adam-eve-alter-mormonLa Caída de Adán trajo al mundo tanto muerte física, que es la separación del espíritu del cuerpo (Santiago 2:26), como muerte espiritual, que es la separación de Dios o alienación de las cosas pertenecientes a Dios (Alma 12:32). La Expiación de Jesucristo nos redime, o nos rescata, de los efectos de la Caída. Bruce R. McConkie enseñó que hay dos clases de “redención”: condicional e incondicional. (Doctrina Mormona, 2ed, Bookcraft, 1966, 623)

La redención incondicional proporciona dos dones gratuitos a la humanidad. El primer don incondicional es que todos aquellos que alguna vez tienen o tendrán vida en la mortalidad serán redimidos de la muerte física mediante la Resurrección, porque Jesús “gustó de la muerte por todos” (Hebreos 2:9). Juan registró el propio testimonio del Salvador que “vendrá la hora cuando, los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de justos; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de injustos”. (Versión inspirada, Juan 5:29)

Ya sean justos o injustos, todos se levantarán con un cuerpo inmortal, nunca más estarán sujetos a la muerte o los dolores, enfermedades, y fatigas del cuerpo mortal (Alma 11:41-45). Llegué a apreciar aquella bendición cuando era adolescente. Mi padre sufría de los efectos de la diabetes, inclusive perdió la visión en los dos últimos años de su vida. Aunque, experimenté una gran pérdida durante mi último año de la secundaria cuando él murió, sentí paz al saber que su espíritu estaría algún día reunido con un cuerpo físico perfecto, libre de las aflicciones físicas que había sufrido en su vida. Me regocijé sabiendo que su muerte había restaurado su visión y que podía ver a su familia por primera vez en más de dos años. “Jesús dijo…he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean”. (Juan 9:39)

La segunda bendición incondicional de la Expiación está expresada en nuestro segundo artículo de fe. “Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán”. Aunque cada uno de nosotros ciertamente está influenciado por la Caída de Adán (es decir, todos nosotros experimentamos dolor, sufrimiento, enfermedad y muerte), la gracia infinita de Cristo evita que seamos castigados por la transgresión de Adán o los pecados de cualquier otra persona. Podemos sufrir debido a los pecados de otros, pero aquel sufrimiento no ocurre como un castigo impuesto por Dios. No sería justo que Dios castigue a una persona por los pecados de otros. Juan volvió a codificar las palabras de Jesús: “El Padre… todo el juicio dio al Hijo” (Juan 5:22) y “mi juicio es justo”. (Juan 5:30)

La redención de la muerte física es incondicional, pero la redención de la muerte espiritual no lo es. Según Bruce McConkie, la “redención condicional es sinónimo de exaltación o vida eterna. Y viene por la gracia de Dios junto con buenas obras e incluye la redención de los efectos de la caída temporal y espiritual” (Doctrina Mormona, 623). Nos alienamos nosotros mismos de Dios y morimos espiritualmente mediante el pecado. Y debido al pecado, Juan pensó, todos tienen necesidad de la Expiación (1 Juan 1:8). Juan además explicó que la Expiación proporciona la redención de la muerte espiritual bajo las condiciones de arrepentimiento y posterior obediencia, además hace posible el nacimiento espiritual (Juan 3:3-5, 8:51). “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo; y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. (Traducción de José Smith, 1 Juan 2:1-2)

La palabra expiación en inglés “atonement” significa literalmente reconciliar o establecer una unión con Dios (set at-one). Jesús, quien era uno con el Padre, media una reconciliación con Dios por medio de la cual “nuevamente podemos tener comunicación con [el Padre] y hacernos dignos de morar para siempre como un ser resucitado en los mundos eternos” (James E. Talmage en Hugh B. Brown, The Abundant Life – La vida abundante, 1935, 315). Al hacer esto, Jesús, “el autor y consumador de la fe” responde a los fines de la justicia y origina nuestra felicidad eterna, la cual es el fin o el “objeto y propósito de nuestra existencia” (Enseñanzas del Profeta José Smith, 1976, 255)

El arrepentimiento condicional requiere que nos arrepintamos completamente de todos nuestros pecados. El arrepentimiento que trae el perdón total requiere sufrimiento. Spencer W. Kimball dijo: “No puede haber perdón sin arrepentimiento absoluto y real, y no puede haber arrepentimiento sin castigo”. El pecador que no se ha arrepentido debe pagar el precio completo del pecado” (“To Bear the Priesthood Worthily”-“Poseer el sacerdocio dignamente”, Ensign– revista en inglés- 1975, 78)

¿Puede el pecador arrepentido escapar del sufrimiento por completo, o aún se encuentra sujeto a las exigencias de la justicia? ¿Satisface el pecador arrepentido las exigencias de la justicia mediante su propio sufrimiento, mediante sus propias obras de arrepentimiento?

Dallin H. Oaks, [un apóstol del Señor], respondió estas preguntas. Él dijo:

¿Estos versículos significan que una persona que se arrepienta no tendrá que sufrir en absoluto porque el Salvador carga con todo el peso de la culpa? No, significan que la persona que se arrepienta no tendrá que sufrir “tal como” sufrió el Salvador por ese pecado. Los pecadores que se arrepientan sentirán algo de sufrimiento, pero por su arrepentimiento y por la Expiación, no experimentarán la magnitud… total del tormento que sufrió el Salvador por ese pecado… El sufrimiento que impulsa a un trasgresor al arrepentimiento es su propio sufrimiento. Pero el sufrimiento que satisface las exigencias de la justicia para todas las trasgresiones es el sufrimiento de nuestro Salvador y Redentor. ..Algunos trasgresores… [preguntan] “Por qué debo sufrir”…Ahora que dije lo siento, ¿por qué no puede tener compasión y olvidar esto?… El trasgresor arrepentido debe cambiar, y las condiciones de arrepentimiento, incluyendo la confesión y el sufrimiento personal, son necesarias para lograr aquel cambio. El hecho de excluir a un trasgresor de estas condiciones le privaría del cambio necesario para su salvación” (“What Think Ye of Christ” – “¿Qué pensáis de Cristo?”, Ensign -revista en inglés- Noviembre 1988, 67)

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