Como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (inadvertidamente llamada la “Iglesia Mormona” por muchos), yo soy una firme creyente de que Jesucristo es mi Roca y mi Redentor. Sé que sin Él no soy nada, pero con Él puedo ser todo.
En un libro titulado Be Not Afraid—Only Believe, escrito por Ted L. Gibbons y publicado en 2009 por Cedar Fort, Inc. (pp 145-148), Gibbons comparte experiencias personales, combinadas con las creencias mormonas, que nos iluminan en el tema de Jesucristo como nuestra “Roca”.
La Roca del Cielo
En un día de verano, cuando yo tenía dieciséis años, fui con mis amigos a explorar una cueva grande en Logan Canyon. Sólo llevamos una linterna, que se me cayó y se rompió cerca de tres cuartos de milla en el interior de la caverna. Estábamos atrapados, sin iluminación en una situación de la que no podíamos escapar por nuestra cuenta. El camino era apenas seguro con una luz. En la oscuridad absoluta era imposible. Así que hicimos lo único que podíamos hacer. Esperamos y oramos. Después de cerca de tres horas, un hombre con dos niños entraron en nuestra parte de la cueva. Los seguimos. Dondequiera que iban, íbamos: tenían una luz.
Recuerdo la primera vez que vi la luz del Señor y sabía que me podía llevar a un lugar seguro. La oscuridad en la que me senté y esperé fue menos evidente para los demás que los límites ennegrecidos de Logan Cave, pero era real. “Yo estaba en el más tenebroso abismo” cuando Él vino. Pero Él ha venido, y “[vi] la luz admirable de Dios” (Mosíah 27:29). Ese día decidí que quería seguirle. Él tenía la luz.
Para todos los que han experimentado la oscuridad y que han orado y esperado por alguien con una luz, las palabras que siguen son una fuente de consuelo: “Yo soy el Mesías, el Rey de Sión, la Roca del Cielo, que es extensa como la eternidad; quien entre por la puerta y suba por medio de mí, jamás caerá” (Moisés 7:53).
Cuando la vida nos lleva a la tristeza y caminamos de la serenidad al sufrimiento, y cuando esa angustia continúa por semanas, meses o años, la promesa del Mesías en Moisés 7:53 es el antídoto perfecto. Sólo tenemos que creer y actuar sobre las palabras del Señor: Entra por la puerta. Sube por medio de mí. Jamás caerás.
He estado pensando en ese ascenso. El término asidero, utilizado por los montañeros, se refiere a una forma en que los escaladores se protegen a sí mismos de las caídas. Alguien hace un ascenso o una travesía en un lugar peligroso y luego ancla la cuerda en una posición segura por su propia fuerza, o con dispositivos mecánicos, o ambos. Cuando la línea es segura, el primer escalador dice algo así al siguiente: “ya está listo el asidero”, que significa, “yo evitaré que caigas”. Esa escena describe lo que el Salvador ha hecho por los que entran por la puerta y suben por medio de Él. En esencia, Él dice: “Ya está listo el asidero. Yo los atraparé, no los dejaré caer”.
David O. McKay enseñó una lección acerca de lo que significa ser capaz de confiar en la persona que está sosteniendo la cuerda.
[Una] empresa de botánicos [estaba] buscando algunas flores especiales en las Montañas Rocosas canadienses, [y] llegó un día a una flor muy rara por el lado de un acantilado. Para llegar a ella, tenían que volver sobre sus pasos y retroceder diez millas para salir por el valle de abajo. Alguien sugirió que si tenían una cuerda podrían hacer que un niño bajara para recoger las muestras. Esta sugerencia fue motivada por el hecho de que un niño los había estado siguiendo. . . observándolos en silencio.
“Mira, muchacho, te daremos 5 dólares si te pones esta cuerda alrededor y nos permites bajarte para conseguir esas flores”.
Sin decir una palabra, el muchacho se echó a correr. Ellos pensaron que lo habían asustado. Fue a una casa cercana y pronto regresó con un hombre a su lado. Entonces el pequeño le respondió:
“Pueden poner esa cuerda a mi alrededor, y yo conseguiré la flor, si dejan que mi papá sostenga la cuerda”.
Tenemos que estar dispuestos a arriesgar las incertidumbres de la mortalidad, las tragedias y las pruebas que sin duda vendrán, porque sabemos quién está sosteniendo la cuerda. Estamos en asidero, asegurados por la fortaleza de Dios para no caer en la destrucción.
Helamán, un profeta del Libro de Mormón, dijo a sus hijos:
Y ahora bien, recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán. (Helamán 5:12).
“Entra por la puerta y sube por medio de mí”, ha invitado. “Construye tu vida sobre este fundamento”. Notemos que hay que entrar por la puerta antes de subir. Las incertidumbres no cesarán porque hemos hecho un convenio con Él: los impetuosos vientos, torbellinos, granizo y tormentas poderosas aún caerán sobre nosotros. Aun así tenemos que subir. Pero debido a esta roca, no podemos caer.
Doy testimonio de que Jesús es el Cristo. Los invito a aprender más sobre él y Su papel como nuestro Redentor, reuniéndose con los misioneros mormones y leyendo en reverencia el Libro de Mormón, preguntando a Dios si es verdad. Doy testimonio de que es verdad, porque yo lo he leído (en innumerables ocasiones) y recibí una respuesta para mí misma una y otra vez.
Este artículo fue escrito por Ashley Bell, miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
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