Después de la caída de Adán…no existía ningún medio por el cual el hombre pudiese salir del sepulcro excepto mediante la muerte del Divino. Se había transgredido una ley grande y eterna y, en efecto, se requería la muerte de un Dios para redimir la ley quebrantada y dar paso a la salvación del hombre y la salvación del mundo….
Me gusta mirar esto desde un punto de vista práctico o de una manera en la que podamos comprender claramente… Si usted hubiese perdido la casa donde nació, el antiguo hogar de la familia y muy apreciado por usted, debido a que se encontró en un momento insensato y en excesiva confianza hipotecó su casa, con el pensamiento de que fácilmente podría recuperarla ¿No se sentiría muy angustiado y triste cuando finalmente se diera cuenta de que no puede recuperarla, que la hipoteca tiene que ser ejecutada y que perderá su casa?
Supongamos que en ese momento, un amigo suyo podría solucionar la situación con el poseedor de la hipoteca, y él le diría al poseedor: “Usted no desea esta propiedad”
Él respondería: “No, yo quiero mi dinero”.
“Muy bien, yo puedo darle el dinero. Yo le pagaré. Usted me entrega la hipoteca a mi”.
Y después de que aquel amigo hubiera pagado el precio y hubiera asegurado el título de la casa, ¿no sería él un amigo maravilloso si regresara y le dijera: “Bien, sé que esta fue tu casa, y sé que la amas. Sé que estás muy triste porque no quieres perderla. Yo la he salvado. Es mía, pero te propongo devolvértela con ciertas condiciones. Son fáciles. Te es posible cumplirlas. No sólo te la devolveré como estaba, sino que también la glorificaré. La haré más esplendida y más maravillosa que nunca, y luego te la daré para siempre”.
¿No sería un amigo maravilloso? Ese es el tipo de amigo que el mundo tiene en Jesucristo. La hipoteca de la muerte fue ejecutada, y la muerte la reclamó como suya. El sepulcro recibió el cuerpo, y allí hubiese permanecido por siempre jamás si Jesús no hubiera intercedido. Él arregló con el poseedor de la hipoteca. El precio que pagó fue Su vida, de alguna manera tal vez no lo comprendamos y entendamos completamente, Él consiguió con ese sacrificio un valor de gran reconocimiento, hizo un trueque, intercambió y le entregó al poseedor de la hipoteca, y satisfizo las demandas sobre estos cuerpos terrenales.
Él nos ha comprado, nos ha redimido, nos ha adquirido y le pertenecemos. Y ahora, Él propuso devolver estos cuerpos glorificados. A los que mantienen la ley absoluta, Él promete darles un cuerpo celestial, lleno de poder, gloria y esplendor celestial; y a aquellos que guarden la ley terrenal, promete darles un cuerpo no tan glorioso, pero aún glorioso y espléndido; y a aquellos que guarden la ley telestial, cuerpos telestiales; de esta manera extiende a cada uno este privilegio. Esto fue lo que el Señor Jesucristo ha hecho por el hombre.
Melvin J. Ballard, Paying the Debt (Pagando la deuda), The Gift of the Atonement (El Don de la Expiación), 2002, Deseret Book, págs. 4-5.