De todas las preguntas que reflexionamos en relación con Getsemaní, por qué el Salvador sufrió allí es tal vez la que más ha desconcertado a estudiosos y santos.Los escritores de los Evangelios nos dicen lo que sucedió en aquel sitio crucial, pero no enfocan de manera clara la pregunta del por qué.En un esfuerzo por responder a la pregunta, algunos sugieren que Cristo sufrió porque Él reconoció la ingratitud de los hombres que no aceptarían la Expiación que haría por ellos en la cruz, o porque Él nos amaba e incluso sabía lo que cometeríamos o enfrentaríamos en el futuro, como pecados, traiciones, negaciones y persecuciones.Otros proponen que tal vez Cristo sufrió porque se dio cuenta de que tenía que ceder Su naturaleza divina y llegar a ser obediente hasta la muerte, convirtiéndose así en el “siervo sufriente” u obligado a renunciar a todo lo bueno que podría llenar Su vida. Algunos recomiendan que entendamos el sufrimiento de Cristo en un contexto escatológico y que veamos lo que Cristo padeció y oró para así evitarnos el sufrimiento y la lucha que precederían a la próxima llegada del reino. Por último, otros sugieren que Su sufrimiento simplemente tuvo origen en Su deseo de encontrar otra manera de ser el Mesías en lugar de la manera planeada por el Padre. Comúnmente, [algunos] concluyen que el dolor y el sufrimiento de Cristo vinieron por miedo a lo que Él sabía venía por delante, incluso Su inminente muerte en la cruz, el sufrimiento y la humillación que Él padecería antes de la misma. . .
Los Santos de los Últimos Días entienden que no era simplemente el miedo a la muerte próxima, a la traición, a la negación, o a la lucha lo que causó que el Salvador cuestione si “deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar” (Doctrina y Convenios 19:18) sino más bien algo inmediato y de mayor importancia. Como el Salvador reveló a través de José Smith: “Yo, Dios, he padecido estas cosas por todos para que no padezcan, así como yo;padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar-Sin embargo, gloria sea al Padre, bebí, y acabé mis preparativos para con los hijos de los hombres”(Doctrina y Convenios 19:16-19).
El Rey Benjamín, [un profeta en la antigua América], enseñó a su pueblo la misma verdad: “He aquí, sufrirá tentaciones, y dolor en el cuerpo, hambre, sed y fatiga, aún más de lo que el hombre puede sufrir sin morir; pues he aquí, la sangre le brotará de cada poro, tan grande será su angustia por la iniquidad y abominaciones de su pueblo” (Mosíah 3:7). El Salvador resucitado dio un testimonio similar a los descendientes de Lehí reunidos en el templo en Abundancia: “Soy la luz y la vida del mundo; y he bebido de la amarga copa que el Padre me ha dado, y he glorificado al Padre, tomando sobre mí los pecados del mundo, con lo cual me he sometido a la voluntad del Padre en todas las cosas desde el principio” (3Nephi 11:11). Jacob añadió su testimonio de esta verdad: “Y viene al mundo para salvar a todos los hombres, si éstos escuchan su voz; porque he aquí, él sufre los dolores de todos los hombres, sí, los dolores de toda criatura viviente, tanto hombres como mujeres y niños, que pertenecen a la familia de Adán” (2 Nefi 9:21).
Por lo tanto, entendemos que la principal causa de sufrimiento del Salvador fue para nosotros ya que Él tomó sobre sí todo el dolor, todo el sufrimiento, y todo el peso, miedo y angustia de nuestros pecados y, por tanto, realizó la gran e infinita Expiación. Si bien gran parte de Su angustia vendría a través de la humillación, la tortura y la crucifixión que El padecería con posterioridad a Su traición ydetención, entendemos que la mayor parte de Su sufrimiento expiatorio ocurrió en Getsemaní.