El perdón de Jesús Mormon

El que esté libre de pecado, por Liz Lemon Swindle

El perdón a los demás

El perdonar a alguien que nos ha ofendido es una experiencia humillante.  Los mormones creemos que cuando perdonamos, estamos reconociendo que es el papel de Dios juzgar al hombre más no el nuestro.  Cuando perdonamos, reconocemos que las personas no somos perfectas y cometemos errores.  Para ser capaces de perdonar a alguien requerimos fe en el Señor Jesucristo y en nuestro Padre Celestial.  El Señor está dispuesto a ayudar a la persona que desea perdonar.  El poner en práctica el perdón es una experiencia liberadora; nos libera del odio, la envidia y del dolor que nos agobian y detienen nuestro progreso espiritual.

“Por tanto, os digo que debéis perdonaros los unos a los otros; pues el que no perdona las ofensas de su hermano, queda condenado ante el Señor, porque en él permanece el mayor pecado.

Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres” (Doctrina and Convenios 64:9, 10).

“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre tampoco perdonará vuestras ofensas (3 Nefi 13:14, 15).

Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas (Marcos 11:25, 26).

El Señor nos ha dicho que debemos perdonar a todos los hombres por las ofensas que comenten contra nosotros a fin de recibir el perdón de nuestros pecados.  Debemos orar para tener la fortaleza de perdonar a aquellos que nos han hecho mal, y debemos abandonar los sentimientos de ira, rencor o venganza.  También debemos mirar el bien de los demás en lugar de centrarnos en sus faltas y magnificar sus debilidades.  Dios será el juez de las acciones perjudiciales de los demás.  Es importante entender que perdonar a alguien no siempre significa una mayor exposición ante ellos.  Por ejemplo, podemos perdonar a un abusador de menores dejando de tener sentimientos de maldad contra él, pero no sería prudente que lo invitemos a quedarse en nuestra casa.  Algunas personas no son confiables y lo seguirán siendo, incluso después de haber sido perdonados.

Ganar el perdón por nuestros pecados

Nosotros, como mortales imperfectos, estamos obligados a cometer errores aquí en la tierra.  Nuestro Padre Celestial sabía esto cuando nos envió a la tierra.  Debido a que vamos a cometer errores, Dios nos bendijo con la expiación de Jesucristo.  Jesucristo hizo el máximo sacrificio por nuestros pecados para que podamos ser perdonados de todos nuestros errores.  Gracias a que él pagó el precio por el pecado, podremos vivir con nuestro Padre Celestial si nos arrepentimos de lo que hacemos mal.

Debido a la expiación de Jesucristo, podemos recibir el perdón de nuestros pecados a través del arrepentimiento sincero y completo.  El pecado trae sufrimiento y dolor, pero el perdón del Señor trae alivio, consuelo y gozo.  El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “La esencia del milagro del perdón es que trae paz al alma previamente ansiosa, inquieta, frustrada y tal vez atormentada….Dios enjugará las lágrimas de la angustia y el remordimiento,… y el miedo y la culpa” (El milagro del perdón, 363, 368).

Hay varios pasos fundamentales para el arrepentimiento y cada uno de ellos es imprescindible para lograr que éste sea total.  El presidente Joseph F. Smith precisó algunos de ellos así: “El arrepentimiento verdadero no sólo es sentir pesar por los pecados y hacer humilde penitencia y contrición delante de Dios, sino que comprende la necesidad de apartarse del pecado, la suspensión de toda práctica inicua, una reformación completa de vida, un cambio fundamental de lo malo a lo bueno… restituir hasta donde sea posible, por todo lo malo que hayamos hecho… Éste es el arrepentimiento verdadero, y se requiere el ejercicio de la voluntad y toda la fuerza del cuerpo y de la mente para llevar a cabo esta obra gloriosa del arrepentimiento”.

Jesucristo enseñó el perdón a través de Su ejemplo y acción.  Cuando Jesucristo expió los pecados del mundo, pidió que aquellos que lo crucificaron sean perdonados porque “no saben lo que hacen”.  Este es el supremo acto de perdón.  Poder bendecir a aquellos que se burlan, que odian y que torturan, incluso cuando están en el proceso, es mostrar el verdadero perdón.

“He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más” (Doctrina y Convenios 58:42).

“Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).

“Sí, en verdad os digo que si avenís a mí, tendréis vida eterna. He aquí, mi brazo de misericordia se extiende hacia vosotros; y a cualquiera que venga, yo lo recibiré; y benditos son los que vienen a mí” (3 Nefi 9:13-14).

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