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La Tumba del Jardín en Jerusalén fue encontrada hace poco. Se ubica exactamente en toda la calle del Gólgota, el lugar de la calavera. La calavera es claramente visible al lado de la montaña hoy en día. Mi guía contó que los romanos siempre crucificaban a nivel de la calle para que los transeúntes tuvieran que ver lo que ocurría con aquellos crucificados, ver su sufrimiento y se reprimieran de cometer un crimen que les garantizara esa misma suerte. Así que es muy posible que Jesús no hubiera sido crucificado en la cima de la montaña como dice el himno y supone la creencia popular, sino a nivel de la calle que en la actualidad es un poco menos visible.

Una parte del jardín permite ver el Gólgota a lo largo de una calle angosta, un lugar en el que hoy se estacionan los omnibuses de turismo. Allí se exhibe una antigua fotografía que muestra la parte inferior de la calavera más prominentemente, pero en la actualidad no requiere mucha imaginación ver los ojos y la nariz de una calavera, pequeñas cuevas al lado de la montaña rocosa.

Las escrituras revelan que uno tenía que “agacharse” para acceder a la tumba en donde fue colocado el cuerpo de Jesús. Actualmente uno puede caminar directamente hacia adentro. Pero al mirar atentamente en las partes más bajas de la abertura de la entrada se verá que son suaves hasta la altura de la piedra redonda cercana, y ásperamente labradas arriba de esa encorvadura.

Cerca a la entrada de la tumba hay una piedra redonda, más pequeña de lo que me había imaginado, como de tres pies de altura si acaso, pero gruesa y muy pesada. Hay una ranura debajo de la entrada de la tumba en donde tamaña piedra pudo haber sido colocada y rodada de ida y vuelta para entrar a la tumba. La piedra que se encuentra allí ahora fue encontrada en una tumba cercana. Uno tendría que agacharse para poder entrar a un agujero cubierto por esa piedra.

Las tumbas judías cercanas a Jerusalén en esos días eran tres habitaciones conectadas. A la que uno entra es en donde la familia lloraba al difunto (excepto en el día sabático). Hay una habitación en donde se colocaba el cuerpo, y otra, adjunta y sin paredes, en donde se colocaba la “caja de huesos”. Después de que la carne se deteriorara, los huesos eran colocados en la caja de tal manera que la tumba podría ser usada otra vez, de repente muchas veces.

En esta tumba, los turistas hacen cola y caminan en círculo alrededor del salón de duelo solamente, tomando fotografías conforme van pasando, docenas o hasta cientos de personas forman una gran fila detrás. Las entradas de los otros dos salones están bloqueadas por barras de acero que no impiden la visibilidad hacia dentro de ellas.

Mi guía me dijo que los soldados romanos tenían que tener por lo menos cinco pies y siete pulgadas de estatura (aprox. 1.72mts.) para calificar para el servicio en Jerusalén y alrededores ya que la estatura promedio (si recuerdo bien) de los judíos en esos días era de cinco pies cinco pulgadas (1.66mts). Los gobernantes romanos querían que sus soldados sobresalieran entre los judíos. Mi guía dijo que se sabía que Jesús era más alto que los soldados romanos.

El lugar en donde se coloca el cuerpo se esculpe en roca a manera de una cama elevada, en uno de los extremos un tanto más elevado como una almohada para colocar la cabeza del cuerpo sobre ello. En esta tumba en particular en el lugar en donde se colocarían los pies, se ha cavado una hendidura en la roca, de tal manera que se pudiera colocar un cuerpo que ¡mediría sin dobleces seis pies dos pulgadas de estatura!

¿Tradición popular antigua? Puede ser, pero yo mismo vi la hendidura. Y cuando regresé por segunda vez y no encontré a nadie allí entré a la tumba con mi esposa y otra mujer de nuestro grupo turístico. Mientras estuvimos dentro alguien cerró la puerta a la tumba.

Allí estaba yo, un americano casi solo en una tierra extranjera. No lejos de donde estaba, los tanques rodaban hacia la Franja de Gaza y la gente estaba muriendo. Sobre nuestras cabezas, aviones de guerra se escuchaban frecuentemente sobre Jerusalén ese día, se dirigían a Gaza. Había gente por todo sitio, hombres y mujeres, algunos vestían uniformes, otros no, portaban rifles cargados y armas automáticas. Yo ya había sido testigo de una batalla armada.

¡Y fui encerrado dentro de una tumba!

¿Se pueden imaginar lo que sentía?

No, no creo que puedan hacerlo.

Me sentí abrigado, seguro, me sentí cómodo mientras recostaba mi espalda contra la piedra áspera; parecía ceder a mi peso. ¡Deseaba no salir, nunca!

No pasó mucho tiempo antes de que el Espíritu del Señor descendiera sobre mí tan poderosamente que testificó de una manera innegable por el resto de mi vida ¡que la Tumba del Jardín en Jerusalén es el lugar en donde tuvo lugar la primera Resurrección!

Sobre la puerta de la Tumba Jardín hay un cartel que dice:

“Él no está aquí porque ha resucitado”

Sí, Él ha resucitado.

Y también sé que Él visita Jerusalén a veces…

Esta es una historia de la vida real, yo mismo la he vivido, me sucedió hace unas semanas así como lo escribo, en la primavera de 2008. Le pudo haber sucedido a usted.

Si esto lo inspira para ofrecer mayor servicio a su Señor y Redentor, un testimonio mayor de que Él vive, y un amor más grande para el resto de nosotros que compartimos este su tiempo terrenal, comparta esta historia y haga un enlace a Christ.org con sus amigos de todos los credos.
¡Jesús ha resucitado!

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