Janice Le Tellier es miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y vive en Arizona.
Buscando la Iglesia de Jesucristo
Y sucedió que rasgó su túnica; y tomó un trozo y escribió en él: En memoria de nuestro Dios, nuestra religión, y libertad, y nuestra paz, nuestras esposas y nuestros hijos; y lo colocó en el extremo de un asta.
Y… fue entre el pueblo, haciendo ondear en el aire el trozo rasgado de su ropa… diciendo:
He aquí, todos aquellos que quieran preservar este estandarte sobre la tierra, vengan con la fuerza del Señor y hagan convenio de que mantendrán sus derechos y su religión, para que el Señor Dios los bendiga (Alma 46:12, 19, 20).
Sin duda el Señor requiere que Su iglesia sea insistente en defender la libertad. El constitucional “principio de libertad… le pertenece a toda la humanidad”, dijo el Señor. En los Estados Unidos muchos se sienten impulsados a hablar por promocionar este gran principio básico y se vuelven activos en ello con el fin de que la Constitución y nuestra república libre puedan perdurar.
En muchas ocasiones estas personas son atraídas a la verdadera iglesia del Señor en la tierra, con su énfasis sobre el albedrío y la libertad. Tal fue la situación con Janice Le Tellier, todo tenía un tono familiar.
Parece apropiado que haya escrito mi historia en julio de 1976, ya que el testimonio que contiene surgió en gran medida como resultado de mi gran interés en la Constitución y mi amor por la verdadera libertad. Tal vez esta es una manera más en que una de las promesas en mi bendición patriarcal será cumplida; “…tendrán influencia entre un círculo cada vez más amplio de los hijos de nuestro Padre Celestial, una influencia para la rectitud, paz y bien”. Oro porque este mensaje penetre en los corazones de muchos más que están buscando algo que saben que existe de manera innata. “Para que vuestra fe no estuviese fundada en la sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios” (1 Cor. 2:5).
Por lo que puedo recordar yo tenía una fe infantil en el Señor el cual fue infundido por mis buenos padres. Mi padre y mi madre se unieron a la Iglesia Congregacional como una fusión para sus respectivas creencias, luterana y metodista. Aunque la familia no eran feligreses regulares hasta que estuve en sexto grado, los hijos habíamos sido bautizados desde niños, orábamos antes de comer, aprendimos los Diez Mandamientos, y hacíamos nuestras oraciones antes de dormir. “Ahora que me voy a acostar, /oro al Señor mi alma guardar. /Si debo morir antes de despertar, /oro al Señor mi alma tomar”. Esta era oración corta y sencilla que me enseñó a confiar en el Señor, y oraba a Él con frecuencia.
Nuestro ministro Congregacional requirió que escribamos un tema de quinientas palabras sobre el por qué deseábamos unirnos a la iglesia, y sin ningún otro compromiso fuimos entonces miembros. Esto no satisfizo mis deseos de una fe exigente, pero el Señor me estaba mostrando la belleza de la simplicidad en la adoración y, aunque la enseñanza era más bien vaga, comprendí que Dios y Jesús, Su hijo, eran personas separadas. Admiraba a mis amigos católicos que asistían a misa y se confesaban regularmente, “ayunaban” antes de recibir la Comunión, y observaban la Cuaresma, una práctica que adopté porque deseaba mostrar al Señor que podría sacrificarme por Él también.
En 1944, mientras me inscribía en la Universidad de Minnesota, empecé una búsqueda determinada de una fe satisfactoria mientras empecé a investigar las distintas denominaciones protestantes cada domingo. Después de mi graduación, acepté un trabajo como maestra en Long Beach, California, donde una familia católica vecina me alentó a realizar un completo estudio sobre su fe. Leía libros, asistía a misa y a los servicios en las tardes, y realicé un largo examen el cual me dio el derecho de ser recomendada para el bautismo en la fe romana. La idea principal que surgió como verdad de este intenso estudio fue la insistencia de que sólo había una verdadera iglesia en la tierra, ¿pero era ésta?
Subsecuentemente conocí al que sería mi esposo, Parks Le Tellier, que era un firme protestante. Había algunas cosas que me incomodaban sobre el romanismo, pero me parecía la más lógica de todas las doctrinas que había investigado. Así que nos casamos en una ceremonia pequeña en mi casa con nuestro ministro Congregacional, esperando reafirmar nuestros votos en un posterior aniversario en la iglesia de nuestra elección. (No me daba cuenta entonces de que lo que yo deseaba era un matrimonio en el templo). Estaba muy complacida de que pudiéramos tomar Comunión cada domingo, lo que satisfacía uno de mis requerimientos. Asistimos regularmente y bautizamos a cada uno de nuestros cuatro hijos allí y estábamos activos en las funciones de la iglesia.
Mi esposo completó su residencia médica, y adquirimos nuestro primer hogar y nos ocupamos en decorarlo, en la jardinería y cuidar de nuestros tres primeros hijos (Scott, Randy y Cindy). Nuestra cuarta hija, Nora, nació, y yo era una madre feliz completamente envuelta en mi hogar hasta que me enteré que tenía una contractura de Dupuytren y ya no sería capaz de trenzar alfombras y hacer algunos de los trabajos más pesados con mis manos. Aunque no lo consideré así en ese momento, esto fue una gran bendición, ya que dramáticamente me canalizó a un patrón de lectura una vez más.
El siguiente paso en el plan del Señor era darme un lugar en la escuela dominical como una observadora en preparación para convertirme en maestra. Cuando esta maravillosa mujer sureña de la iglesia enseñaba, citaba las escrituras y constantemente desafiaba a los jóvenes a leer la Biblia y hacer que sus padres también lo hicieran. Esta fue mi primera exposición a alguien que creía, atesoraba y buscaba las escrituras; yo era su alumna más agradecida.
Cuando ella me asignó enseñar una lección sobre los Diez Mandamientos, leí Éxodo 20, me interesé, y terminé el libro. Imaginen mi sorpresa al leer en el capítulo 24:10 “y vieron al Dios de Israel”, y en Éxodo 33:11 “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara”; declaraciones que simplemente no encajaban con lo que me habían enseñado. Estaba perpleja, dándome cuenta de que era iletrada en la doctrina bíblica. Mis hijos y yo estábamos leyendo las Historias de la Biblia de Egermeier, y había leído los Salmos, Proverbios y los Evangelios y algunas otras partes del Nuevo Testamento. Ahora había despertado al doloroso hecho de que me había ocupado por años en estudiar doctrinas de las iglesias, por así decirlo, las doctrinas de los hombres. ¡Qué triste es que los pastores a menudo no estén guiando a sus rebaños!
Mi familia se acababa de establecer en nuestro segundo hogar cuando una amiga llamó casi sin aliento una tarde y dijo que tenía que traernos un libro importante para que mi esposo y yo lo leyéramos de inmediato. Como resultado de ese libro, estuvimos llenos de asombro y movidos a la acción y nos catapultó a un tipo de existencia totalmente nuevo. Nos enteramos que los Estados Unidos tenía grandes problemas internos y que la conspiración comunista había hecho increíbles avances en nuestro gobierno. Ahora empezábamos a asistir a grupos de estudio, en uno de los cuales escuchamos una grabación de Cleon Skousen, que establecía muy bien la importante idea de que los Diez Mandamientos eran totalmente incompatibles con el socialismo. Esto nos dio el ímpetu espiritual para continuar nuestra vigorosa posición por la libertad. Yo no sabía que él era SUD, o que posteriormente estudiaría sus libros políticos y religiosos con gran interés. Desde ese momento se convirtió en un buen amigo nuestro. Es un gran líder patriota, y estoy contenta de ser un miembro comprometido de su Instituto “Freemen” (Hombres Libres en inglés).
Todo lo que se refería a la batalla contra el comunismo y el anticristo se volvió de suma importancia para mí, y leía vorazmente. En 1959 me uní a la sociedad patriota, y todos los miembros eligieron temas a los que podíamos referirnos en varios grupos. Mis dos áreas de interés eran “Medicinas: Libres vs. Socializadas” y “Cómo el Consejo Nacional de Iglesias (CNI) y el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) están Socavando el Cristianismo”. El último tema era mi favorito, y profundicé en él con un deseo creciente de ser un soldado del Señor. Si nuestros hijos iban a vivir en libertad, debíamos contribuir con nuestro tiempo, talentos y dinero. Empezamos a limpiar nuestras vidas de trivialidades, cancelando muchas actividades sociales, y dedicamos nuestro tiempo a servir a la causa de Cristo promocionando la libertad y la Constitución y ayudando a exponer los errores del socialismo y el comunismo. La vida ahora tenía un propósito real conforme buscaba compensar lo que entonces consideraba parcialmente años desperdiciados.
Mi propia iglesia cristiana era miembro de la CNI (NCC en inglés) y la CMI (WCC, en inglés), que yo deploraba, y empecé a sentir que era una hipócrita sentándome en el banco de una iglesia que pertenecía a estos grupos contra las que estaba dando conferencias cada dos meses. En este momento empecé a volverme mas bien una figura controversial en la iglesia, y la única paz verdadera que tuve fue cuando me arrodillaba para recibir la Comunión y buscaba al Señor en oración. Aún en ese momento, cada domingo salía con la idea: “Hay una mejor manera; mi manera. Sígueme”.
La mayoría de mi documentación contra la CNI y la CMI fue obtenida de un diario fundamentalista el cual exponía las escrituras y el evangelio, humanismo y comunismo social en las iglesias. “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor” (2 Cor. 6:17) era uno de los motivos favoritos del editor, y se volvió una directiva para mí. ¿Pero a dónde iba a ir? Las pequeñas iglesias bíblicas independientes a las que había llegado a querer porque enseñaban la Biblia y promocionaban la libertad no estaban unidas a una verdadera iglesia, y no ofrecían la Comunión cada domingo. El Señor ha colocado estos importantes principios en mis pensamientos tan fuertemente que yo sabía que debía continuar buscando. Al hacerlo, las escrituras empezaron a cobrar vida para mí, y fui atraída más cerca al Señor. Un sentimiento de emoción llegó a mí cuando sentí la luz penetrando la oscuridad.
Durante dos años intenté sonar la alarma para los miembros locales de mi iglesia cristiana para separarse de la CNI, ya que estaba utilizando parte de sus contribuciones de las iglesias para promocionar la revolución. Expliqué como tanto la CNI como la CMI estaban utilizando distintos medios insidiosos para traer abajo la religión. El verdadero momento crucial para mí llegó cuando sacerdote cristiano alerta dirigió una reunión para exponer a la CNI para el beneficio de algunos de los miembros. Lo que aprendí en esta reunión, más la experiencia traumática en particular que tuve en una reunión subsecuente cuando intenté transmitir la información a los demás, me hizo sentir que era tiempo para mí de dejar esa iglesia.
Continúa en… Uniéndome a la Iglesia de Cristo: “Después de Mucha Tribulación” (Parte II de II)
Recursos Adicionales:
La Iglesia de Jesucristo ha sido restaurada en su plenitud en la tierra. Aprenda más en el sitio oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (inadvertidamente llamada por amigos de otras religiones como la “Iglesia Mormona”).
Con frecuencia experimentamos las más grandes bendiciones después de nuestras más duras pruebas.
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Fuente:
H. Rector & C. Rector, “No More Strangers Vol. 3”- libro en inglés (Salt Lake City, Utah: Deseret Book Company, 1971), 71-75.
Muy bueno. Me gusta mucho el modo en que se expone. Un abrazo!