Mi padre era un ingeniero espacial y no creía en Dios. Crecí en un hogar orientado para adultos con un montón de libros y revistas intelectualmente estimulantes. Mis padres apreciaban la ciencia, la cultura, la historia, la arqueología, la música clásica (y melodías de espectáculos musicales, buenos ritmos latinos), y el arte. Íbamos a obras de teatro y conciertos. Eligieron un barrio al sur de California (después de mudarse de Washington, D.C.) con grandes escuelas.

Jesus-enseña-Templo-MormonPero cuando yo tenía quince años, y en parte debido a que el matrimonio de mis padres se estaba desintegrando, me sentí como si hubiera un agujero enorme en mi vida que necesitaba llenarse con algo que trascendiera todo lo que había experimentado hasta entonces. Supongo que ya había llegado al punto de preguntar: “¿Es esto todo lo que hay?” Comencé a hacer “recorridos por las iglesias”, visitando los servicios de distintas religiones con mis amigos y vecinos.

Aunque mis padres eran judíos, no había ninguna religión en nuestra casa, y yo había crecido en una sociedad donde el cristianismo abundaba. Siempre habíamos celebrado la Navidad y la Pascua, pero no había iglesia. Recordé vagamente acontecimientos relacionados con los judíos desde mi más tierna infancia, pero al estar tan lejos en ese momento, yo no tenía ningún recuerdo de su significado. Disfrutaba de todas las congregaciones que visité. Pero yo todavía no había encontrado lo que estaba buscando.

Un domingo, llamé a una amiga de la secundaria y la invité al cine. Ella gentil y respetuosamente me explicó por qué no iba al cine (o de compras, o a la playa, o a Disneylandia) en el Día de Reposo. Me dio vergüenza. Cuando colgué el teléfono, sentía como si debería haber sabido que no se debía hacer esas cosas el domingo. Mi amiga me invitó a una “conferencia de la juventud” en su iglesia, y acepté la invitación.

Al cruzar el umbral del centro de reuniones de la Iglesia, tuve la experiencia espiritual más increíble. Lo que más tarde aprendería que es el Espíritu Santo, se apoderó de mí y dio testimonio a mi corazón que este era el lugar donde yo debía estar. Era una sensación de gran gozo, que sólo se intensificó a medida que el programa avanzaba. Me enteré de que se trataba de un centro de reuniones mormón. Yo no sabía nada acerca de esta iglesia, pero no veía la hora de afiliarme con ella.

Algunos de los jóvenes del “barrio” (congregación local) me acompañaron mientras los misioneros me enseñaban el “evangelio restaurado de Jesucristo”, dando testimonio de que la Iglesia original de Cristo, con todo su poder y autoridad, había sido totalmente restaurada en los tiempos modernos en preparación para la Segunda Venida de Cristo. Cada vez que me enseñaban un nuevo concepto (de hecho, todo era nuevo), ellos me pedían que orara acerca de la veracidad de esa enseñanza.

oracion-mormonaYo nunca había orado antes. Mi primera oración fue vacilante y torpe. Me arrodillé. No sé si me dirigí a mi Padre Celestial correctamente, pero esencialmente dije: “¿Hay alguien ahí? Si lo hay, ¿podrías manifestarte a mí?” ¡Él lo hizo! Continué orando – ¿Es Jesucristo realmente el Hijo Unigénito de Dios, es el Libro de Mormón verdadero, fue José Smith realmente un profeta? Recibí un testimonio espiritual de que todas estas cosas son verdaderas.

Eso fue hace cincuenta años. Aunque mis padres estuvieron renuentes, me dejaron convertirme en una mormona, porque pensaban que era un capricho y que sería temporal. Sí apreciaron las altas normas morales de la Iglesia SUD y la prohibición contra el alcohol y el tabaco, y eso los inclinó a permitir que me uniera. Me casé en el templo mormón de Los Ángeles, y criamos seis hijos, y hasta ahora tenemos trece nietos.

Con los años, he llegado a conocer a Cristo. He sido literalmente, físicamente, milagrosamente rescatada de circunstancias fatales en varias ocasiones, y he sido sanada de enfermedades físicas y cicatrices emocionales que pensé que nunca podrían desaparecer. He sido capaz de ver Su mano en mi vida desde el principio y me he dado cuenta de que Él personalmente me ha nutrido, no sólo a lo largo de mi vida mortal, sino mucho antes de eso.

El aprendizaje del plan de salvación fue, quizás, el hecho más importante y emocionante de mi vida y cambió absolutamente todo. Al aprender que todos somos seres inmortales que existieron durante millones de años antes de la mortalidad, como hijos espirituales literales de Dios, y al aprender de que Su único deseo es guiarnos en el transcurso de nuestra vida para llegar a ser como Él, es la mayor iluminación. Estamos aquí en la tierra para allanar el camino para el resto de nuestra eternidad, y Él está constantemente a nuestro lado para guiarnos y apoyarnos.

valor-de-un-alma-mormonNo sólo creo en la oración personal… Yo creo en un Dios más personal, que nos conoce molécula por molécula, que nos conocía por una eternidad antes de que naciéramos y sabe quiénes podemos llegar a ser. Este conocimiento ha afectado especialmente la manera en que veo mi matrimonio, mis hijos y mis nietos. Estábamos destinados a estar juntos para siempre.

Doy testimonio de que se le ha confiado a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días el poder y la autoridad para salvar, que es la restauración de la primitiva Iglesia de Jesucristo, y que los milagros ayudan a sus miembros en cada momento de sus vidas. Testifico que Cristo no sólo es el Creador y Salvador del mundo, sino un Salvador y Mediador personal para todos nosotros. Él está siempre allí, siempre que nos acercamos a Él, e incluso cuando no lo hacemos.

Por Gale.

Recursos adicionales:

Jesucristo en el mormonismo

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