Para creer en Jesucristo tenemos que confiar en Él, contar con Él, y depender de Él y de Su gracia. La gracia del Salvador es Su poder habilitador que fluye a nosotros sin merecerlo, y viene en virtud de la solitaria, singular y magnífica expiación del Salvador.
¿Qué es Su expiación? ¿Cómo Él da Su gracia? Vamos a hablar de eso por un minuto, no completamente porque es imposible en este o cualquier espacio, pero lo suficiente como para comprender la sencillez y la profundidad del sacrificio, muerte y resurrección de Jesucristo para nosotros.
Jesús murió para pagar el precio de nuestros pecados, debilidades, malos juicios, y para sufrir por nuestros dolores, enfermedades, injusticias y confusiones. ¡Él ya ha terminado ese sacrificio expiatorio! El agonizó en Getsemaní y en la cruz por sus pecados y los míos, a fin de pagar la deuda que la justicia exige para borrar todas las penas del pecado. A través de ese pago, que requirió Su vida, Él encontró justicia y la satisfizo, ¡abriendo la puerta de la misericordia para cada uno de nosotros! Jesucristo fue voluntariamente. Su expiación no fue un accidente ni una desviación, ni un evento no deseado en el plan de Dios o en el Suyo. Esto estaba preordenado. Jesús pudo haberlo evitado en cualquier punto como Hijo de Dios, pero Él escogió sufrir debido su amor profundo y personal hacia cada uno de nosotros. Terminó Su curso – Su sacrificio infinito – y lo hizo por usted. Lo hizo por mí.
La expiación, entonces, ya ha concluido y le ha sido entregada. Usted y yo y cada uno de nosotros sólo debemos aceptarla y aplicarla mediante el arrepentimiento o el abandono del pecado. Sabemos qué es el pecado. Tenemos un sentido del bien y el mal con el que entramos en el mundo, como hijos de Dios. Apartarnos del pecado y dirigirnos hacia la luz, hacia la Luz del Mundo, nos lleva a un lugar de gozo y de resolución, una vida que comienza a expandirse en Jesucristo.
Para ser bautizado por inmersión en la Iglesia de Cristo, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (inadvertidamente llamada por amigos de otras religiones Iglesia Mormona), uno debe someterse a la ordenanza que nuestro Señor cumplió en el río Jordán, en el que los conversos se presentaban el día de Pentecostés, en el que el carcelero diera obediencia la misma noche de su conversión, y en el que Juan el Bautista llamara a los arrepentidos a someterse. Aunque el signo externo u ordenanza requerida por el Salvador Jesucristo y realizada por alguien que posee Su autoridad y poder por sí sola no nos salva, el bautismo establece, simboliza y da testimonio de nuestra muerte, sepultura y resurrección con Jesús. Al igual que el Sacramento, o la Cena del Señor, en que renovamos esos convenios con Jesucristo todos los domingos a cambio de perdón y gracia para servir, el bautismo no debe ser olvidado.
Buscador, amigo, ¿usted cree en Jesucristo? Si usted tiene el deseo de creer, entonces arrodíllese y pregunte a Dios, el Padre de su propio espíritu, si Jesús no es Su hijo, y luego escuche y espere que la sensación de seguridad lo envuelva. El Señor promete en El Libro de Mormón, un volumen de escritura sagrada, que acompaña a la Santa Biblia, que “si tenéis el deseo de creer”, incluso como una pequeña semilla, y permite que el deseo obre en usted, la experimentación de esto y Sus palabras crecerán en usted, y entonces puede saber que es real. Usted podrá degustar los frutos de la fe, y será dirigido hacia la verdad, después de seguir al Salvador, y dirigido por Él para recibir el bautismo con el don del Espíritu Santo, y podrá entrar en el reino y en última instancia, en Su santa casa (templos SUD) (Libro de Mormón: Alma 32) para tener plenitud de Sus bendiciones prometidas aquí y plenitud en la eternidad, mientras permanezca fiel.
Gracias al bautismo realizado por alguien que posea la autoridad de Cristo (que se encuentra sólo en la Iglesia de Jesucristo), usted puede comenzar a aproximarse más a Él, y encontrar su verdadera misión en la vida. Entonces, usted será capaz de desechar sus miedos, encontrar respuestas, sentir esperanza, y ver la dirección desde caos en que pueda estar, o el orden de sus actuales circunstancias. Y en la fortaleza que usted gana y que cada uno de nosotros gana de Él – Su gracia – somos alimentados, refrescados, llenados y renovados a fin de obrar para Él y para Su gloria, que nos da mucho gozo y nos permite llegar a nuestro propio potencial.
Recuerde la promesa, la invitación, el llamado a usted y cada uno de nosotros que realizó Jesucristo Nuestro Señor:
La promesa:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
La invitación, el llamado:
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar (Mateo 11:28)
Y ahora bien, mis amados hermanos, y también vosotros los judíos y todos los extremos de la tierra, escuchad estas palabras y creed en Cristo; y si no creéis en estas palabras, creed en Cristo. Y si creéis en Cristo, creeréis en estas palabras, porque son las palabras de Cristo, y él me las ha dado; y enseñan a todos los hombres que deben hacer lo bueno (Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo: 2 Nefi 33:10)
Recursos adicionales: