En Mateo 22:42 se nos pregunta: “¿Qué pensáis del Cristo?” La respuesta correcta es que sabemos con todo nuestro corazón que Él es nuestro Salvador y Redentor, quien murió por nuestros pecados. Pero algún día, todos compareceremos ante Él en el tribunal de Dios para ser juzgados por Él. Entonces, sería de suma importancia preguntarse: “¿Qué piensa Cristo de mí?”

Incluso con el amor que le tiene a toda la humanidad, Jesús se refirió en tono de amonestación a algunos que lo rodeaban llamándolos hipócritas, insensatos y hacedores de maldad. A otros con aprobación llamó hijos del reino y la luz del mundo. Se refirió con desaprobación a algunos como cegados e infructuosos; elogió a otros como de limpio corazón y que tenían hambre y sed de justicia. Lamentó que algunos fueran incrédulos y de este mundo, pero a otros los valoró como escogidos, discípulos, amigos. Y, así, cada uno de nosotros se pregunta: “¿Qué piensa el Cristo de mí?”. [1]

jesucristo-mormónNuestro Señor Jesucristo quiere que deseemos “arrepentirnos, obedecer, creer y confiar”. El Salvador responde a nuestros hechos de fe: ‘El que me ama [hombre o mujer], mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada con él’” (Juan 14:23).

Arrepentirse, obedecer, creer y confiar son obras que son manifestaciones de nuestra fe. Es sobre estas cosas que somos juzgados. Nuestra fe y confianza en el Señor nos permite invocar Su misericordia y gracia para compensar la diferencia entre nuestra dignidad y la pureza exigidos para los que van a vivir con Él para siempre.

… el discipulado no es una competencia en absoluto, sino una invitación para todos. Nuestra jornada del discipulado no es una rápida vuelta a la pista ni se compara del todo a un largo maratón. En verdad es una migración de toda la vida hacia un mundo más celestial. [1]

Muchos cristianos se basan en el recordatorio de: “¿Qué haría Jesús?” cuando toman decisiones diarias. Esta es una buena medida para nuestro progreso, porque Jesús era siempre amable y se preocupaba por el bienestar de todos los hijos de Dios. Si seguimos este recordatorio, nos aseguraremos de tomar los mandamientos que nos dio de corazón, uno de los cuales es perdonar a todos los hombres. Un verdadero cristiano no juzga a los demás ni los condena, no reclamará un derecho exclusivo al cielo mientras condena a todos los demás como perdidos, no calumniará otra fe ni excluirá a los no creyentes. Aunque fuera así de caritativo, un verdadero cristiano se esforzará por ser honesto en todos sus actos, para ser moralmente limpio, ser reverente hacia las creaciones de Dios.

Jesús le dijo al líder de la sinagoga: “No temas, cree solamente”. El discipulado es creerle a Él en épocas de paz y creerle en épocas de dificultad, cuando nuestros dolores y miedos sólo se calman mediante la convicción de que Él nos ama y cumple Sus promesas.

Tengamos en cuenta que la cita anterior dice “El discipulado es creerle a Él” y no que “el discipulado es creer en Él”. Creerle a Cristo y creer en Cristo son dos cosas diferentes. Nos ponemos de rodillas, pero ¿realmente creemos que Cristo nos puede salvar? ¿Creemos en sus promesas? ¿Creemos que Él nos ama?

Élder Neil L. Andersen, apóstol de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dijo las frases citadas anteriormente. Cerró su discurso con las siguientes palabras:

Con gran amor y admiración por los muchos discípulos de Jesucristo que no son miembros de esta Iglesia, declaramos humildemente que ángeles han regresado a la tierra en nuestros días. La Iglesia de Jesucristo como Él la estableció en la antigüedad, ha sido restaurada con el poder, las ordenanzas y las bendiciones de los cielos. El Libro de Mormón es otro testamento de Jesucristo.

Doy testimonio de que Jesucristo es el Salvador del mundo; Él sufrió y murió por nuestros pecados y se levantó al tercer día. Él ha resucitado. En un día futuro, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Él es el Cristo. Llegado ese día, no nos preocupará pensar: “¿Consideran los demás que soy cristiano?”. En ese momento, nuestros ojos estarán fijos en Él y nuestras almas estarán fascinadas ante la pregunta: “¿Qué piensa el Cristo de mí?”. Él vive. De ello testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.

 

Recursos adicionales:

La Biblia en el mormonismo

Creencias Mormonas

Adore con los mormones

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Gale

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