mormon¿Alguna vez ha pensado que sus debilidades espirituales en realidad podrían ayudarlo? En el Libro de Mormón, un libro venerado como escritura sagrada por los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (en ocasiones inadvertidamente llamada la “Iglesia mormona”), hay un versículo que siempre me ha llamado la atención:

Y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos (Éter 12:27).

Esto es algo que sé que es verdad, porque lo he visto suceder en mi vida y las vidas de muchos de mis seres queridos. Todavía tengo muchas debilidades que aún no se han convertido en fortalezas, pero sé que la vida es un trabajo en progreso y que sólo podemos ir “línea por línea y precepto por precepto” (2 Nefi 28:30).

En un libro titulado, Experiencing Christ: Your Personal Journey to the Savior, escrito por Randall J. Brown, y publicado en 2009 por Cedar Fort, Inc. (pp. 10-12), Brown comparte la doctrina y la experiencia personal que nos ayuda a aplicar este principio de que las debilidades en realidad nos ayudan:

Experimentar la Gloria en nuestras debilidades

A través de mis propias luchas para superar las heridas espirituales y debilidades sin conquistar, mis ojos se abrieron al hecho de que la autosuficiencia me impide experimentar el Salvador. Yo estaba llegando a estar cara a cara con mis propias barreras hacia la gracia del Salvador. El apóstol Pablo aprendió, por su propia experiencia, que su debilidad jugaba un papel importante en enseñarle humildad y a confiar en la fortaleza del Salvador. También se dio cuenta de que el Señor no quitaba al instante su debilidad sólo porque él lo pedía. Pablo, como apóstol del Señor, tenía una espina clavada en la carne, la cual le pidió al Señor tres veces que la eliminara. Pablo aprendió que el Señor está más preocupado por moldear y formar nuestro carácter.

El Señor nos ha dicho que, por Su gracia, nuestra debilidad se convertirá en nuestra mayor fortaleza. Este proceso siempre se completa en el marco de tiempo del Señor. Mientras tanto, sin embargo, tenemos la promesa del Señor de que, si somos humildes, Su gracia es suficiente para nosotros. Las palabras que el Señor habló a Pablo se registran en su segunda epístola a los Corintios: “Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Pablo respondió: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9). En esencia, el Señor le dijo a Pablo: “No, Pablo, es necesaria esta debilidad para recordarte cada día que dependes de mí”. En un discurso de una conferencia de mujeres de la BYU, Robert Millet dijo,

Más bien creo que cuando Pablo dice que cuando él rogó al Señor tres veces que le retirara la espina de la carne no estaba describiendo solamente tres oraciones, sino tres temporadas de oración, durante largos periodos de lucha y trabajando en el espíritu por una bendición específica que nunca llegó. De hecho, como él sugiere, vino otra clase de bendición, una cercanía, sensibilidad, una relación con la divinidad, la fuerza santificada que llega a través del dolor y el sufrimiento.

Fue contra la pared de la fe al estar despojado de la confianza en sí mismo y desnudo en su extremidad y su aterradora finitud que un simple mortal recibió ese poder capacitador que nosotros conocemos como la gracia de Cristo. Como el Salvador explicó a Moroni, cuando reconocemos y confesamos nuestra debilidad, no sólo nuestras debilidades específicas, o pecados individuales, sino nuestra debilidad, nuestra limitación mortal y nos sometemos a él, comenzamos la transformación de la debilidad en fortaleza (“Después de cuanto podamos”, Conferencia de Mujeres de la BYU, mayo de 1998).

El autor Stephen Robinson añadió también información valiosa:

A veces nuestras debilidades nos son dadas para tal fin, para recordarnos que dependemos del Señor y para capacitarnos para confiar en el Señor, en lugar de comportarnos como si el Evangelio fuera un programa de Águila Exploradora Celestial donde vamos a obtener insignias de mérito y marcar elementos en la lista hasta que nos hayamos perfeccionado nosotros mismos. A través de nuestra debilidad, aprendemos que nuestra victoria viene por medio de Cristo, que tenemos que confiar en Él y estar contentos de confiar en Él para volver nuestra debilidad en fortaleza en lugar de exigir a nuestro orgullo que nos conceda la victoria inmediata sobre todas nuestras limitaciones y dificultades”( “With Healing In His Wings”, Conferencia de Mujeres de BYU 2002).

No sólo pueden nuestras debilidades volvernos al Señor, sino que también pueden ayudarnos a ser más compasivos con las debilidades de los demás. Nuestras debilidades son realmente dones que nos pueden ayudar en el desarrollo de características cristianas y la naturaleza divina, es decir, si permitimos que Cristo obre a través de ellos. Nuestras debilidades también pueden aumentar nuestra capacidad de compasión. A veces confundimos solidaridad con compasión, pero hay una diferencia significativa entre los dos. La solidaridad es simplemente ser capaz de decir: “Lamento lo que estás pasando”, mientras que la compasión es decir: “Yo sé lo que estás pasando porque lo he experimentado”.

Recientemente, recibí una llamada telefónica de mi hijo, que está cumpliendo una misión de tiempo completo. Había pedido a su presidente de misión permiso para llamar a su padre con respecto a un desafío personal que estaba experimentando. Se sentía incómodo de hablar de su problema con alguien, pero sabía que yo había experimentado el mismo desafío. Cuando llegó su llamada telefónica, me llené de compasión porque yo había hecho esa misma llamada telefónica veintiocho años atrás a mi propio padre. Recuerdo lo difícil que fue pedirle a mi presidente de misión permiso para hacer la llamada y el valor que debí reunir para exponer abiertamente mis ansiedades a mi padre. Mi corazón se derritió de amor por mi hijo mientras hablábamos, porque sabía lo que estaba experimentando, y la profundidad de su confianza en mí me tocó el corazón.

La experiencia de nuestro Salvador debe ser similar. Su corazón también debe fundirse en compasión por Su perfecto conocimiento íntimo de nuestras pruebas. Debe también estar profundamente conmovido por nuestra valentía de confiar en Él y presentar ante Él las preocupaciones más profundas de nuestro corazón. Tal vez Él también se refleja en el tiempo, hace mucho tiempo, cuando en Su hora de más profunda desesperación, Él confiadamente clamó a Su Padre.

Al volvernos al Señor y experimentar Su compasión perfecta, nuestra propia capacidad de compasión aumenta, y somos capaces de ver a los demás como el Señor los ve. La especialidad del Señor es convertir las debilidades en fortalezas. La experiencia y esperanza que obtenemos a través de nuestras debilidades nos dan la oportunidad de ministrar de manera muy eficaz a los demás con luchas similares.

Nuestro ministerio a otros comienza con nuestra voluntad de ser vulnerables. Cuantos más seamos lo suficientemente humildes como para bajar la guardia y sacarnos las máscaras de perfeccionismo, más capaces somos de compartir nuestras luchas con los demás. Vamos a empezar a ver nuestro propósito dado por Dios ya que el Señor puede usarnos en servir a los demás. Rick Warren, en su libro The Purpose Driven Life, dijo: “La vulnerabilidad es una cualidad entrañable, somos atraídos a la gente humilde. La pretensión repele pero la autenticidad atrae” (The Purpose Driven Life (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2002), 276-77).

Cuando ostentamos nuestras fuerzas, por lo general creamos competencia y envidia, pero cuando permitimos que la gente vea nuestras luchas, abrimos las puertas para que se inicien relaciones de sanación.

Si sentimos la necesidad de ocultar nuestras debilidades tras una máscara de perfeccionismo, tal vez todavía no hemos experimentado a Cristo. Tal vez no hemos visto sus efectos en nuestras debilidades para que podamos gloriarnos en ellos. Ahora puedo mirar hacia atrás en los momentos más dolorosos de mi vida, y aunque nunca me gustaría repetir, puedo alabar a Dios por ellos, porque en ellos lo encontré. Al igual que Pablo, puedo ahora verdaderamente gloriarme en Él.

Los invito a conocer más sobre la forma de “gloriarnos en nuestras debilidades” leyendo el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo. Doy fe de que las cosas enseñadas anteriormente son verdaderas, y soy testigo de que el Libro de Mormón es verdadero, es la palabra de Dios (como la Biblia) en su forma más pura. Los invito también a orar por estas cosas para saber si son verdad, tenemos un Padre Celestial amoroso que responderá sus oraciones.

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Este artículo fue escrito por:

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Ashley Bell, de 22 es una esposa, madre, graduada de la BYU y miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. A Ashley le gusta correr, cocinar, la jardinería, leer y más que nada pasar tiempo con su familia y amigos.

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