Escrito por Julia Baker, una estudiante de la BYU, que estudia un volumen de la escritura conocida como la Perla de Gran Precio, el cual está escrito por profetas; los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, “los mormones” lo veneran como un texto sagrado. Esta publicación viene de un libro dentro de la Perla de Gran Precio conocido como el Libro de Moisés; es un extracto de la traducción de la Biblia como fue revelado a José Smith el profeta, junio de 1830 – febrero 1831.
Nuestra relación con Dios el Padre
Yo crecí en Fort Worth Texas, una ciudad golpeada justo en el medio del paso de los tornados. Recuerdo una noche cuando los vientos estaban soplando fuera de mi ventana, el golpe de un rayo cayó cerca. La pura fuerza de tal poder natural abriéndose paso por el aire en tan relativa proximidad sacudió el vidrio en los paneles de mi ventana y me hizo sonar los oídos. Nunca había sentido miedo por las tormentas, pero en ese momento me llamó la atención tener el mismo descubrimiento que sintió Moisés: “Por esta causa, ahora sé que el hombre no es nada, cosa que yo nunca me había imaginado” (Moisés 1:10).
Cuando por primera vez leí el encuentro de Moisés con el Poder Natural en el capítulo uno de Moisés, ubicada en la Perla de Gran Precio; un libro de escrituras sostenida como sagrada por los Santos de los Últimos Días, los “mormones”; sentí como que había cierta desconexión en lo que Moisés aprendió sobre su relación con Dios el Padre. Después de haber estado en presencia de la gloria del Señor, él supo que el hombre no era nada. Y todavía, cuando Satanás vino a confrontarlo, Moisés lo resistió con un profundo entendimiento de su propio potencial divino, sabiendo que él era “un hijo de Dios, a semejanza de Su Unigénito” (Moisés 1:13). Parecía tan extraño que Moisés pudiera sentir que no era nada y aun así tener también un potencial infinito.
Cuando aprendí sobre mi relación con Dios el Padre al lado de Moisés proviene de la síntesis a menudo citada de la maravillosa visión en Moisés uno, declarada en el versículo 39: “Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”. La frase operativa aquí es “llevar a cabo”. Particularmente cuando leemos los relatos de experiencias espirituales singularmente fantásticas, como la visión de Moisés de las obras de Dios, olvidamos que nuestro camino para darnos cuenta de nuestro potencial es un proceso. No ha ocurrido en un momento de gloria, sino en toda una vida de intentar de ser más como Dios. Él está dispuesto a ayudarnos conforme continuemos incrementando nuestro conocimiento, fe y poder. No debemos permanecer sin esperanza por nuestro estado comparado con la “nada”, sino que debemos también darnos cuenta de que completar nuestro potencial para convertirnos como Dios el Padre es un largo proceso que requiere paciencia. Conforme progresamos y mejoramos, Dios tendrá a bien compartir más y más de Sus misterios con nosotros, hasta que podamos ser iguales a Él en conocimiento y en poder ilimitado.
Recursos Adicionales:
Podemos convertirnos como nuestro Padre Celestial. Aprenda más en el sitio oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (inadvertidamente llamada por amigos de otras religiones como la “Iglesia Mormona”).
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