Fue necesario, cuando el Salvador estuvo sobre la tierra, que fuese tentado en todo, como nosotros, y pudiese “compadecerse de nuestras debilidades” (Hebreos 4:15) para comprender las debilidades y la fortaleza, las perfecciones y las imperfecciones de la pobre y caída naturaleza humana. Y una vez que hubo llevado a cabo lo que vino a efectuar en el mundo, una vez que hubo lidiado con la hipocresía, la corrupción, la debilidad y la imbecilidad del hombre, que se vio enfrentado con la tentación y con las tribulaciones en todas sus diversas formas, y que hubo vencido, vino a ser “fiel sumo sacerdote” (Hebreos 2:17), para interceder por nosotros en el reino sempiterno de Su Padre.
Él sabe cómo considerar y establecer el valor apropiado de la naturaleza humana, porque estuvo en la misma posición en que nosotros estamos; sabe sobrellevar nuestras debilidades y flaquezas, y puede comprender con exactitud la intensidad y la fuerza de las aflicciones y de los problemas con que el hombre tiene que enfrentarse en este mundo; y así, por Su compasión y experiencia, puede sobrellevarlas con paciencia.
Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, John Taylor, 59.