¿Qué valor tienen nuestras posesiones mundanas? Sin duda, necesitamos alimentos para comer  y refugio de los elementos. ¿Cuánto más necesitamos? ¿Cuánto esfuerzo, sacrificio debemos realizar para tener cosas útiles o incluso bonitas?
Mis padres eran de clase media sólida, aunque mi madre se había criado en una clase más alta y siempre trató de ascender en la escala social, eran diligentes. Todos estábamos vacunados e íbamos al dentista cada seis meses, teníamos frenos en los dientes si los necesitábamos, teníamos vestidos nuevos de fiesta de graduación y dinero para la universidad.

Ahora, me encontré con tres niños pequeños, rumbo a la quiebra. Los negocios de mi esposo estaban fallando, teníamos visitas de los recaudadores de impuestos, llamadas de los acreedores. Aunque estábamos bajo estrés, mi esposo todavía era capaz de ver las cosas en términos objetivos de negocio, pero para mí era un pantano moral. Estaba preocupada, avergonzada, confundida. Ante nosotros estaba la posibilidad de perder todas nuestras posesiones mundanas. Yo no veía ninguna salida y el temor de perderlo todo me consumía. ¿Cómo íbamos a sobrevivir?

Yo estaba preocupada y furiosa. Tenía miedo de contestar el teléfono, tenía miedo de abrir la puerta, de hacer frente a mis amigos, de que mis padres supieran, de que nuestra congregación de la Iglesia supiera. Nuestro obispo mormón nos hizo una visita. Como el líder laico de la congregación, nos aconsejó sobre el diezmo. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días practica la ley del diezmo de la manera que siempre se ha practicado en la Iglesia de Dios––es simplemente pagar el diez por ciento de su ingreso. El Padre Celestial ha prometido grandes bendiciones a los que viven esta ley.

Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde (Biblia en línea: Malaquías 3:10).

Una de las cosas que me carcomía era que no estábamos viviendo esta ley. Deseaba ser digna de Su ayuda.

Tuvimos una venta de garaje gigante y se vendió todo. Teníamos un coche usado, algunos colchones, algunos artículos de cocina. Dejamos a los acreedores en el banco, discutiendo sobre los beneficios de la venta de nuestra casa. Encontramos un apartamento pequeño y nos mudamos. Estaba vacío, pero también era Norteamérica. No estaba tan mal dormir en los pisos alfombrados, y aún mejor con un colchón. Comer en el suelo era como un picnic. Nuestros hijos no estaban conscientes de ello y estaban tan felices como siempre y sorprendentemente también lo estábamos nosotros.

Mis padres pensaban que era momento de que nos divorciemos y no podían entender por qué me resultaba impensable. Yo estaba tremendamente feliz, teníamos nuestros convenios de matrimonio eterno y nuestros hijos nacieron dentro de ese convenio––nuestros felices niños. Podíamos jugar y cantar gratis, podíamos pagar el alimento básico.

El descubrimiento de cómo se puede ser feliz sin “cosas” fue liberador para mí, cambió mi perspectiva completamente. Algunos años más tarde, habíamos acumulado algunas cosas. A través de la revelación personal, el Señor nos hizo saber que Él quería que nos deshiciéramos de ellas y nos lanzáramos a la aventura a tierras extranjeras. Mi mente y mi espíritu se remontan a las historias de los primeros Santos de los Últimos Días, expulsados ​​de Ohio, Missouri, y luego su amada Nauvoo, Illinois, por las muchedumbres que odiaban a los mormones. Las esposas y madres de Nauvoo barrieron sus pisos y cerraron sus puertas y se dirigieron al oeste hacia lo desconocido, porque ahí es donde el profeta les dijo que fueran. Dejaron la mayor parte de sus posesiones mundanas atrás. Muchas de las cosas que llevaron con ellos fueron dejadas a un lado del camino ya que era demasiado difícil de transportar en el viaje.

Despojarnos por elección nuestra mientras pagamos un diezmo íntegro fue una experiencia gozosa de principio a fin. Cuando usted está haciéndolo por el Señor, Él invierte Su espíritu en todo lo que usted hace.

Familias-mormonas Nunca he vuelto a estar atada a las cosas, ellas pueden llegar y salir cuando quieran. Una vez, después de nuestra tercera liquidación, vivíamos en un pequeño apartamento alquilado de 3 dormitorios con cuatro de nuestros seis hijos. Habíamos logrado comprar dos muebles para la sala de estar. Los niños tenían tarimas para sus colchones, pero nuestro colchón aún yacía en el suelo. Teníamos una mesa de picnic de plástico en la zona de comedor con sillas de plástico, algunos platos y cubiertos de plástico, en el estacionamiento un pequeño auto usado. En una bendición del sacerdocio mi Padre Celestial me dijo: “Tú tienes todo lo que necesitas”. Conté mis bienes: algo para sentarse, algo en que dormir, algo en que comer, algo que nos lleve de aquí para allá. En realidad, el auto era innecesario la mayor parte del tiempo. Ahora lo sabía, cualquier cosa que tuviera además de ello sería un lujo, no una necesidad.

Desde entonces, a veces hemos tenido más, mucho más. Pero no ha hecho mucha diferencia. Siempre he sido capaz de alejarme, la reducción siempre ha sido una opción y nunca hemos sido frívolos o llamativos. El pago del diezmo ha profundizado nuestra comprensión de los grandes principios detrás de él. Ahora estamos sirviendo como misioneros mayores, ayudando a los nuevos miembros de la Iglesia de Jesucristo en el requisito de la separación del diez por ciento de sus escasos ingresos. ¡Oh, las bendiciones que se niegan a recibir! Dios no necesita nuestro dinero, Él necesita de nuestra fe, y una demostración de nuestra fe a través de nuestra voluntad de sacrificarnos. Entonces Él nos bendecirá con más prosperidad.

Recursos adicionales:

El Señor Jesucristo en el mormonismo

El propósito de la vida

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