Por Elisa T., miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Iglesia Mormona) y estudiante en la Universidad Brigham Young (BYU)

Como miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Iglesia Mormona), aprecio las cosas que he ganado leyendo el primer capítulo del Libro de Moisés, un libro de revelación moderna recopilado en un volumen conocido como La Gran Perla del Gran Precio. En la conversación de Moisés con Dios, él aprende cuatro principios fundamentales de su relación con Dios que me fortalecen personalmente y me ayudan a entender mejor mi relación con Dios.

Moises-mormonEl Señor comienza la conversación hablándole a Moisés acerca de su naturaleza infinita.  El Señor se define a sí mismo como sin fin. A través de este dialogo, Moisés descubre la estabilidad que él puede encontrar en su relación con el Señor.  Esta realización es extremadamente confortable para nosotros en la mortalidad.  Nuestras vidas parecen estar en constante movimiento. El cambio es simplemente inevitable, pero una vez que cultivemos una relación de confianza en Dios traeremos a nuestras vidas la única cosa que nosotros podemos estar seguros que será constante.

En el versículo cuatro, el Señor define su relación con Moisés: “Tú eres mi hijo”.  Me encanta que el Señor hable directamente de manera que no puede haber error.  Moisés es Su hijo. Eso también se puede aplicar a nosotros. Somos Sus hijos. Este conocimiento se convierte en una poderosa herramienta para Moisés cuando después se enfrenta con el adversario. En el versículo trece, Moisés cuestiona el poder del adversario: “¿Quién eres tú?  Porque he aquí, yo soy un hijo de Dios”.

Entonces el Señor profundiza su relación con Moisés dando a Moisés la administración y un trabajo que hacer.  ¡Qué honor tan grande es que el Señor confíe en que podemos ayudar!  Lo más increíble para mí es que el Señor no llega con alguna tarea para mantener ocupado a Moisés, sino que más bien Él permite que Moisés ayude en las labores propias del Señor.  Podemos sentir que Moisés entiende este privilegio cuando más tarde en el versículo treinta y seis comienza a referirse a sí mismo mientras habla con el Señor como “tu siervo”.  En mi vida, no puedo pensar en algo que me ha traído más gozo que las veces que he sentido este tipo de relación con el Señor.

A través de su experiencia de conversar con el Señor, Moisés descubre que su relación con el Señor tiene una comunicación abierta.  En el versículo dieciocho, dice, “No cesaré de clamar a Dios; tengo otras cosas que preguntarle: porque su gloria ha estado sobre mí; por tanto, puedo discernir entre tú y él. Retírate de aquí, Satanás”.  Y luego en el versículo veinte, hace precisamente eso cuando confía en Dios y lo llama cuando empieza a temer y ver la amargura del infierno.  Este es el aspecto de mi relación con Dios que estoy tratando de fortalecer en estos momentos.  Me di cuenta de la respuesta natural de Moisés de recurrir al Señor con sus preguntas o preocupaciones, que no siempre es mi respuesta, y también me he dado cuenta de que mientras más recurro al Señor durante todo el día, más natural será para mí el recurrir al Señor.

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