Against the Wind MormonPor Steven O’Dell

Me criaron buenos padres que se preocupaban por sus hijos, veían por sus necesidades y educación dentro de sus posibilidades. Teníamos riqueza de amor, pero no de dinero. Durante años, asistía esporádicamente a las reuniones de la iglesia, pero no lo suficiente como para decir que tenía inclinación religiosa o que estaba informado al respecto. Mis abuelos de ambos lados de la familia merecían ser llamados santos, si alguna vez hubiera existido alguno. Eran temerosos de Dios y creyentes respetuosos. No ha existido mejores personas que ellos.

Mientras estaba en secundaria, me empezó a interesar asistir a una iglesia a la que mis amigos pertenecían. Era una rama local de La Iglesia de Cristo. Incluso, el pastor me bautizó durante mi permanencia. Tuvimos paseos como un grupo joven y la pasábamos bien, pero siempre parecía faltar algo de esa experiencia. Se sentía como si se necesitara más que reuniones sociales.

A lo largo del camino, fui a parar con la gente equivocada y comencé a experimentar con marihuana y otras, así llamadas, drogas ‘recreacionales’. De más está decir que mi asistencia a la iglesia se redujo a cero. Ninguno de los así llamados amigos, ni siquiera el pastor, vino a averiguar dónde estaba. Había pensado que preguntar de manera casual en el colegio hubiera sido adecuado, pero nada de eso sucedió.

Para el invierno de 1971, yo era un típico hippy, envuelto en drogas, música rock and roll e inmoralidad sexual. Había sido arrestado por cargos de delito menor por posesión de marihuana y me habían dado un año de libertad condicional. En el fondo, no era una mala persona, sino que sólo había desarrollado malos hábitos. Era susceptible ante los demás (tan susceptible como podrían serlo los amigos con malos hábitos y los filósofos egocéntricos de los sesenta cuando están bajo la influencia ocasional de las drogas). De ninguna manera era un adicto a las drogas, pero no era sabio en las elecciones que hacía de lo que ponía en mi cuerpo y mi mente.

Después de usar aproximadamente diez veces LSD, le comenté a un amigo cómo al parecer eso ya no me satisfacía y que algo faltaba en esa experiencia. El sugirió que tal vez estaba buscando lo equivocado. Sólo esa simple oración. Deje la conversación sin saber lo que debía buscar pero sabiendo de algún modo que había algo importante en su sugerencia.

Una noche, otro amigo y yo estábamos compartiendo una experiencia de LSD cuando a ambos nos tocó experimentar algo sorprendente. Dan y yo estábamos sentados en la mesa de la cocina conversando, sintiendo con fuerza los efectos del LSD cuando de repente ambos nos quedamos boquiabiertos, asombrados por un cambio del cual estábamos conscientes simultáneamente. Ya no éramos los únicos en la habitación. Los efectos del LSD se habían ido totalmente y algo mucho más poderoso e imposible de describir los había reemplazado. Ahora, allí había una presencia inteligente superior con nosotros y ambos lo sabíamos sin lugar a dudas. No podíamos verlo, tampoco oírlo, pero se comunicaba con nosotros, de espíritu a espíritu. Nuestra primera reacción fue sentir un gran temor, ya que ninguno de nosotros había sentido alguna vez una presencia como esa. De alguna manera había un sentimiento tangible de amor y paz incontenibles que nos aseguraban que estábamos fuera de peligro. Sólo lo puedo comparar con el sentimiento de recibir un gran abrazo de alguien a quien se ama profundamente.

Durante varias horas después, Dan y yo experimentamos un llenado de inteligencia, puro conocimiento, que ninguno de nosotros hubiera conocido de otro modo. Cada quince minutos, uno de nosotros se convertía en el portavoz del Espíritu de Dios y hablaba y enseñaba cosas que nos eran desconocidas. Lo verdaderamente increíble era cuando sucedía el cambio (de ser uno de nosotros el portavoz a que el otro tome el control) que ocurría a menudo en medio de una oración, sin ninguna duda. El otro no sólo tendría el mismo pensamiento, sino que continuaría con la misma palabra que venía después en la oración. Literalmente, éramos dos bocas compartiendo la misma mente. Era como conectarse a la central telefónica del Cielo. El http://es.mormonwiki.com/Esp%C3%ADritu_Santo tenía el control.

Como dije, esto duró varias horas. Intentábamos descansar un poco, pero no era posible hacerlo por lo emocionados que estábamos. Y terminábamos nuevamente en la mesa, enseñándonos el uno al otro más de lo que no sabíamos antes, pero por medio del Espíritu que estaba ahora con nosotros. Después, decidimos caminar. Era una noche de invierno en Indiana y la nieve estaba en el piso. Cuando caminábamos, miré hacia arriba y paré en seco, puesto que en el cielo, por un momento muy breve, tuve una visión de Dios en Su trono en los Cielos. Cuando dije esto en voz alta, Dan se quedó asombrado al escucharlo. El Espíritu también me dijo que la tierra era como un enorme cristal y el hombre lo estaba profanando con sus desobediencias. Este cristal era como un enorme Urim y Tumin, el instrumento que usaban los profetas del pasado para llegar a comprender bien las cosas de Dios. Que la tierra misma era tal medio era un concepto totalmente nuevo para mí, así como otro que obtuve mientras caminábamos. Comprendí que mi cuerpo era simplemente un medio de viaje y una morada para mi cuerpo espiritual y mi inteligencia. Supe, sin duda alguna, que había vivido antes este mundo y que había sido enviado aquí por un propósito que todavía no comprendía.

Otras cosas bastante extraordinarias sucedieron esa noche. Un álbum favorito de música que antes habíamos escuchado muchas veces tuvo en ese momento un nuevo significado. Creo firmemente que Dios nos enseña según la manera en que cada uno comprende las cosas, ya sea por medio de símbolos, matemática o música. El disco de larga duración que teníamos era Fire and Water (fuego y agua) (definitivamente había simbolismo bíblico ahí) de un grupo llamado Free (libertad). Los pensamientos seguían viniendo a mi cabeza: “la verdad te liberará”. No tenía ninguna idea de dónde venía esto, ya que no estaba muy conectado con la Biblia en ese momento de mi vida. Pero el Espíritu nos dijo que tocáramos está grabación una y otra vez, específicamente una canción llamada “Heavy Load” (carga pesada).

Esta canción tenía un ritmo torpe, pesado y lento como si un hombre estuviera caminando con sus últimas energías, apenas capaz de arrastrase por el camino. La canción trataba sobre un hombre que había tomado el camino equivocado en su vida y estaba en realidad llevando una carga pesada debido a sus decisiones. Cuando la aguja tocó la primera nota de la canción, ambos, Dan y yo, sentíamos un peso tremendamente pesado que nos aplastaba hasta chocar contra el piso y se reducía a llanto y lágrimas incontrolables. Esto no terminaba hasta que los últimos sonidos de la nota final desaparecían. Cuando el peso sobre nosotros se aligeraba, podíamos pararnos y hablar otra vez. Se nos permitía descansar aproximadamente cinco minutos, y luego nos llevaban a escuchar otra vez, con los mismos resultados que antes. Muchas veces se nos indicó que repitiéramos esta secuencia. Cada vez que la música comenzada, nos aplastaban con el peso de nuestros pecados, ya que yo sé cómo es eso ahora.

Antes había escuchado la canción muchas veces, pero la letra cambiaba a medida que escuchaba. Lo que una vez había sido “oh, estoy llevando una carga muy pesada, no puedo llegar tan bajo, es el camino equivocado” ahora cambiaba a “Señor, estoy llevando una carga muy pesada…”. De manera sorprendente, Dan no escuchaba ningún cambio en la canción. Habíamos experimentando casi todo con total sincronización. Ahora, teníamos una diferencia importante.

Esa noche, cuando hablábamos mientras poníamos la canción, Dan veía sombras de figuras que se escondían en las esquinas oscuras cuando volteaba a mirarlas. Era como si los demonios sabían que él podía verlos. Yo no podía verlos. Tal vez, ese no era mi don, pero sí el suyo. Fuimos de habitación en habitación, prendiendo las luces, deseando luz en lugar de oscuridad. Cuando dejábamos las habitaciones, otras personas que vivían en la casa las apagaban y se escondían en la oscuridad. Dejaban las habitaciones cuando entrábamos. No era el hecho de que estaban compartiendo de alguna manera la experiencia, sino que parecía que sabían que algo bastante inusual estaba sucediendo definitivamente. Ellos simplemente no querían nada de esto.

Pase de no estar en casa durante una semana por vez, sin que mis padres siquiera supieran si estaba vivo, a estar en casa todas las noches y leer la Biblia. Mis padres sabían que algo milagroso había ocurrido, pero aun cuando intentaba explicarlo, en realidad no podían comprenderlo. Y nunca hicieron pregunta alguna, lo que me sorprendió. Talvez, sólo estaban felices de que estuviera en casa y a salvo.

Aproximadamente seis meses después, era el único en la casa cuando los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tocaron la puerta. Anteriormente les había cerrado la puerta en la cara, pero ahora estaba interesado en escuchar lo que ellos tenían que decir. Se presentaron como élderes de la Iglesia, élder Atwater y Catmull. Y a medida que me enseñaban cosas que había aprendido anteriormente por el Espíritu de Dios (doctrinas únicas de los SUD), me emocionaba porque reconocía las enseñanzas que sonaban verdaderas otra vez en mi alma. Creo que ellos se sorprendieron de que yo estuviera tan receptivo, diciendo una y otra vez: “¡lo sé!, ¡lo sé!”.

En cierto momento, supe que tenía que pedir a mis padres que escucharan también. Saludaron cortésmente y dejaron la habitación durante la primera conversación o un poco más. Fui a buscarlos y les dije que también tenían que escuchar esto. Desde ese momento se sentaron y también se convencieron de que era verdad. Al mes de mi bautizo, el resto de mi familia se bautizó. Poco después comenzamos a recibir enseñanzas, al élder Catmull lo transfirieron a una nueva misión y el élder Fisher tomo su lugar. Las palabras Fisher y Atwater (pescador y agua) era otra señal para mí de que esta era la voluntad de Dios.

Sin embargo, algo interesante sucedió cuando los miembros de mi familia recibían enseñanzas. Mi hermana estaba asistiendo a otra congregación de La Iglesia de Cristo y había comentado que estábamos estudiando con los mormones. De repente, aquellos que no se aparecieron cuando estaba metido en drogas, tenía sobredosis y era arrestado salían de la carpintería para salvarnos de los mormones.

Una noche me visitó el pastor que me había bautizado en La Iglesia de Cristo. No lo había visto en años, pero ahí estaba. Le dije que estaba convencido de que si la verdadera iglesia estaba en la tierra, tendría la misma organización de apóstoles y profetas, los mismos dones del Espíritu y los mismos milagros que la iglesia antigua. Sonrió de una manera divertida, buscó en su Biblia el Nuevo Testamento y procedió a mostrarme los puntos que estaban relacionados con los apóstoles. Entonces me dijo que puesto que ellos ya no estaban más en la tierra, la autoridad antigua se había ido, así como los milagros y los poderes de Dios. A medida que mencionaba sus autoridades y poderes, mencionó el bautismo, lo cual sobresalió como una luz de neón para mí. Le pregunté si él había tenido la autoridad de bautizarme y comenzó a tartamudear y a balbucear tratando de buscar las palabras para explicar su respuesta para salir de esto. No deje que cambiara el tema. Y siendo sólo lo suficientemente ingenuo para ser menos que diplomático, le pegunte de manera directa: “¿Tuvo la autoridad para bautizarme o no? Estamos hablando de mi salvación eterna”. Nuevamente intentó responder, pero no pudo, así que se fue y nunca más volvió. A menudo me preguntaba cómo trataría de responder esa pregunta a sí mismo.

Una noche, un amigo de mi padre, quien trabajaba con él, vino con un ministro mientras estábamos teniendo una sesión con los misioneros antes del bautismo del resto de mi familia. Este ministro seguía insistiendo en que el Libro de Mormón había sido cambiado y que ya no tenía su forma original. Le alcancé uno a él y le pedí que me mostrara. Él retrocedió como si yo lo iría a lastimar. Una y otra vez insistía en que lo habían cambiado. Cuando nuevamente le alcancé el libro y le pedí un ejemplo, simplemente dijo: “Yo no tocaría ese libro corrompido”. Nunca había visto a mi padre moverse tan rápido, ni antes ni desde entonces. Se levantó del sofá y se fue a la parte más alejada de la habitación, y pensé que iría a agarrar al hombre por las solapas. En lugar de eso, se detuvo por un momento, justo delante de él, y dijo con una voz de autoridad: “Me temo que voy a pedirles que se retiren señores”. No había duda alguna que en verdad quería eso y ellos se retiraron de inmediato.

Después de que se fueron, caminó por la habitación varias veces, de un lado al otro. Cuando finalmente se detuvo y dejó de mover su cabeza agitada simplemente dijo: “Debe haber algo en eso sino no hubieran peleado por eso con tanta fuerza”. Qué entendimiento tan maravilloso había tenido y que verdadero resultó ser.

En todos los años desde que me bautizaron como miembro de La Iglesia de Jesucristo de Los Santos de los Últimos Días, a finales de 1971, hice de esto un ejercicio mental para encontrar los puntos débiles, huecos en la historia o en las doctrinas. Tuve éxito en pocas ocasiones, o así lo pensé, hasta que se me proporcionó los detalles y las respuestas. Después de eso tuve más pruebas de su veracidad. Y año tras año, la prueba se vuelve cada vez más convincente. Sin embargo, si tuviera que confiar sólo en ese tipo de prueba, estaría engañándome a mi mismo. Cómo saber la verdad de eso es mucho más poderoso y más convincente. Sé que eso es verdad porque el Espíritu ha dado testimonio a mi alma de que eso es verdad. Nada reemplaza al hecho de que el Espíritu Santo te diga la verdad de un asunto. Ningún mensaje es más profundo ni es más duradero. Todo lo demás es sólo evidencia que corrobora. El testimonio personal y testigo del Espíritu es lo que convence.

He mencionado que el Señor usa la manera en que cada uno comprende las cosas para enseñarnos. Usó parábolas con aquellos que las entendían. Usó símbolos para enseñar a aquellos que los reconocían. Hizo lo mismo conmigo, aunque reconocí muchos sólo después. El departamento donde sucedió mi experiencia se encontraba en Smith Street. José Smith fue el fundador de la Restauración y el primer profeta de nuestros días. A pocas calles de ahí se encontraba Taylor Street. John Taylor también fue un profeta de la iglesia. El nombre Fire and Water del disco de larga duración era significativo, así como lo era el nombre de la banda: Free. El disco de larga duración anterior se llamaba Tons of Sobs (Mares de llanto), algo que Daniel y yo habíamos experimentado plenamente esa noche. Incluso los nombres Daniel y Steven son nombres bíblicos, aunque el mío se escriba diferente. El nombre Daniel significa “juez de Dios” y Stephen significa “corona”. El Señor se estableció en la boca de dos testigos esa noche, tal como lo prometió en las escrituras, y tal como lo hizo con los misioneros que envió a nuestra casa. Los nombres de los misioneros, Fisher y Atwater, tenían importancia bíblica y simbolismo.

La enseñanza de una existencia premortal, el tener un cuerpo de carne para llevar el espíritu inmortal, que la tierra misma se convertirá en Urim y Tumin y mucho más, son únicamente enseñanzas de los SUD. Y lo que más me impresionaba era que estos jóvenes sabían las respuestas. Nunca los podrían confundir. El evangelio como lo enseñaba la Iglesia SUD era impecable en todas sus formas. No sólo respondía a todas las preguntas, sino que surgían preguntas nuevas y profundas que nunca antes hubieran considerado y las respondía satisfactoriamente. Y estas no eran preguntas ni respuestas rutinarias. Eran aquellas que abordaban la naturaleza eterna del hombre y Dios, y la relación que tienen. La Iglesia responde a las preguntas de dónde venimos, porqué estamos aquí y a dónde vamos después de esta vida. Nos dice que nosotros somos los hijos del linaje royal, hijos del mismo Dios y como tales tenemos una dimensión de creación más grande de lo que pensamos para vivir mejor. Nos dice sobre la naturaleza de este mundo y porqué estaba creado para el hombre.

La verdadera iglesia también proporciona entendimiento de la iglesia antigua, la apostasía y caída, el verdadero conocimiento que estaba a disposición de los profetas antiguos y mucho más. Y sobre todo, nos enseña que Dios no es inalcanzable o intocable, sino que es asequible para Sus hijos, si ellos lo buscan. Nos habla del intento de nuestro Padre de convertirnos justamente en lo que es Él, un ser eterno en naturaleza, poder y sabiduría, y que no es blasfemia saber que eso es.

Mi deseo para cualquiera que lea esto es que le den una oportunidad a la iglesia, escuchen las enseñanzas, oren por la verdad de las mismas (sin ninguna tendencia a prejuicio predeterminado) y permitan que Dios testifique con ellas la veracidad de la iglesia. Si eres sincero, sabrás, ya que el Espíritu no puede mentir y la paz y la calidez que sentirás te asegurará de la verdad. Como los hombres camino a Emmaus dijeron de Cristo: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros?”. Por los mismos medios sabrás de su verdad. Dios te bendiga hasta los últimos días y que te lleve hacía su único y verdadero rebaño.

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