keith-brown mormonKeith Brown

En Jeremías 29:11-13 leemos estas palabras:

Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.

El día 10 de Marzo, hace tan solo unos días, celebraré mis once años como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Yo empecé a investigar la Iglesia a fines de l980. Ya había visto varios anuncios televisivos sobre La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y todos normalmente finalizaban en cómo uno podría obtener un ejemplar gratuito del Libro de Mormón.

mormonYo siempre he amado los libros y por lo tanto siempre estaba a la expectativa de cualesquier libro nuevo que pudiera ser de interés y que pudiera incluir en mi pequeña biblioteca. No teniendo conocimiento respecto de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y no habiendo nunca escuchado o visto una copia del Libro de Mormón, pensé que tal vez sería una interesante adquisición para mi biblioteca y además estaba al precio adecuado, ¡gratis! De lo que me di cuenta posteriormente fue que los anuncios no mencionaron un pequeño detalle. Nada que yo recuerde en ningún momento mencionó que dos jóvenes, montando bicicletas, vestidos de terno entregarían personalmente el Libro de Mormón gratuito. Después me enteré que estos jóvenes eran misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

El día en que los misioneros llegaron al hogar de mis padres, en donde por ese entonces yo vivía, yo los invité a pasar y tuve una corta conversación con ellos. Descubrí que algo de lo que ellos tenían que decir tenía algo de interés para mí. Los invité a regresar unos días después cuando tuviera un poco más de tiempo para sentarme y charlar con ellos y continuar con nuestra conversación. El tiempo pasó y después de haberme reunido con los élderes mormones o misioneros durante 5 meses, decidí dejar mi hogar y unirme a la Marina de los Estados Unidos en marzo de 1981. Agradecí a los misioneros por tomarse tiempo para visitarme y hacerme conocer lo que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cree y enseña y prometí que continuaría investigando la Iglesia y sus enseñanzas posteriormente. En ese entonces, yo había leído solamente unos pasajes del Libro de Mormón y pensé que lo que había leído era de gran interés, coloqué el libro en uno de los compartimentos de mi biblioteca pensando que serviría como un buen libro de referencia. Pensé que tal vez alguna vez volvería a leer sus páginas.

Avanzando en el tiempo, ahora me encontraba en San Diego, California en donde asistía a una capacitación básica, mi primera escuela “A” en la electrónica y había sido asignado a mi primer barco, el Jouett U.S.S. CG 29. Un día durante uno de mis días libres del barco, pasé por una pequeña librería. Siendo amante de los libros, decidí entrar a echar un vistazo para ver si encontraba algo de interés. No me había dado cuenta de que se trataba de una librería de los Santos de los Últimos Días, pero no pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta. Claramente recuerdo que en esa visita compré varias cosas incluyendo otra copia del Libro de Mormón y un juego de cintas de las conferencias. Me encantaría contarles que regresé al barco y pasé algún tiempo escuchando los mensajes de las conferencias y leyendo el Libro de Mormón, pero ese no es el caso. En realidad, envolví las cintas y el Libro de Mormón ordenadamente y las puse en un lugar pensando que volvería a ellos algún día.

Además de las cintas de las conferencias y del Libro de Mormón, compré varios otros libros. El título de uno de los libros que particularmente capturó mi atención ese día por alguna razón es “En el debido tiempo del Señor”. Aún conservo ese libro en mi biblioteca personal. En ese momento no me detuve a fijarme en por quien había sido escrito o de qué se trataba el libro. Después me vine a dar cuenta de que el libro fue escrito por un hermano negro de la Iglesia con el nombre de Joseph Freeman. El hermano Joseph Freeman fue el primer negro que recibió el Sacerdocio después de la Revelación de 1978. Pensé que eso era interesante y me preguntaba qué quería decir con recibir el Sacerdocio y qué era exactamente una revelación. Al igual que los otros objetos que compré ese día, guardé el libro con la intención de posteriormente investigar el asunto en algún momento.

Pasados los años, decidí empezar a estudiar para el ministerio. La Iglesia Bautista a la que estaba asistiendo mientras me encontraba en Norfolk Virginia tenía su propia Escuela Bíblica, así que me inscribí y empecé a prepararme para que algún día pudiera ser un ministro Bautista. Durante el curso de estudios escuché, leí y aprendí muchas cosas negativas respecto a la Iglesia Mormona y del porqué uno no debería unírsele. Me familiaricé bastante con material anti-Mormón por medios tales como cintas de video, cintas de audio, periódicos, revistas y otros. Durante un tiempo, hasta me comunicaba por medio de cartas con gente que en algún tiempo habían pertenecido a la Iglesia y que por alguna razón u otra había dejado la Iglesia. Aunque admitiré que algo del negativismo me sonaba interesante, yo no podía creer que la Iglesia Mormona era tan mala como lo declaraban algunos. Me remontaba a las cosas que los misioneros y yo habíamos discutido hacía años y llegué a la conclusión de que tenía que haber algo más en esta historia y que tenía que haber alguna evidencia de verdad en lo que me habían enseñado los misioneros. Pronto me decidí mentalmente a que buscaría la verdad y que ignoraría toda la negatividad.

Avancemos en el tiempo una vez más. Estamos ahora en el año 1997 y me encuentro estacionado en un comando NATO en Keflavik Iceland. Un día, mientras navegaba por internet en mi cuarto, decidí hacer una búsqueda por la Iglesia Mormona lleno de curiosidad por saber qué podría encontrar. Encontré un enlace de las Noticias de la Iglesia y decidí entrar. Posteriormente encontré una dirección de correo electrónico y decidí enviar un mensaje al periódico consultándole por el costo para una suscripción al periódico a una ubicación fuera del país. Recibí un e-mail de respuesta de uno de los editores del periódico de nombre Doug Osborn. En su correo me preguntó sobre lo que estaba haciendo por Iceland y cuál era mi interés en la Iglesia Mormona. Respondí por e-mail mencionando que estaba sirviendo en la Marina de los Estados Unidos y que estaba realmente interesado en leer sobre lo que estaba ocurriendo en la Iglesia Mormona en ese tiempo. Él me volvió a escribir y me dijo que pensaba que era interesante, y luego añadió: “Te suplico que no te enojes conmigo, y espero no te importe, pero he contactado a los misioneros de tu localidad en tu área y les he pedido que se comuniquen contigo”.

En parte pensaba que estaba en una base de seguridad NATO y que las probabilidades de que los misioneros pudieran localizarme eran muy pocas o nulas, pero respondí que estaba bien. Unos días después sonó mi teléfono. Al responder, ¿quién creen que estaba al otro lado de la línea? Así es, un misionero de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Mi primera pregunta era respecto a cómo había conseguido mi número telefónico. El respondió que había sido realmente fácil: “simplemente llamé a la operadora y ella me lo dio.” Yo pensé, “¡Bueno, qué tanta seguridad!” les di mi dirección y los invite a visitarme.
Para acortar la historia, me reuní con varios grupos de misioneros en el lapso de más o menos un año. Tuvimos muchas magníficas conversaciones y discusiones sobre la Biblia y el Libro de Mormón. A veces me preguntaban por algunas escrituras de las que anotaban la referencia. En otras ocasiones me llamaban para hacerme saber que habían encontrado otro investigador que también era bautista; y me preguntaban de cómo respondería a ciertas preguntas que su investigador tenía. Se convirtió en una gran experiencia didáctica para cada uno de nosotros.

Finalmente, en enero de 1998, les dije a los misioneros que apreciaba todo lo que ellos me habían enseñado y que no tomaría una decisión final en cuanto a ser bautizado hasta después de que hubiera leído el Libro de Mormón, la Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio en toda su extensión. Yo creo que el Señor puso su mano en eso y que así también fui inspirado para realizar un programa de lectura de 40 días y completarlo. Por primera vez, a un poco más de 17 años después de mi investigación inicial sobre la Iglesia, y después de 40 días consecutivos previos a mi bautismo, leí el Libro de Mormón en su totalidad, seguido de la Doctrina y Convenios, y la Perla de Gran Precio cada uno en forma total.

Después de haber completado todo la lectura, volví a la promesa de Moroni como se registra en el Libro de Mormón en Moroni 10: 3-5:

He aquí, quisiera exhortaros a que, cuando leáis estas cosas, si Dios juzga prudente que las leáis, recordéis cuán misericordioso ha sido el Señor con los hijos de los hombres, desde la creación de Adán hasta el tiempo en que recibáis estas cosas, y que lo meditéis en vuestros corazones. Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo; y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas.

Después de leer esas palabras me arrodillé al lado de mi cama y le pedí al Señor que me hiciera saber si estas cosas eran realmente ciertas. Recibí mi respuesta, llamé a los misioneros y en la noche del martes 10 de Marzo de 1998, fui bautizado y me convertí en un miembro de la Iglesia verdadera del Señor, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El resto, como se dice, es historia con todas las cosas cumplidas y logradas de acuerdo a los planes del Señor y a Su debido tiempo.
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