En los nombres y títulos particulares que autorizadamente se aplican a Jesucristo está manifestada su divinidad. Según el criterio del hombre, no se puede atribuir mucha importancia a los nombres, pero en la nomenclatura de los Dioses, cada nombre es un título de poder o categoría. Dios es propiamente celoso de la santidad de su propio nombre (Éxodo 20:7; Levítico 19:12; Deuteronomio 5:11) y de los que son dados mediante esta autoridad. En el caso de aquellos hijos que fueron prometidos, El les prescribió sus nombres antes de nacer. Así fue con nuestro Señor Jesús, y con el Bautista (Juan), enviado para preparar el camino delante del Cristo. Por instrucciones divinas se han cambiado los nombres de ciertas personas, porque no expresaban con suficiente claridad el servicio particular al cual fueron llamadas, o las bendiciones especiales conferidas sobre ellas.*
Jesús es el nombre individual del Salvador, y escrito en esta forma, es de derivación griega; su equivalente en hebreo era Yehoshua o Yeshua, o como lo conocemos en castellano, Josué. En su forma original, era bien sabido que el nombre significaba “Ayuda de Jehová” o “Salvador”. Aunque en la actualidad es un nombre tan común como Juan o José o Manuel, sin embargo, el nombre fue prescrito divinamente, como ya se ha dicho. Por tal motivo, el ángel declaró a José, con quien estaba desposada la virgen: “Y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21; véase también versículos 23,25; Lucas 1:31)
Cristo es un título sagrado y no es una designación ordinaria o nombre común; es de origen griego y son idénticos su significado y el de su equivalente hebreo, Mesías, que quiere decir el Ungido. Hallamos en las Escrituras otros títulos – cada uno de los cuales encierra un significado particular – tales como Emmanuel, Salvador, Redentor, Hijo Unigénito, Señor, Hijo de Dios, Hijo del Hombre y muchos otros; el hecho de importancia principal para nosotros es que estos varios títulos expresan el origen sagrado y divinidad de nuestro Señor. Como se ha visto, los nombres o títulos esenciales de Jesucristo fueron revelados antes de su nacimiento y se dieron a conocer a los profetas que lo antecedieron en el estado terrenal (Lucas 1:31; 2:21; Mateo 1:21,25; véase también versículo 23 y compárese Isaías 7:14; Lucas 2:11; Moisés 6:52, 57; 7:20; 8:24, 1 Nefi 10:4; 2 Nefi 10:3; Mosíah 3:8)
Jehová es la forma castellanizada del vocablo hebreo, Yahveh o Jahveh, que significa El que Existe por Sí Mismo o El Eterno. El hebreo, Ehyeh, que significa Yo Soy, se relaciona por significado y derivación con el término Yahve o Jehová; y de aquí se desprende el significado de ese nombre con el cual el Señor se reveló a Moisés, cuando éste recibió la comisión de ir a Egipto para librar a los hijos de Israel del cautiverio: “Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre? ¿qué les reponderé? Y respondió Dios a Moisés: Yo SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo SOY me envió a vosotros” (Éxodo 3:13, 14; compárese con el hecho de la duración eterna expresada en este nombre, Isaías 44:6; Juan 8:58; Colonenses 1:17; Hebreo 13:8; Apocalipsis 1:4; véase también Moisés 1:3 y las referencias que allí se indican) . En el versículo siguiente el Señor declara que El es “el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob”. Estando Moisés en Egipto, el Señor de nuevo se le manifestó, y dijo: “Yo soy JEHOVÁ. Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me di a conocer a ellos” (Éxodo 6:2-3). El hecho principal que connota este nombre, Yo Soy o Jehová – los dos tienen esencialmente el mismo significado – es el de existencia o duración que no tiene fin, y que, juzgado por todas las normas humanas de criterio, no pudo haber tenido principio. El nombre se relaciona con otros títulos como por ejemplo Alfa y Omega, el primero y el último, el principio y el fin (Apocalipsis, 1:11, 17; 2:8; 22:13; compárese Isaías 41:4; 44:6; 48:12)
En aquella ocasión en que ciertos judíos, considerando su descendencia de Abraham como garantía de una predilección divina, impugnaron a Jesús con preguntas y críticas, El refutó sus palabras abusivas con la declaración: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, Yo SOY” (Juan 8:58); que es igual que si hubiese dicho, antes que Abraham, fui yo, Jehová. Los judíos quisquillosos se ofendieron a tal grado cuando lo oyeron pronunciar ese nombre, que – debido a una interpretación errónea de una Escritura anterior (Levítico 24:16) decían que no había de mencionarse so pena de muerte – inmediatamente tomaron piedras con la intención de matarlo. Para los judíos Jehová era un nombre inefable que no había de ser pronunciado; lo reemplazaron con otro nombre, el cual aunque sagrado no les era prohibido decir, a saber, Adonai, que significa el Señor. Los términos originales Jehová y Dios que aparecen en el Antiguo Testamento, fueron Yahveh o Adonai; y como se ha mostrado por los pasajes citados, el Ser divino designado por estos nombres sagrados era Jesús el Cristo. Juan, evangelista y apóstol, identifica en forma positiva a Jesucristo con Adonai, o el Señor que habló por boca de Isaías (Isaías 6:8-11; compárese Juan 12:49-41), y con Jehová que se expresó por conducto de Zacarías (Zacarias 12:10; compárese Juan 19:37).
El nombre Elohim ocurre frecuentemente en los textos hebreos del Antiguo Testamento, aunque no lo hallamos en las versiones castellanas. El vocablo es un sustantivo hebreo de forma plural pero connota una pluralidad de excelencia o intensidad, más bien que esencialmente de número. Es un término expresivo de exaltación y poder supremos o absolutos. Elohim, como lo entiende y lo emplea la Iglesia restaurada de Jesucristo, es la combinación de nombre y título que corresponde al Padre Eterno, cuyo Hijo Primogénito en el espíritu es Jehová, el Unigénito en la carne, Jesucristo
Jesús de Nazaret, que en testimonio solemne a los judíos se proclamó como Yo Soy o Jehová, que fue Dios antes que Abraham viviese sobre la tierra, es el mismo Ser que repetidamente se menciona como el Dios que hizo convenio con Abraham, Isaac y Jacob; el Dios que sacó a Israel de la esclavitud de Egipto a la libertad de la tierra prometida, el solo y único Dios, conocido por medio de revelación directa y personal entre los profetas judíos en general.
Los profetas nefitas claramente entendían que Jesucristo se identificaba con el Jehová del Antiguo Testamento, y el Señor resucitado confirmó la verdad de sus enseñanzas al manifestárseles, poco después de ascender de entre los apóstoles en Jerusalén. La narración dice: “Y ocurrió que les habló el Señor, diciendo: Levantaos y venid a mí, para que podáis meter vuestras manos en mi costado y palpar las marcas de los clavos en mis manos y en mis pies, a fin de que sepáis que soy el Dios de Israel, y el Dios de toda la tierra, y que he muerto por los pecados del mundo” (3 Nefi 11:13.14; 1 Nefi 17:40; Mosíah 7:19).
*Hallamos muchos casos en las Escrituras que ilustran el significado de los nombres que Dios otorga. He aquí unos ejemplos: “Jesús”, cuyo significado es Salvador (Mateo 1:21; Lucas 1:31); “Juan”, que significa el don de Jehová, aplicado particularmente al Bautista, enviado a la tierra para preparar el camino delante de Jehová en la carne (Lucas 1:13); “Ismael”, que quiere decir Dios oirá (Génesis 16:11); “Isaac”, cuya interpretación es risa (Génesis. 17:19; compárese con 18:10-15). Como ejemplos del cambio de nombre por autoridad divina para expresar bendiciones adicionales o llamamientos especiales, considérense los siguientes: “Abram”, que indicaba nobleza o exaltación y, como usualmente se interpreta, padre de elevación, fue vertido en “Abraham”, padre de multitud, con lo que se expresa la razón por la que se efectuó el cambio en esa ocasión: “Porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes”. (Génesis 17:5) “Sarai”, nombre de la esposa de Abraham, de significado particular obscuro, fue reemplazado por “Sara”, que significa princesa. (Génesis 17:15). “Jacob”, que fue el nombre dado al hijo de Isaac, debido a cierta circunstancia relacionada con su nacimiento y cuyo significado era suplantador, fue substituido por “Israel”, que quiere decir príncipe de Dios; pues como se expresó al tiempo de hacerse el cambio: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Génesis 32:28; compárese con 35:9, 10).”Simón”, cuya interpretación es oyente, era el nombre del apóstol principal de Jesucristo, mas el Señor lo cambió a “Cefas” (arameo) o “Pedro” (griego) que quiere decir piedra. (Juan 1:42; Mateo 16:18; Lucas 6:14) A Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, el Señor confirió el título de “Boanerges”, que significa hijos del trueno. (Marcos 3:17)
James Talmage, Jesus el Cristo