El Nacimiento de Jesucristo: Un Mensaje de Su Amor
Pastores Modernos: Un Mensaje de Navidad para los Padres escondido en la Historia del Nacimiento del Salvador.
Pastores acatando el llamado a través del Campo
Hace varios años, descubrí algunos detalles pertinentes respecto a la vida rigurosa y devota de los antiguos pastores. Lamento no poder encontrar su fuente. De repente alguno de ustedes reconocerá los pasajes y me pueda informar de su origen. Conforme ponderaba esos detalles a la luz del acontecimiento del nacimiento del Salvador, un mensaje divino dirigido a los padres parecía iluminarse a sí mismo. Lo comparto con ustedes en toda su tierna simplicidad y les deseo una Feliz Navidad.
Imaginen la vida de un pastor de hace dos mil años, apastando sus rebaños en la noche— una vida dura y solitaria enmarcada en los flecos de una tierra cultivada.
Por lo general, los pastores de una condición modesta poseían una manada pequeña o eran contratados para trabajar para alguien. Los ladrones y los depredadores naturales como los lobos, leones, y las hienas en el desierto, representaban un peligro real y constante a su estilo de vida.
Imagínelos, luego, vestidos en capas de lana o de piel de oveja trabajada en casa llevando armas simples para proteger sus cargas, las manadas que amaban: “un arnés de pelo de cabra para lanzar piedras; un mazo de madera de 30-pulgadas con clavos incrustados.”
Consideren su amor, su implacable cuidado de sus ovejas. Durante el día, sus manadas deambulaban por campos rocosos sin cerco, pastando. Siguiéndolos siempre alertas, los pastores llevaban una bolsa de agua y cosas como dátiles, aceitunas, queso y pan.
Chozas con techos de paja en diferentes puntos estratégicos de avistamiento protegían a estos valiosos cuidadores del sol del desierto. En la noche, si el clima se mostraba severo, los pastores regresaban a una cueva o a un aprisco.
En ocasiones se hacían tiendas pero en los meses más calurosos, muy a menudo dormían al lado de sus manadas en el desierto.
Una noche oscura, esos pastores–alejados del resplandor del palacio de Herodes–fueron visitados por una luz santa. …
Los padres que trabajan honrada e interminablemente en sus hogares hoy en día no son diferentes a los pastores de la antigüedad. Con frecuencia se nos ve en el mundo como a los pastores en sus días –como si viviéramos en los flecos de las tierras cultivadas– viviendo en las afueras de la rectitud política y la irrectitud moral. Algunos dicen que hemos escogido roles anticuados, limitados por ideas pasadas de moda de lo que es la femineidad. Nosotros decimos que estamos exactamente donde queremos estar –formando almas y moldeando futuras naciones.
Al igual que los pastores de la antigüedad, aquellos de nosotros que nos estamos esforzando por ser buenos padres, que vigilantemente guardamos a nuestro rebaño y fortificamos nuestras casas, que también estamos armados –con simplemente una fe inquebrantable y un propósito constante.
Nosotros como los pastores, estamos constantemente vigilantes de aquellos que perturbarían la paz y santidad de nuestros niños, de aquellos que inteligente pero inconvincentemente llaman a “lo malo bueno y a lo bueno malo”.
En nuestros pequeños campos, nuestros patios y hogares, nuestros propios rebaños de pequeños deambulan y se divierten y crecen mientras nosotros los cuidamos, como los pastores de la antigüedad, en oración e incansablemente día y noche. Y como los pastores, nosotros, también, a veces dormimos a su lado.
Nosotros, también, deambulamos por campos rocosos—pastoreando a nuestros niños a través de caminos empedrados y en ocasiones por caminos poco menos que pavimentados—y de igual manera sentimos el calor del trabajo duro y los ardientes juicios de la paternidad. Nosotros, también, conocemos el valor de permanecer en la fe en nuestro encargo. Nosotros, también conocemos del clima espiritual severo y de algunas noches oscuras y frías. Conocemos también el gozo del verdadero pastoreo, de la intimidad, integridad, y fidelidad de proveer un refugio de seguridad y un centro de aprendizaje espiritual para los que amamos. Conocemos el gozo de mantener a nuestro rebaño junto y el dolor de la oveja extraviada.
Entonces, ¿Los ángeles no nos ministrarán mientras mantenemos una vigilancia fiel de nuestros campos?
¿Acaso nosotros no seremos rodeados por una luz y un amor y un poder tan grande como el que brillara para los pastores de la antigüedad?
¿Acaso no seremos guiados a Dios mientras continuamos trabajando en nuestros campos de nuestros hogares individuales?
¿Acaso Dios no está íntimamente atento a nuestras propias pequeñas viviendas, en nuestras propias pequeñas calles, atendiendo a nuestras pequeñas propias manadas?
Creo que la respuesta, como la historia navideña ilumina, es un resonante “sí!”
La historia de los pastores es la historia de la santidad del trabajo de cuidar a aquellos que están bajo nuestro cuidado –es la historia de madres fieles y de familias fieles que viven para cuidar y proteger a sus ovejas.
Es una afirmación que para nosotros, pastores modernos, el Buen Pastor iluminará nuestras vidas con el resplandor de Su amor, Su luz que guía, como a los pastores de la antigüedad, hasta que de igual manera veamos Su santo rostro.
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Lucas 2:8-20
8 Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
10 Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo.
11 Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.
12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
14 ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!.
15 Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros, pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
16 Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño.
18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.
19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
20 Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.