Porque los títulos que se le da a Jesús son simbólicos, se pueden analizar para obtener una mejor apreciación de ellos y para aprender quién es en verdad Él. Uno de los títulos de Jesucristo que tiene un nivel profundo de simbolismo es cuando lo llaman “el Cordero de Dios”. Intentaré dar una explicación simple de lo que significa este título, y por qué entre todas las criaturas se eligió a un cordero para representar al Salvador.

Jesús-sosteniendo-un-carnero-mormónMucho antes de que el Cordero de Dios naciera en Belén, Isaías comparó al Salvador, de todos los hombres y mujeres, con un cordero cuando escribió: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53:7). Por lo tanto, el cordero es un símbolo de sumisión, humildad y disposición para someterse a la voluntad del amo. Es verdad que Jesús es todo esto (humilde, dispuesto a someterse ante el Padre) pero el nivel de simbolismo es mucho más profundo que esto.

Pero antes de dar una explicación más amplia sobre porqué a Jesús se le llama el Cordero de Dios, debemos analizar por un momento la Ley de sacrificio, un rito de adoración que se ha practicado como parte de la alabanza desde los días de Adán y Eva. El comprender la Ley de sacrificio nos dará un punto de inicio para el simbolismo más profundo de porqué se le llama a Jesús el Cordero de Dios.

El Diccionario de la Biblia dice que: “Poco después de la expulsión de Adán y Eva del Jardín de Edén, el Señor les dio la ley de sacrificios, que consistía en la ofrenda de las primicias de sus rebaños, a semejanza del sacrificio futuro del Unigénito de Dios” (Diccionario de la Biblia: Sacrificios). Por lo tanto, la ley señaló a los hombres y a las mujeres “ese gran y postrer sacrificio; y ese gran y postrer sacrificio será el Hijo de Dios, sí, infinito y eterno” (Alma 34:14).

En la ley mosaica se lee que los sacrificios deben ser de “un macho sin defecto” (Levítico 1:3), las primicias o primogénitos del propio rebaño (Números 18:17), y sin tener ningún hueso quebrado (Éxodo 12:46). Los corderos de este tipo eran pertenencias de gran valor y tenían que ofrecerse de manera voluntaria. Después de que se sacrificó al cordero pascual, se lo “comieron… con pan sin levadura y hierbas amargas” (Diccionario de la Biblia: Fiestas). Todo lo que sobró se quemó.

Esto es lo que sucedía cuando se sacrificaban corderos durante la Pésaj, una fiesta de los judíos que se “instituyó para conmemorar el pasar de largo sobre las casas de los hijos de Israel en Egipto cuando Dios castigó a los primogénitos de los egipcios” y la “salvación de Israel de Egipto” (Diccionario de la Biblia: Fiestas). Este sacrificio del cordero en la fiesta del Pésaj es conocida como el “cordero pascual”.

James E. Talmage dijo, uniendo las piezas del rompecabezas:

“El cordero pascual, a quien se le da muerte por cada hogar israelita en la fiesta anual recurrente del Pésaj, era un tipo particular del Cordero de Dios a quien en su debido momento se le daría muerte por los pecados del mundo. La crucifixión de Cristo se llevo acabo por la época de la Pascua; y la consumación del Sacrificio supremo, de los cuales los corderos pascuales han sido prototipos menores, hizo que el apóstol Pablo afirme, tiempo después, lo siguiente: ‘porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros’” (Jesús el Cristo. Ciudad del Lago Salado: Deseret, 1922. 46-47).

Además,

“Si ‘la preparación de la pascua’ (Juan 19:14) del viernes, día de la crucifixión de Cristo, significa la matanza de los corderos pascuales, nuestro Señor, el verdadero sacrificio del cual todas las primeras víctimas de altar han sido sólo prototipos, murió en la cruz mientras que se daba muerte a los corderos pascuales en el templo” (Ibídem. 620).

Por lo tanto, Abraham dijo de una manera profética, cuando se preparaba para sacrificar a su único hijo: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío” (Génesis 22:8).

Jesucristo es el Cordero de Dios. Él es varón, no tiene pecados ni imperfecciones. Ninguno de sus huesos estaban quebrados (Juan 19:36). El era el Primogénito. Él es sumiso, humilde y dispuesto a someterse a la voluntad de su Padre. Él es nuestra Pascua (1 Corintios 5:7).

Mientras que todos los sacrificios, incluida la Pascua, ayudaron a la antigua Israel a esperar el suceso más grande que alguna vez haya ocurrido en la tierra, el Sacramento de la Cena del Señor nos ayuda a recordar ese mismo suceso. De manera simbólica, comemos Su carne y bebemos Su sangre como una muestra del recuerdo de ese suceso trascendental (Mateo 26:26-28). De esta manera, la ley antigua se ha eliminado y se ha reemplazado con una nueva.

“Porque es preciso que haya un gran y postrer sacrificio; sí, no un sacrificio de hombre, ni de bestia, ni de ningún género de ave; pues no será un sacrificio humano, sino debe ser un sacrificio infinito y eterno” (Alma 34:10).

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