “El hombre natural es enemigo de Dios” (Mosíah 3:19). Hasta que estuve dispuesto a tomar el yugo de mi Salvador sobre mí y entrar en Su poderoso proceso de cambio de corazón, yo estaba, en esencia, luchando contra el poder del Espíritu. Yo estaba rechazando Su invitación a entregarme a la lucha y llegar a la mesa de nuestro Padre para participar del festín. A medida que me resistía el poder de Su espíritu, mantuve mi condición de hombre natural. Retuve las armas de guerra que me mantuvieron separado de Dios … Neal A. Maxwell dijo: “Algunos de nosotros, sin embargo, sentimos como si somos dueños de nosotros mismos, nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros bienes, que son signos de nuestra autosuficiencia”.

Cada uno de nosotros debe verse a sí mismo en nuestro propio estado carnal y estar dispuesto a postrarse ante el Maestro en entrega completa. Sólo entonces puede romper nuestros yugos de esclavitud. Todos los que oyeron el rey Benjamín “se habían visto a sí mismos en su propio estado carnal, aún menos que el polvo de la tierra. Y todos a una voz clamaron, diciendo: ¡Oh, ten misericordia, y aplica la sangre expiatoria de Cristo para que recibamos el perdón de nuestros pecados (Mosiah 4:2).

En el libro de Alma [que se encuentra en el Libro de Mormón], nos enteramos de [un pueblo llamado los] anti-nefi-lehitas y [de] su conversión a Cristo. Después de haber sido liberados de la esclavitud de sus muchos pecados y de haber experimentado la vida en Cristo, tenían tanta repulsión por la idea de volver a pecar que enterraron sus armas de guerra en la tierra e hicieron un convenio con el Señor de nunca levantarlas otra vez, incluso a riesgo de sus vidas. “Y así vemos que cuando estos lamanitas llegaron a conocer la verdad y a creer en ella, se mantuvieron firmes, y prefirieron padecer hasta la muerte antes que pecar; y así vemos que enterraron sus armas de paz, o sea, enterraron sus armas de guerra en bien de la paz. (Alma 24:19).

Al entregar nuestras vidas a Jesucristo, debemos enterrar nuestras armas de guerra. Tenemos que enterrar nuestro perfeccionismo, el orgullo y la autosuficiencia. Por paradójico que parezca, debemos dejar de lado nuestros esfuerzos para perfeccionarnos y entregar ese proceso a Aquel de quien es esta obra y gloria. Debemos permitirle que realice el trabajo que sólo Él puede hacer. Debemos postrarnos delante de nuestro Salvador, entregarle nuestros corazones, y permitirle al Gran Médico realizar la delicada cirugía que sólo Él tiene la experiencia necesaria para llevar a cabo. Tenemos que enterrar la vanidad y la incredulidad que nos impide experimentar a Cristo. No hay otra manera.

Debemos tener a Cristo en nuestras vidas con el fin de recibir la paz y la felicidad verdadera y duradera y para poder entregar nuestras “armas de guerra”. Por medio de él todas las cosas son posibles. Me gusta una cita de un apóstol mormón, Jeffrey R. Holland, hablando sobre todo a las madres:

Es imposible lograrlo solas, pero tienen quien les ayude. El Maestro de los cielos y la tierra les bendecirá; El, que resueltamente busca a la oveja perdida, que barre con diligencia en busca de la moneda perdida y que espera eternamente el regreso del hijo prodigo. De ustedes es la obra de salvación y por consiguiente serán magnificadas, recompensadas, serán hechas más de lo que son y de lo que jamás hayan sido al esforzarse honradamente, no obstante lo inadecuado que algunas veces piensen que es ese esfuerzo..

Recuerden… “He aquí… no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar” (2 Nefi 31:19).

Confíen en El plenamente y para siempre. Y sigan “adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza” (2 Nefi 31:20) … Al igual que la mujer que en forma anónima, con humildad, quizá incluso con titubeo y vergüenza, se abrió paso entre la multitud para tocar solamente el borde del manto del Maestro, Cristo les dirá a las mujeres que se preocupan, dudan o a veces lloran debido a la responsabilidad que tienen como madres: “Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado ” (Santa Biblia: Mateo 9 : 22). Y esa fe salvara también a sus hijos. [1]

Seamos humildes y de oración en todos los aspectos de nuestras vidas, confiando “totalmente” en Cristo. Al hacerlo seremos edificados, fortalecidos, consolados y ennoblecidos. Los invito a conocer más acerca de Jesucristo y lo que Él tiene para ofrecerle al cumplir con los misioneros mormones-que pueden ayudar, ya que son representantes de nuestro amoroso Salvador Jesucristo.

 

Este artículo fue escrito por

Ashleyashley – who has written 42 posts on Jesus Christ.
Ashley Bell es una esposa y madre de 22 años, graduada de BYU, y miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. A Ashley le encanta corer, cocina, la jardinería, leer y pasar la mayor parte de tiempo con la familia y amigos.

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