En el mundo actual, la gente a menudo se pregunta, “¿quién es Dios?” Las preguntas que luego surgen son: ¿Me conoce? ¿soy importante para Él? Éstas son preguntas ancestrales, y, en realidad, las preguntas de toda la vida. Si conociéramos las respuestas a estas preguntas, entonces podríamos darle una perspectiva a nuestra vida en la tierra. Como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en ocasiones inadvertidamente llamada la Iglesia mormona, creo que Dios es mi Padre Celestial. En los Artículos de Fe (13 puntos de creencias que explican en términos generales las enseñanzas y ordenanzas básicas en la Iglesia mormona), el primero es: “Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo”. Son tres seres separados y diferentes.
Dios es nuestro Padre Eterno, nuestro Padre Celestial. Si buscan “Dios” en la versión de los Santos de los Últimos Días del Diccionario de la Biblia, dice: “[Dios es] el supremo gobernador del universo y el Padre de la humanidad”.
‘Padre Nuestro que estás en los Cielos’
Soy mormona, pero iba a una primaria luterana, donde rezábamos el Padre Nuestro a la hora de la lonchera. En el Padre Nuestro, Jesucristo nos enseña cómo orar, que es la forma en que nos comunicamos con Dios. Hay muchas lecciones en el Padre Nuestro, empezando por cómo Él empieza Su oración (Mateo 6:9).
“…(Jesucristo) dio comienzo a esta magnífica oración: ‘Padre nuestro que estas en los cielos’. …Es cierto que pudo haber elegido muchas otras maneras de dar comienzo a la oración: “Oh poderoso Creador de los cielos y de la tierra, Oh Dios poderoso que eres omnipresente, omnisciente y omnipotente”. Esos títulos extraordinarios encierran verdades grandiosas y magnánimas, sin embargo, con una sola palabra, “Padre”, enseñó mucho de lo que debemos saber, de lo que en verdad añoramos saber. Dios es nuestro Padre y nosotros somos Sus hijos”. Élder L. Edward Brown, entonces miembro del Segundo Quórum de los Setenta de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dio en abril de 1997 un discurso titulado “Orad al padre en mi nombre” (Los Setenta son llamados para proclamar el evangelio y edificar la Iglesia y trabajar bajo la dirección del Quórum de los Doce Apóstoles y la Primera Presidencia, el órgano de gobierno de la Iglesia de Jesucristo).
De todos los nombres, títulos y/o descripciones que Jesucristo pudo haber utilizado para enseñarnos cómo dirigirnos a Dios en nuestras oraciones, Él eligió el nombre “Padre”. El término “Padre” implica una familiaridad y conexión más íntima que simplemente “Dios”. Para mí, utilizar la palabra “Dios” crea una distancia entre Él y yo, porque Él es un Ser perfecto y glorificado y yo soy defectuosa e imperfecta. Pero utilizar “Padre Celestial” lo hace parecer más alcanzable y amoroso, como mi propio padre terrenal.
Jesucristo nos enseñó la verdadera naturaleza de Dios
Si queremos conocer la naturaleza y los atributos de Dios, nuestro Padre Celestial, basta con contemplar a Su Hijo, Jesucristo. El Élder Jeffrey R. Holland, miembro del Quórum del os Doce Apóstoles, dijo en un discurso de octubre de 2003, titulado “La grandiosidad de Dios”
Entre los muchos propósitos magníficos de la vida y del ministerio del Señor Jesucristo, a menudo se pasa por alto un aspecto grandioso de esa misión. Sus seguidores no lo comprendieron plenamente en esa época, y muchos de la cristiandad moderna tampoco lo comprenden, pero el Salvador mismo lo mencionó repetida y enfáticamente. La gran verdad es que en todo lo que Jesús vino a hacer y a decir, incluso Su sufrimiento y sacrificio expiatorio, y en eso especialmente, Él nos estaba enseñando quién es y cómo es Dios nuestro Padre Eterno, cuán intensamente se dedica a Sus Hijos en toda época y en toda nación. Con palabras y con hechos, Jesús intentaba revelarnos y darnos a conocer la verdadera naturaleza de Su Padre, nuestro Padre Celestial.
El Élder Holland continuó:
Claro que el alejamiento por tantos siglos de la creencia en un Padre tan perfecto y amoroso se ha acrecentado con los credos humanos de generaciones erradas que describen a Dios como un ser desconocido y no conocible, sin forma ni pasiones, esquivo, intangible, que está en todas partes y en ninguna parte al mismo tiempo. …
En ese sentido, Jesús no vino a mejorar la opinión que Dios tiene del hombre, sino a mejorar la opinión que el hombre tiene de Dios, y a suplicar a los hombres que amen a su Padre Celestial como Él siempre les ha amado y les amará. Ellos tuvieron la oportunidad de comprender el plan de Dios, el poder de Dios, la santidad de Dios, sí, incluso la ira y el juicio de Dios, pero no comprendieron plenamente el amor de Dios y la gran profundidad de Su devoción a Sus hijos, sino hasta que Cristo vino. Al alimentar al hambriento, sanar al enfermo, reprender la hipocresía, suplicar por fe, Cristo nos demostraba cómo es el Padre. … Con Su vida, y especialmente con Su muerte, Cristo declaraba: “La compasión que les estoy demostrando es de Dios, así como mía”. En la manifestación que el Hijo perfecto hizo del amor de Su Padre perfecto, en el sufrimiento y pesar que sentían mutuamente por los pecados y dolores de todos nosotros, percibimos el verdadero significado de la declaración: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Juan 3:16-17).
Dios quiere que lo busquemos
Dios es nuestro Padre Celestial. Él nos ama y quiere que lo busquemos. Quiere que nos acerquemos a Él en oración y súplica. Él nos conoce, a cada uno por nuestro nombre, y quiere que lleguemos a conocerlo. Nuestro Padre Celestial nos ha brindado las herramientas y los medios por los cuales podemos encontrarlo, pero debemos hacer nuestra parte llegando a conocer a Su Hijo. Me encanta el mensaje del Élder Holland sobre una de las misiones más grandes y menos comprendidas del Salvador, ayudarnos a conocer la verdadera naturaleza de Su Padre, nuestro Padre Celestial. “Dios, en Su máximo esfuerzo por permitirnos conocerle, envió a la tierra a Su Hijo Unigénito y Perfecto, creado a Su imagen y semejanza, para que sirviera entre mortales y viviera los rigores de la vida cotidiana”, dijo el Élder Holland.
Tengo un cuadro colgado sobre la repisa de mi sala del Salvador, Jesucristo, sentado con un grupo de niños. Ahí se ve una expresión de amor y ternura en Su rostro, y paz, amor y felicidad en las caras de los niños. También en mi repisa, hay una estatua del Christus, Cristo con Sus brazos extendidos, invitándome a llegar a Él. Así, cuando vemos al Salvador, vemos el amor de nuestro Padre Celestial por medio del Hijo, Jesucristo. ¡Qué poderoso pensamiento! Tenemos una manifestación visual del amor de nuestro Padre Celestial por medio de imágenes de Su Hijo, Jesucristo. Podemos conocer la verdadera naturaleza del Padre Celestial estudiando la vida y las enseñanzas de Su Hijo, Jesucristo. Cuando nos damos cuenta de la profundidad del amor que el Padre Celestial tiene por nosotros, nos damos cuenta de que Él nos conoce, y que somos importantes para Él. Cuando sabemos que le importamos a nuestro Padre Celestial, sabemos que podemos confiar en Él y en Su plan para nosotros. Y, para mí, este conocimiento me ayuda a sentir que Dios no está tan lejos después de todo.
Este artículo fue escrito por:
lmontague
Soy una esposa y madre de 4 hermosos hijos en un pequeño pueblo en las montañas de Idaho. Vamos de esquí como familia en el invierno y acampamos, pescamos o vamos a la playa en verano. Soy miembro de nacimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y estoy agradecida por el Salvador y las bendiciones del evangelio en mi vida.