Como leemos en Juan, él iba a ser “será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.”, esto nos dice algo de la pureza del templo en el que su cuerpo estaba alojado (Lucas 1:15). De hecho, Elizabet era una profetisa en su propio derecho. Nadie podría contar la historia de manera más bella que Lucas.
Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor. (Lucas 1:41-45)