christus-jesus-christ-mormonJesucristo es el autor de la paz, el Príncipe de Paz. En este laboratorio de aprendizaje que es la mortalidad, descubrimos que la paz llega cuando Jesucristo ocupa un primer lugar en nuestras vidas. Nos damos cuenta que Él vive, que verdaderamente pagó el precio de nuestros pecados, nuestra poca visión y nuestra debilidad, mediante el sufrimiento personal por cada uno de ellos, y que Él se ha convertido en nuestro Abogado con el Padre gracias a Su sacrificio expiatorio, para facultarnos, elevarnos, salvarnos y redimirnos. Él solo puede traer la paz a nosotros mediante el don de Su Espíritu.

Las palabras del Salvador son literales y son para ustedes y para mí: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. (Juan 14:27)

Jesucristo desea que tengamos descanso y mientras percibimos Su amor, nos sentimos guiados a lo largo de las “aguas tranquilas”. Podemos sentir esto incluso entre la multitud de problemas y vientos mordaces de mares tempestuosos en varios momentos de nuestras vidas. Cuando pensamos que Dios nos dio la espalda, cuestionamos cómo o por qué Él puede permitir un cierto sufrimiento inocente o pena emocional, descubrimos que Él siempre está frente a nosotros. Él nunca se aleja. Él nunca nos abandona; Él nunca causa daño o dolor; pero en ocasiones permite que el mal que hacen otros siga su curso, que los malvados puedan ser juzgados y porque nadie puede ser forzado a ser Su seguidor y amigo. Aquellos que causan maldad intencionalmente sufrirán hasta arrepentirse. Mientras la gracia de Cristo es perfecta, la exigencia de justicia se cumple en esta vida y en la siguiente.

La usurpación del albedrío, incluso si significa quitar todas las consecuencias del mal, podría entorpecer el plan para su -y mi- felicidad eterna. No existe cosa tal como el “bien forzado”. Si se nos animara a obedecer a cada momento, nunca creceríamos. Seríamos robots espirituales y emocionales buscando en la vida la salida de manera falsa. Ya que el plan es más mayor y mejor que eso, así también es el riesgo y la aparición del sufrimiento. Todo esto, no obstante, será superado por el Salvador.

Si usted se está preguntando cuán cerca está Jesucristo en su prueba específica, reflexione un momento sobre las siguientes palabras de Truman Madsen, educador mormón.

“Ninguna cantidad de abuso mortal puede extinguir el brillo divino. Si usted sólo conociera quién es, qué hizo y cómo ganó los privilegios de la mortalidad, y no sólo de la mortalidad de este tiempo, este lugar, esta dispensación, y las personas que debían cruzarse e intervenir en su vidas; si conociera ahora la visión que usted tenía entonces de que esta experiencia, esta prueba (lo que en mis momentos amargos denomino callejón fantasma de mortalidad) podría producir; si usted supiera el infinito poder latente que está guardado bajo llave y escondido hoy para nuestro propio bien –si usted supiera estas cosas, nunca más se doblegaría ante las humillaciones que son muy frecuentes hoy en nuestra cultura. En todas partes…la negación del valor y la dignidad del hombre” (Truman Madsen, The Highest in Us (Lo más alto en nosotros), Bookcraft, 1978, pág.12)

Si usted no sabe quién es Jesucristo, si le han enseñado que Él sólo es un hombre, si tiene preguntas y turbulencias en su interior, le invitamos a mirar más cerca a Su vida, Sus evangelios, Sus enseñanzas, y a preguntar a Dios si Jesús no es Su Hijo, mediante quien usted puede encontrar todo lo que necesita para la felicidad.

Testifico que Él es la respuesta que usted está buscando para encontrar paz. Él es su Abogado. El conocerlo está a su alcance. “Para sobrevivir, y hasta para hallar felicidad y gozo en un mundo cada vez más inicuo, debemos estar claramente del lado del Señor, sin importar lo que suceda” (James E. Faust, apóstol, Liahona, noviembre de 2004, pág. 18)

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