¿Cómo sería ver directamente a los ojos de Jesucristo? Su penetrante mirada irradiaría tanto amor que mis lágrimas brotarían… y yo estaría avergonzada por no haberlo amado más, por no intentar más fuertemente, por no ser lo que debería.

cristo-doctrina-mormonaSin embargo, sé que Él vería más allá de mis defectos y me amaría de todos modos. Sería condenada por mis propias insuficiencias y Él diría: “Ven y sígueme”. Y yo lo haría, una vez que lo viera a los ojos.

Hoy, con esa clara visión, quiero hacerlo mejor. Pero sólo puedo convertirme en una verdadera discípula de Cristo al aprender de Él.
Aun cuando era una pequeña niña sabía que mi corazón estaba conectado a Su corazón. Él siempre ha estado tan cerca como yo se lo permitía. Pero sentir apoyo espiritual y consuelo difiere de comprender el lenguaje del espíritu. Debemos entrenarnos en este proceso. No es algo pasivo, el reconocer la instrucción personal requiere un deseo de saber, una disposición a prestar atención y un corazón abierto al consejo.

El presidente Dieter Uchtdorf, segundo consejero de la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Iglesia Mormona o SUD), explicó en un discurso de la Conferencia de 2009:

“¿Cómo podemos escuchar la voz del Padre? Al comunicarse con su Padre Celestial, al orarle a Él en el nombre de Cristo, Él les contestará. Él nos habla en todo lugar.

Al leer la palabra de Dios registrada en las Escrituras, estén atentos a Su voz. En esta conferencia general y más tarde, al estudiar las palabras que aquí se digan, estén atentos a Su voz. Al visitar el templo y al asistir a las reuniones de la Iglesia, estén atentos a Su voz.

Estén atentos a la voz del Padre en la abundancia y las bellezas de la naturaleza, en los tiernos susurros del Espíritu. En sus relaciones diarias con los demás, en la letra de un himno, en la risa de un niño, estén atentos a Su voz.

Si están atentos a la voz del Padre, Él los guiará por el camino que les permitirá experimentar el amor puro de Cristo.

Al acercarnos al Padre Celestial, nos volvemos más santos, y al llegar a ser más santos, venceremos la incredulidad y nuestra alma se llenará de Su bendita luz. Al poner nuestra vida en armonía con esa luz celestial, ésta nos guía para salir de la oscuridad y encaminarnos a la luz mayor, la cual conduce a las obras indescriptibles del Espíritu Santo, y el velo entre el cielo y la tierra se puede volver más tenue”.

A menudo, durante la Conferencia General, la “ministración del Espíritu Santo” se vuelve especialmente aparente. Durante el siguiente poderoso mensaje, la manifestación de este espíritu nunca fue más evidente, a medida que comprendía las verdades más profundas de la expiación y era testigo del poderoso testimonio que Bruce R. McConkie expresó sólo días antes de morir.

Yo siento, y el Espíritu parece concordar conmigo, que la doctrina más importante que puedo declarar, y el testimonio más poderoso que puedo compartir, es el del sacrificio expiatorio del Señor Jesucristo.
Su expiación fue el acontecimiento de mayor trascendencia que ha ocurrido o que jamás ocurrirá desde el alba de la Creación a través de todas las edades de una eternidad sin fin.
Es el acto supremo de bondad y gracia que solamente un dios podría realizar. Por medio de la Expiación, se pusieron en vigor todos los términos y condiciones del eterno plan de salvación del Padre.
Mediante ella, se llevan a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre, y toda la humanidad se salva de la muerte, del infierno, del diablo y del tormento eterno.
Gracias a ella, todos los que crean en el glorioso evangelio de Dios y lo obedezcan, todos los que sean verídicos y fieles, y venzan al mundo, todos aquellos que sufran por Cristo y por Su palabra, todos los que sean hostigados y azotados por la causa de Aquél a quien pertenecemos, todos llegarán a ser como su Hacedor, se sentarán con Él en Su trono y reinarán con Él para siempre en gloria sempiterna.
…Y con respecto a Jesucristo, testifico que es el Hijo del Dios viviente y que fue crucificado por los pecados del mundo. Él es nuestro Señor, nuestro Dios y nuestro Rey. Esto lo sé por mí mismo, independiente de cualquier otra persona.
Soy uno de Sus testigos, y en un día cercano palparé las marcas de los clavos en Sus manos y en Sus pies y bañaré Sus pies con mis lágrimas.
Pero en ese momento mi conocimiento no será más firme de lo que actualmente es, de que Él es el Hijo Todopoderoso de Dios, que es nuestro Salvador y Redentor, y que la salvación se logra por Su sangre expiatoria y mediante ella, y por ningún otro medio.

A mi propia y humilde manera, testifico también que el Señor Jesucristo es nuestro Redentor, el Hijo de Dios y nuestro amoroso mediador. Al conocer Su sagrada misión, me siento impulsada a hacer todo lo que puedo, para que Sus esfuerzos diarios y Su sacrificio eterno por mí no sean en vano.

Aunque tengo un largo camino para amar lo suficiente, para dar y ser lo que debo, cuando sea capaz de ver a los ojos de Cristo, quiero mantener la cabeza en alto para que Él pueda ver que lo amo con todo mi corazón, alma y mente. Quiero que sepa que lo adoro y venero y he permanecido hasta el fin mientras he trabajado para superar mis imperfecciones auto-infligidas para ser digna de ser llamada Su discípula.

Por Jan

Recursos Adicionales:

Jesucristo en el mormonismo

La Biblia en el mormonismo
Creencias mormonas básicas y verdaderos mormones

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