Muchos cristianos ponen tanto énfasis en la gracia, que a veces olvidan que Dios espera ciertas “obras” de nosotros. La fe en el Señor Jesucristo es el primer principio de Su evangelio, y esto significa confiar en que Él verdaderamente puede expiar nuestros pecados. La fe nos permite recibir Su gracia cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y guardamos Sus mandamientos. Estos tres hechos, fe, arrepentimiento y esfuerzo por ser como Cristo en nuestros pensamientos y obras, conforman la mayor parte de nuestras “obras” durante la vida mortal.

arrepentimienteo-mormonA medida que ejercemos nuestra fe, nos arrepentimos de nuestros pecados y hacemos convenio con Jesucristo de guardar Sus mandamientos, descubrimos que debemos sacrificar cosas terrenales con el fin de ganar un lugar espiritual.

El pecado

Cuando hablamos acerca del pecado, normalmente hablamos de diferentes clases de pecado. Ponemos nuestros pecados en categorías o paquetes diferentes. Un paquete contiene los grandes pecados, otro paquete contienen pecados más pequeños y otro paquete contienen pecados aún más pequeños, y así suscesivamente.

Para los pecados que colocamos en el paquete de grandes pecados, hay normalmente una consecuencia o un castigo mayor. Para los pecados en los demás paquetes, los castigos o consecuencias no parecen ser tan grandes. O eso es lo que creemos. Naturalmente, entonces, tendemos a preocuparnos más por los pecados en el paquete de grandes pecados y no tanto por los pecados en los otros paquetes que contienen lo que creemos que son pecados menores. Si no hay pecados en el paquete de grandes pecados, con frecuencia no le prestamos mucha atención a los pecados en los demás paquetes; los olvidamos o los ignoramos.

También, creo que todos estamos de acuerdo en que en general es más difícil arrepentirse de los pecados en el paquete de grandes pecados y no tan difícil el arrepentirse de los pecados en los demás paquetes.

Sea cual sea el paquete que elegimos para cometer nuestros pecados, todos tienen algo en común. Todos los pecados nos alejan de nuestro Padre Celestial e interrumpe nuestra comunicación con el Espíritu Santo.

Todos nosotros pecamos. Si somos capaces de diferenciar el bien del mal y tenemos la habilidad de arrepentirnos, hemos pecado. Está en nuestra naturaleza y lo ha estado desde el principio. En el Libro de Mormón, el rey Benjamín después de decirle a su pueblo algunas de las maneras en que podrían pecar dijo que “Y por último, no puedo deciros todas las cosas mediante las cuales podéis cometer pecado; porque hay varios modos y medios, tantos que no puedo enumerarlos” (Mosíah 4:29). En otras palabras, siempre habrá cosas en la vida mortal que hagamos, o que no, tanto en nuestros pensamientos como en nuestras acciones que nos alejen de Dios y de los impulsos del Espíritu Santo y nos acerque al reino de la influencia de Satanás. Aún los pecados en el paquete de pecados menores, si les permitimos acumularse, crean una carga de culpa que hace difícil el guardar los demás mandamientos.

Consejo-cielo-mormonNosotros, como hijos espirituales de Dios, no somos necesariamente malvados por naturaleza. Sin embargo, tenemos el potencial para volvernos malvados, si continuamos pecando sin arrepentirnos. Y todos cometemos pecados, dado que sólo hubo una única persona sin pecado que haya vivido jamás, y era Cristo. Satanás puede no necesitar hacer mucho esfuerzo para tentarnos a pecar. Él sabe que hay muchas oportunidades y sabe que la inclinación del hombre natural es el pecado. La meta principal de Satanás (y es aquí donde debemos estar más vigilantes) podría ser el convencernos que el arrepentimiento no es necesario. Él intenta que nosotros ignoremos, neguemos o rechacemos el poder de la Expiación, o que asumamos que no requiere esfuerzo de nuestra parte. Él lo ha estado haciendo desde antes que el mundo fuera creado.

La carga del pecado es la consecuencia emocional, espiritual e incluso física del pecado. Una persona que les dice que el pecado no tiene consecuencias es un mentiroso o un ciego espiritual.

En el Libro de Mosíah 3:25, el rey Benjamín describe el estado final de los que no se arrepienten.

Y si fueren malas, serán consignados al horrendo espectáculo de su propia culpa y abominaciones, que los hará retroceder de la presencia del Señor a un estado de miseria y tormento sin fin, de donde no podrán ya volver; por tanto, han bebido condenación para sus propias almas.

Un alma que está condenada es un alma que no puede tener mayor progreso. En inglés, la palabra “dam” significa detener el flujo. Dentro del evangelio de Jesucristo, se refiere, más o menos, a cualquiera que no ha alcanzado la exaltación en el Reino Celestial (el reino más alto del cielo, donde Cristo mora) (1 Corintios 15:40-42; Doctrina y Convenios, Sección 76). Los que alcancen este nivel de exaltación serán coherederos con Cristo. Los que hereden un reino de los cielos menor a este no lo serán.

“Tomamos condenación para nuestras almas” cuando dejamos de progresar espiritualmente, cuando dejamos de acercarnos a nuestro Padre en el Cielo y negamos al Espíritu Santo la capacidad para dirigirnos. El arrepentimiento abre una puerta para el Espíritu Santo. El bautismo le permite testificarnos constantemente que el creer en Jesucristo es la única manera en que podemos regresar a Dios. Él ve nuestros pensamientos y acciones. Si estos pensamientos y acciones nos alejan de Dios, él nos impulsa a cambiar de curso, a movernos en una dirección que nos llevará más cerca de Dios.

Sacrificio

In ancient times, sacrifice was required by the Lord as a way for his people to repent and renew their covenants with Him. Under the Law of Moses, this usually involved the sacrifice of an animal. The sins of the repentant person were transferred to the animal to be slain, and thus these sins were cancelled by the shedding of blood. This was to be continued down through time until the coming of the Messiah, Jesus Christ. The purpose of the sacrifice was to remind people that the Messiah would come at some time in the future to provide an atonement for their sins. This knowledge enabled the people to have faith unto salvation, even before the Savior came to Earth.

adan-eva-alter-mormonEn tiempos antiguos, se requería del sacrificio para el Señor como una forma para que su pueblo se arrepintiera y renueve sus convenios con Él. Bajo la Ley de Moisés, esto normalmente involucraba el sacrificio de un animal. Los pecados de la persona arrepentida eran transferidos al animal a ser sacrificado, y de este modo estos pecados eran anulados por el derramamiento de sangre. Esto debía de continuarse hasta el tiempo de la llegada del Mesías, Jesucristo. El propósito del sacrificio era recordarle a la gente que el Mesías llegaría en algún momento en el futuro para proporcionar una expiación por sus pecados. Este conocimiento les permitía a las personas tener fe para la salvación, incluso antes de que el Salvador viniera a la Tierra.

Pero el sacrificio animal no empezó con Moisés. A Adán se le ordenó ofrecer sacrificios.

En el Libro de Moisés capítulo 5 versículos del 4 al 8, dice:

Y Adán y Eva, su esposa, invocaron el nombre del Señor, y oyeron la voz del Señor que les hablaba en dirección del Jardín deaEdén, y no lo vieron, porque se encontraban excluidos de su presencia.

Y les dio mandamientos de que adorasen al Señor su Dios y ofreciesen las primicias de sus rebaños como ofrenda al Señor. Y Adán fue obediente a los mandamientos del Señor.

Y después de muchos días, un ángel del Señor se apareció a Adán y le dijo: ¿Por qué ofreces sacrificios al Señor? Y Adán le contestó: No sé, sino que el Señor me lo mandó.

Entonces el ángel le habló, diciendo: Esto es una semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre, el cual es lleno de gracia y de verdad.

Por consiguiente, harás todo cuanto hicieres en el nombre del Hijo, y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás.

Todo esto fue enseñado para la prosperidad de Adán incluyendo a Moisés y a los Israelitas.

El profeta José Smith dijo: “…una religión que no requiera el sacrificio de todas las cosas jamás tendrá el poder suficiente para producir la fe necesaria para vida y salvación” (Lecturas de Fe 6:7). En relación a nuestra salvación, es el sacrificio de las cosas del mundo con el fin de acercarnos aún más a Dios, hasta que seamos más y más como Él. El Señor siempre ha requerido del sacrificio de los fieles, y por medio del sacrificio, los fieles muestran su fe.

El sacramento o Santa Cena

El sacramento o Santa Cena es la ordenanza del evangelio que reemplazó los sacrificios de sangre y las ofrendas de fuego de la Ley Mosaica. Antes de que Jesucristo fuera crucificado, se reunió con sus apóstoles en un cuarto privado y les enseñó acerca de la ordenanza del sacramento.

En el Nuevo Testamento, Libro de Lucas 22:19-20, leemos:

Entonces tomó el pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. Asimismo, tomó también la copa, después que hubo cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo convenio en mi sangre, que por vosotros se derrama.

También podemos leer en El Libro de Mormón, 3 Nefi 18, cómo el Salvador enseñó la importancia del Sacramento a los fieles nefitas en América después de Su resurrección. Él bendijo el pan y el agua y les dio a Sus discípulos quienes se los dieron al pueblo. Luego Él ordenó:

Y siempre haréis esto por todos los que se arrepientan y se bauticen en mi nombre; y lo haréis en memoria de mi sangre, que he vertido por vosotros, para que testifiquéis al Padre que siempre os acordáis de mí. Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu para que esté con vosotros.

sacramento-iglesia-mormonaEl Sacramento o Santa Cena (la Eucaristía) en el mormonismo, al igual que en la mayoría de denominaciones cristianas, representa el cuerpo y la sangre de Cristo. Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) que participan del sacramento con dignidad se ponen a sí mismos bajo convenio con el Señor Jesucristo de recordar siempre Su sacrificio por los pecados del mundo y de guardar Sus mandamientos. Si lo hacemos, el Señor promete que siempre tendremos con nosotros Su Espíritu, si somos fieles hasta el final, heredaremos la vida eterna, o la exaltación.

El élder Dallin H. Oaks explicó la importancia de calificar para la promesa del Salvador de “siempre tener Su espíritu con nosotros”. Él dijo: “El Espíritu es el fundamento de nuestro testimonio. Testifica del Padre y del Hijo. Trae todas las cosas a la mente y nos guía a la verdad. Es la brújula que nos guía en nuestro camino”.

Dado que un testimonio personal de Jesucristo es fundamental para nuestra fe, las cosas que debemos hacer para obtener, fortalecer y guardar un testimonio son vitales para nuestra vida espiritual. Tener la compañía constante del Espíritu Santo es esencial. Con el fin de tener la compañía del Espíritu Santo, debemos estar libres de pecado. Con el fin de estar libres de pecado, debemos arrepentirnos.

Cuando el apóstol Pablo habló a los primeros Santos acerca del sacramento, les advirtió de comer este pan y beber de esta copa del Señor sin ser dignos (ver 1 Corintios 11:27-30).

De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.

Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, come y bebe juicio para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros; y muchos duermen.

Nuestro Salvador mismo instruyó a los nefitas, “porque quien come mi carne y bebe mi sangre indignamente, come y bebe condenación para su alma” (3 Nefi 18:29).

Participar del sacramento indignamente significa participar de él sin haberse arrepentido lo suficiente de nuestros pecados. El propósito primordial del sacramento es renovar nuestros convenios con el Salvador y calificar para el don del Espíritu Santo. Con el fin de “renovar” nuestro convenio, el convenio debe estar en vigor. Uno de los convenios que hicimos al bautizarnos es el guardar Sus mandamientos. No podemos “renovar” un convenio que está quebrantado. Pecar quiebra el convenio, el arrepentimiento repara o restaura el convenio. Esto significa que si nos hemos arrepentido, el convenio sigue vigente cuando buscamos renovarlo. El convenio que hicimos con Jesucristo cuando fuimos bautizados siempre estará vigente mientras (1) no lo quebrantemos, (2) lo renovemos o (3) si lo rompemos, nos arrepintamos para que esté restaurado cuando busquemos renovarlo al participar del Sacramento.  Todo esto es posible por medio de la expiación de Jesucristo. El Salvador, al hablar a Alma, como se registra en el Libro de Mormón, dijo: “Sí, y cuantas veces mi pueblo se arrepienta, le perdonaré sus transgresiones contra mí”. Si nos arrepentimos, podemos estar seguros que recibiremos la remisión de nuestros pecados y que el convenio será renovado.

¿Por qué es tan importante la remisión de nuestros pecados? Como se dijo anteriormente, el pecado nos separa de nuestro Padre en el Cielo y la influencia de Su Espíritu. También coloca una carga emocional, espiritual e incluso física sobre nosotros. Esto se llama “El pesar del pecado”. Todos lo hemos sentido, porque todos hemos pecado. Si se permite que el pecado se acumule, se vuelve más difícil de sobrellevar, y en ocasiones aún intolerable. El pecado sin ser disuelto debilita nuestros testimonios, reduce nuestra resistencia espiritual, nos hace vulnerables a la influencia de Satanás y puede finalmente llevarnos a la rebelión y la apostasía. Cuando nos arrepentimos, obtenemos la remisión de nuestros pecados. La remisión de nuestros pecados elimina la carga. Nuestro Padre en el Cielo quiere que tengamos gozo en esta vida, no desea que llevemos la carga del pecado.

Entonces, ¿cómo nos preparamos para tomar el Sacramento para que no lo tomemos indignamente, y tomemos condenación para nuestras almas? Seguimos los mismos pasos que dimos cuando nos preparamos para el bautismo. Primero, ejercitamos nuestra fe en Jesucristo, de que Él expió nuestros pecados y que por medio de Él podemos recibir la remisión de nuestros pecados. Segundo, nos arrepentimos de todos nuestros pecados y conductas pecaminosas y recibimos la remisión de nuestros pecados. Tercero, nos preparamos a nosotros mismos para recibir una vez más el convenio con el Señor de que estamos dispuestos a continuar guardando Sus mandamientos.

El Señor ha preparado una manera para que nosotros seamos perdonados por nuestros pecados, por grandes que sean. Él los tomó sobre Sí mismo en el Jardín de Getsemaní y sobre la cruz. Él mismo permitió que fuera sacrificado, un sacrificio divino y definitivo por los pecados de toda la humanidad, algo que sólo Él podría hacer. ¿Cómo, entonces, piensan que se siente acerca de aquellos que no perdonan a los demás por sus ofensas? Leamos juntos las palabras que Él habló al profeta Alma, como se registra en Mosíah 26:30-31:

Sí, y cuantas veces mi pueblo se arrepienta, le perdonaré sus transgresiones contra mí.

Y también os perdonaréis vuestras ofensas los unos a los otros; porque en verdad os digo que el que no perdona las ofensas de su prójimo, cuando éste dice que se arrepiente, tal ha traído sobre sí la condenación.

En resumen, participamos del Sacramento indignamente si no nos hemos arrepentido lo suficiente de nuestros pecados anteriormente a participar del Sacramento y si no hemos perdonado a los demás por sus ofensas contra nosotros.

El gran rey Benjamín (Mosíah 4:10, 12) nos alentó de la siguiente manera:

Y además, creed que debéis arrepentiros de vuestros pecados, y abandonarlos, y humillaros ante Dios, y pedid con sinceridad de corazón que él os perdone; y ahora bien, si creéis todas estas cosas, mirad que las hagáis.

Y luego él prometió:

Y he aquí, os digo que si hacéis esto, siempre os regocijaréis, y seréis llenos del amor de Dios y siempre retendréis la remisión de vuestros pecados; y aumentaréis en el conocimiento de la gloria de aquel que os creó, o sea, en el conocimiento de lo que es justo y verdadero.

 

Por Byron Boyd

Recursos Adicionales:

Jesucristo en el mormonismo
Doctrina mormona
La Biblia en el mormonismo

pecado-sacrificio-y-sacramento-en-el-mormonismo-jesucristo