Un profeta cuya historia se narra en el Libro de Mormón es Ammón. Ammón fue un misionero pero se ofreció a trabajar como pastor para el rey por un tiempo. Durante este tiempo, salvó a las ovejas del rey, lo cual le trajo la atención de la familia real. Naturalmente, tomó ventaja de la situación para enseñar el evangelio de Jesucristo al rey, quien fue tan lleno del espíritu que se desmayó y no recobró la conciencia durante varios días. A excepción de su esposa, todos pensaban que estaba muerto. Su esposa llamó a Ammón y dijo que ella creía que su esposo seguía con vida. Ammón fue al rey y dijo lo mismo, prometiéndole por medio de revelación que él despertaría al siguiente día. Él le preguntó a ella si le creía y ella respondió que sí. Ella tenía un testimonio recién descubierto del evangelio y Ammón elogió su gran fe. El Espíritu Santo estaba presente con tanta fuerza durante esta experiencia que ambos, la reina y Ammón, también se desmayaron.

Él le preguntó a ella si le creía y ella respondió que sí. Ella tenía un testimonio recién descubierto del evangelio y Ammón elogió su gran fe. El Espíritu Santo estaba presente con tanta fuerza durante esta experiencia que ambos, la reina y Ammón, también se desmayaron.

ammon-defendio-ovejas-lamoni-mormonObservando todo esto se encontraba una sierva llamada Abish. Abish era cristiana, convertida por su padre. Sin embargo, vivía lejos de su pueblo y no había otros cristianos donde ella vivía. Fue forzada, por la ley, a mantener su testimonio en secreto y se las había arreglado para mantener su fe a pesar de no tener a otros cristianos alrededor y ninguna oportunidad de estudiar su religión o de asistir a la iglesia. Ahora, por supuesto, con el rey y la reina convertidos, vio el potencial para el cambio. Ella podría tener la oportunidad de ser cristiana abiertamente.

Abish fue inspirada de que iban a ocurrir milagros. Sentía que si los demás pudieran ver los milagros, podrían estar abiertos a la conversión también. Quería compartir su fe, así que corrió y empezó a decirles a todos que vayan al castillo para ver lo que estaba sucediendo.

Las cosas no funcionaron de la manera en que probablemente se había imaginado. En lugar de estar emocionados por los milagros que se avecinaban, reaccionaron con ira. Llamaron a Ammón un monstruo, posiblemente pensando que él mataría al rey y la reina. Empezaron a gritar y decir cosas horrorosas acerca de él. Abish se echó a llorar y se arrodilló al lado de la reina. Tomó la mano de la reina en la suya propia y la reina despertó. Los milagros estaban empezando. La reina empezó a orar, pidiéndoles a Dios y a Jesucristo que tengan piedad de su pueblo malvado. Luego ella fue y despertó a su esposo, quien empezó a predicar un sermón a los espectadores. Después, Ammón también despertó y se unió a las oraciones. Algunas personas escucharon y fueron convertidos al evangelio de Jesucristo. Otros se fueron, sin deseos de escuchar el sermón. Aquellos que se convirtieron fueron bautizados.

Sin la contribución de Abish a los eventos de ese día, sólo el rey y la reina habrían sido convertidos. Su gran fe y su disposición a arriesgarse ante el peligro y el ridículo al traer a otros al castillo llevaron a muchas, muchas personas a la conversión.

Una lección a aprender de Abish es que en ocasiones las personas en la delantera; en este caso Ammón; no siempre es la única persona importante en la historia. En nuestras propias vidas, podemos no ser los líderes, pero nuestras pequeñas contribuciones pueden hacer una poderosa diferencia en el mundo de los que nos rodean y en el reino de Dios.

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