Soy miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, a veces equivocadamente llamada la “Iglesia Mormona“. Todo en la fe mormona es para llevarnos a Cristo. Tratamos de emularlo, y hacemos un llamado a Su gracia para que nos convierta más de lo que podemos ser por nosotros mismos.
Hace cinco años desde hoy (28 de octubre de 2007), yo estuve en un grave accidente de auto y tuve una lesión cerebral grave. De inmediato me dejó en estado de coma, y fui llevada de emergencia al hospital como paciente de código azul. Probablemente debido a que mi cerebro dejó de sangrar milagrosamente desde el principio, sobreviví, física y psicológicamente, es decir, yo seguía siendo la misma persona. El 3 de diciembre de 2007, me desperté en mi cama del hospital, pensando que era una tontería que yo estuviera en el hospital sin una buena razón, preguntándome si me había perdido alguna clase. Yo había sido una estudiante de primer año de derecho de la Universidad de Georgetown. Mi familia y mis cuidadores se preguntaban quién sería cuando me despertara, si me despertaba; yo me preguntaba qué me pasaba.
He terminado estando en un punto intermedio: Veo y actúo con la mayoría de personas como lo hacía antes del accidente; me cuesta y lloro al darme cuenta de que no soy la misma y que he perdido gran parte de mi funcionamiento del cerebro, pero no lo suficiente como para cambiar mi vida y no lo suficiente como para ser capaz de articular lo que es diferente. Sin embargo, sin estar consciente de cómo mi cerebro había cambiado, desafié con entusiasmo a mis médicos y mi familia, y decidí regresar a Washington DC y continuar la escuela de derecho.
En mi primer semestre de regreso en la escuela, mis insuficiencias comenzaron a golpearme. Mi médico neuro-psiquiátrico advirtió en su evaluación que iba a agotarme y frustrarme con facilidad y estaría abrumada con demasiadas tareas a la vez. Su evaluación fue exactamente correcta. Normalmente sólo podía hacer la mitad de mi lectura obligatoria, y quedaba frustrada muchas veces por cosas simples. Rompí a llorar una noche durante mi frustración con mi abrelatas, no pude hacerlo funcionar. No tenía ningún problema en la escuela de leyes desarrollando una lógica compleja, pero a menudo tenía problemas sólo para prestar atención suficiente para seguir la lógica de los demás. Después desaprobé una clase en la escuela de derecho, por lo que volví a tomar la clase, con el mismo profesor. Por su preocupación por mí, obtuve un B- en su clase por segunda vez y encontré mi mayor apoyo. Obtenía mayormente calificaciones B en mis clases, aun cuando no podía terminar los trabajos o terminar toda la lectura. Después de haber desaprobado una clase y sabiendo que no era capaz de completar todas las asignaciones, siempre me preguntaba si iba a aprobar las clases. Pero no volví a desaprobar otra clase y en vez de eso en la mayoría obtuve B, y me gradué en sólo un semestre después que el resto de mi clase. Me gradué en el momento oportuno en parte porque cuando sentí que tenía que tomarme un semestre de descanso, debido al agotamiento y la frustración, me sentí inspirada a tomar sólo una clase de 3 créditos. El Decano de Estudiantes trabajó conmigo para ajustar mi préstamo estudiantil para que yo pudiera tomar una sola clase en ese semestre. Y como tenía esos créditos, pude terminar mi programa en un semestre adicional para la sorpresa y el deleite del Decano de Estudiantes y mis amigos de la facultad.
A través de recordar la inspiración que había tenido en mi decisión inicial de ir a la escuela de derecho y las lecciones que había aprendido de las Escrituras y la oración, decidí convertir literalmente mi vida a mi Padre Celestial. Decidí seguir adelante y continuar con mi vida como estudiante de la escuela de derecho, pero con el entendimiento de que sólo estaba haciéndolo “como representación”, de que no tenía la capacidad de vivir literalmente esa vida, por lo que tendrían que ser el Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo quienes vivieran mi vida por mí, que todo lo que quisieran que yo haga, yo sería el rostro, el cuerpo, pero que tendrían que ser mi Padre Celestial y Jesucristo quienes realmente hicieran el trabajo. Adopté una actitud como si estuviera fingiendo, pero que si algo realmente se hiciera, sería a través de la gracia de Jesucristo.
Cuando pasé mis clases y seguí levantándome por la mañana para ir a clase, era literalmente sólo porque acepté mi papel como sustituta de mi Padre Celestial y Su Hijo. Fueron ellos los que me hicieron pasar esas clases, sólo tenían que darme la motivación para levantarme de la cama y llegar a clase y abrir los libros y tratar de leer algo. Fue Su gracia la que me dio la motivación para presentarme a mis finales y hacer esfuerzos para escribir artículos y encontrar ayuda para escribirlos. La gracia de Cristo en realidad lo hizo. Me sentí bien acerca de ser una estudiante de derecho, y sabía que mi Padre y Jesucristo me apoyaban en eso, así que se lo dejé a ellos.
Hice esto para lograr terminar la escuela de derecho. Durante los tres primeros años, cada semana volvía a evaluar si todavía debería estar en la escuela de derecho. El año pasado, simplemente sabía que tenía que acabarla, no importaba que no se hubiera hecho más sencillo. Muchas experiencias de la escuela de derecho fueron humillantes, sobre todo porque he tenido que aprender de nuevo a tener confianza y, en definitiva, aprender de nuevo quien soy. Ahora que acabo de graduarme, me doy cuenta de que necesito aún más la actitud de que Su gracia es lo único que me va a ayudar a avanzar.
En el Libro de Mormón dice:
Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos (Éter 12:27).
En la Biblia dice,
Y me ha dicho: Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo (2 Corintios 12:9).
Este artículo fue escrito por Ann-Marie Waddell, miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Recibió una licenciatura en Literatura y Lingüística en Inglés de la Universidad Brigham Young; una maestría en Comunicación Intercultural en la Universidad de Utah; un doctorado en Centro de Derecho de la Universidad de Georgetown en Washington DC. Es originaria de Utah, y ha viajado extensamente y vivió en Buenos Aires, Argentina, París, Francia, y en Bruselas, Bélgica como pasante. Actualmente vive en Alexandria, Virginia. Habla un poco de español y es letrada en la lectura y la escritura en francés.
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